El padre del genoma humano
El Proyecto Genoma Humano continu¨® a pesar de la dimisi¨®n de Watson. Ha sido, de hecho, una de las empresas m¨¢s ambiciosas que ha emprendido la humanidad. M¨¢s ambiciosa y, en principio, tambi¨¦n m¨¢s noble, puesto que se trataba de un proyecto p¨²blico (esto es, financiado por los erarios de varias naciones) destinado a obtener un conocimiento que, adem¨¢s de contribuir al avance de la ciencia, deber¨ªa tener consecuencias evidentes para la salud: no s¨®lo desentra?ar mecanismos b¨¢sicos para la vida, sino tambi¨¦n, por ejemplo, averiguar las relaciones entre genes y caracter¨ªsticas determinadas (incluyendo enfermedades) de, en este caso, la especie humana.
Precisamente por esta dimensi¨®n del Proyecto Genoma Humano, era evidente que su objetivo ten¨ªa inter¨¦s tambi¨¦n para la industria privada. Semejante inter¨¦s no tard¨® demasiado en manifestarse: lo hizo a trav¨¦s de una compa?¨ªa comercial fundada en 1998 denominada Celera Genomics, dirigida por el innovador bi¨®logo molecular Craig Venter (1946).
Los mundos de la ciencia. Del Big Bang al 11 de septiembre
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron Espasa
350 medicamentos dirigidos a combatir m¨¢s de 250 enfermedades se encuentran en su ¨²ltima fase de desarrollo. Estos f¨¢rmacos se dirigen a necesidades m¨¦dicas hasta el momento sin cubrir
Venter secuenci¨® el genoma de una bacteria, 'Hemophilus influenzae', que, entre otras enfermedades, produce meningitis y sordera; el primer genoma completo de un organismo vivo
El m¨¦todo de Venter
Licenciado en bioqu¨ªmica y doctorado en fisiolog¨ªa y farmacolog¨ªa en 1975 por la Universidad de California, en San Diego, Venter trabaj¨® a principios de los noventa para los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, de National Institutes of Health) de Estados Unidos, que, como hemos visto, controlan el Proyecto Genoma Humano, realizando importantes contribuciones al desciframiento de genes. Tuvo, no obstante, un conflicto con sus patrones con respecto a la decisi¨®n de los NIH de patentar una secuencia parcial de genes que ¨¦l hab¨ªa identificado, y dimiti¨® en 1991, fundando en 1992, en Rockville (Maryland), el Institute for Genomic Research, que no buscaba beneficios, y al que una corporaci¨®n sanitaria, HealthCare Management Investment Corp., aport¨® 70 millones de d¨®lares de capital. All¨ª, Venter desarroll¨® una t¨¦cnica pionera para identificar genes en cadenas de ADN, una t¨¦cnica (denominada shotgun) completamente diferente a la que se estaba utilizando en el Proyecto Genoma Humano (mientras que ¨¦ste buscaba identificar un gen cada vez, el m¨¦todo de Venter romp¨ªa el genoma en millones de fragmentos que se solapan, leyendo con m¨¢quinas las secuencias, para, finalmente, poderosos ordenadores reunir los datos en una secuencia completa de genoma). Con su m¨¦todo (10 veces m¨¢s barato que el empleado por el proyecto p¨²blico, y m¨¢s r¨¢pido), Venter secuenci¨® el genoma de una bacteria, Hemophilus influenzae, que entre otras enfermedades produce meningitis y sordera; el primer genoma completo de un organismo vivo completado en la historia (los resultados fueron publicados en 1995).
Tras una relaci¨®n con otra compa?¨ªa, Human Genome Sciences, que termin¨® en 1997, despu¨¦s de haber invertido 37 millones de d¨®lares, en 1998, Venter, que entonces ten¨ªa 54 a?os, anunci¨® su intenci¨®n de determinar la secuencia del genoma humano, lo que, evidentemente, implicaba competir con el proyecto p¨²blico. Para alcanzar tal fin, en junio de 1998 constituy¨®, ali¨¢ndose con Applera Corporation, una compa?¨ªa, que esta vez s¨ª que buscaba beneficios: Celera Genomics, en la que ¨¦l era al mismo tiempo presidente y principal oficial cient¨ªfico.
El primer proyecto que Celera afront¨® fue la secuenciaci¨®n del genoma de la mosca Drosophila melanogaster, cuyo sistema nervioso central tiene muchos genes en com¨²n con el de los humanos. Era obvio que se trataba de un ensayo para enfrentarse al genoma humano. Los resultados de aquel primer proyecto de Celera fueron publicados en Science el 24 de marzo de 2000, en un art¨ªculo con 240 investigadores de todo el mundo figurando como autores. El n¨²mero de genes que encontraron en la secuencia (que Venter consideraba de una precisi¨®n del 99,9%) fue de 14.000.
