Signos
En muy poco tiempo Eduardo Zaplana ha empezado a experimentar sensaciones novedosas en su cuerpo. El desaf¨ªo de Aurelio Hern¨¢ndez en Aguas de Valencia ha marcado un hito en el imaginario del PP, donde nadie, hasta ahora, se hab¨ªa atrevido no ya a aguantarle la mirada al jefe (en el m¨¢s puro rollo Gil Robles) sino a contravenir sus designios y plantearle un pulso con recursos habituales en el universo de Dashiell Hammett. Incluso (¨¦l, a quien todos han estado esperando con infinitos retrasos en sus siete a?os de presidente de la Generalitat) ha tenido que esperar esta misma semana dos veces a Jos¨¦ Luis Olivas como si fuese un propio. Le ocurri¨® el mi¨¦rcoles en la noche de la econom¨ªa alicantina, donde adem¨¢s el presidente de la C¨¢mara de Comercio de Alicante, Antonio Fern¨¢ndez Valenzuela, le impidi¨® cerrar el acto porque ¨¦ste era un privilegio reservado a la m¨¢xima autoridad auton¨®mica, que es el presidente de la Generalitat. Y donde, por despecho, arre¨® un discurso de una hora, como si fuese un Fidel Castro de Cala Finestrat, para acaparar en su pechera las condecoraciones, extenuar a la concurrencia y vaciar los contenidos del parlamento de su prestatario. Le volvi¨® a pasar el jueves antes de la inauguraci¨®n de L'Oceanogr¨¤fic, donde tuvo que esperar mientras I?aki Gabilondo entrevistaba a Olivas por tel¨¦fono y alguien, de los que ten¨ªan acceso al n¨²mero de m¨®vil del presidente, se encargaba de machacar la conversaci¨®n con el chiflido de la llamada en espera. Tambi¨¦n lo ha notado con los empresarios, que han empezado a reubicarse, a largar y a celebrar que han recuperado soberan¨ªa desde que ya no est¨¢. De repente su cielo raso se ha llenado de signos inquietantes. S¨®lo son s¨ªntomas de descomposici¨®n. De que el zaplanismo sin Zaplana, como ocurri¨® con el casquismo sin Cascos, era una ilusi¨®n caudillista imposible. De que el abismo ha empezado a absorberle. De que Antonio Puebla continuar¨¢ cortando trajes para otro, a quien los empresarios tambi¨¦n pasar¨¢n la mano por el lomo como si fuera inmortal. Aunque, despu¨¦s de todo, siempre le quedar¨¢ el pudridero con derecho a dos asesores y ch¨®fer, el rictus y la l¨¢pida del Consejo Jur¨ªdico Consultivo.
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