Por entonces, y haciendo honor a la ra¨ªz latina de su nombre (celera), la compa?¨ªa dirigida por Venter ya estaba firmemente implicada en la secuenciaci¨®n del genoma humano. De hecho, tres meses m¨¢s tarde, el 26 de junio, Venter, en su calidad de presidente de Celera Genomics, y Francis Collins, desde abril de 1993 director del Proyecto Genoma Humano, realizaron un primer anuncio conjunto manifestando que hab¨ªan completado la secuenciaci¨®n del genoma humano. A pesar de lo grandilocuente de la declaraci¨®n, en la que estuvieron presentes el presidente Clinton y el primer ministro brit¨¢nico Blair, a¨²n quedaba bastante que hacer, No se hab¨ªa dicho nada, por ejemplo, sobre cu¨¢ntos genes forman el genoma humano. El 11 de febrero de 2001 se remediaba tal carencia, anunci¨¢ndose que el ser humano tiene unos 30.000 genes, frente al n¨²mero de alrededor de 100.000 que se llevaba suponiendo desde hac¨ªa a?os. Tenemos, pues, poco m¨¢s del doble de genes que una mosca y menos que el arroz, seg¨²n se comprob¨® m¨¢s tarde, cuando, en abril de 2002, un equipo de investigadores formado por miembros del Instituto de Gen¨®mica de Pek¨ªn y del Centro del Genoma de Washington anunci¨® que el genoma de esta planta cuenta entre 50.000 y 60.000 genes. El 15 de febrero, el consorcio p¨²blico presentaba sus resultados en Nature, mientras que Celera lo hac¨ªa un d¨ªa despu¨¦s en Science.
Hasta aqu¨ª los hechos cient¨ªficos, presentados con gran concisi¨®n. Pero es evidente que esta historia no se puede reducir ¨²nicamente a hechos cient¨ªficos. Hay m¨¢s, mucho m¨¢s.
Las innovaciones de Celera
En primer lugar, es preciso se?alar que la aparici¨®n en escena de Venter y Celera Genomics ha sido buena para el proyecto de secuenciar el genoma de los humanos. Las previsiones m¨¢s optimistas del Proyecto Genoma Humano, en lo que se refiere a completar la empresa para la que fue creado, situaban ese t¨¦rmino en el a?o 2003. Las innovaciones aportadas por Celera, la competici¨®n que signific¨® su aparici¨®n y el ritmo que ¨¦sta necesariamente deb¨ªa llevar para intentar lograr su fin de rentabilidad sirvieron de est¨ªmulo para el consorcio p¨²blico. Por otra parte, como no pod¨ªa ser de otra manera, desde el principio se hizo obvio el problema que significaba el que Celera quisiese rentabilizar sus inversiones. Mientras que cualquier persona interesada tiene acceso libre a los datos obtenidos por el Proyecto Genoma Humano, no es as¨ª con los de Celera: la comunidad cient¨ªfica puede, en principio, acceder libremente a sus datos de segmentos del genoma con menos de un mill¨®n de bases, pero debe pedir permiso o pagar para trozos mayores, comprometi¨¦ndose a no comerciar con la informaci¨®n recibida, una condici¨®n desigual, ya que Celera se ha beneficiado desde el principio de la informaci¨®n puesta en circulaci¨®n por el consorcio p¨²blico internacional.
Patentes
El trasfondo de todo es, naturalmente, estar en la mejor situaci¨®n posible para conseguir patentes. Ya en 2000, Celera hab¨ªa completado la solicitud de cerca de 7.000 patentes provisionales, esto es, manifestado que hab¨ªa realizado un descubrimiento y que pretend¨ªa hacer una solicitud formal de patente en el plazo de un a?o. Su prop¨®sito era, seg¨²n Venter, seleccionar entre 100 y 300 genes que cumpliesen el requisito de utilidad comercial y patentarlos. En una audiencia p¨²blica celebrada el 6 de abril de 2000 en el Congreso de Estados Unidos, Venter advert¨ªa sobre los peligros que implicar¨ªa, como ped¨ªan algunos, modificar la legislaci¨®n de patentes para genes: "Cambios en la ley de patentes deben ser considerados en el contexto de los efectos que tendr¨¢n en los esfuerzos que realizan las compa?¨ªas farmac¨¦uticas para descubrir nuevos f¨¢rmacos". Era necesario, a?ad¨ªa, proteger a las empresas, cada una de las cuales se enfrentaba a un gasto entre 300 y 800 millones de d¨®lares cada vez que ten¨ªa que intentar superar los procedimientos exigidos por la Food & Drug Administration (Agencia de Alimentaci¨®n y Medicamentos) para aprobar un nuevo medicamento. Un a?o despu¨¦s, el 11 de julio de 2001, en otra comparecencia ante el Congreso, Venter se adjudicaba (probablemente sin exagerar) una representaci¨®n mucho m¨¢s amplia que su propia compa?¨ªa comercial: "Estoy testificando en representaci¨®n de la Organizaci¨®n de la Industria Biotecnol¨®gica (Biotechnological Industry Organization; BIO), que representa a casi 1.000 compa?¨ªas biotecnol¨®gicas, instituciones acad¨¦micas, centros biotecnol¨®gicos estatales y organizaciones relacionadas en los 50 Estados de EE UU y otras 33 naciones. Los miembros de BIO est¨¢n implicados en la investigaci¨®n y desarrollo de productos biotecnol¨®gicos para el mantenimiento de la salud, agricultura, industria y medio ambiente". El p¨²blico, a?ad¨ªa, "debe tener confianza en que podr¨¢ beneficiarse de todos estos desarrollos tecnol¨®gicos sin temer que la informaci¨®n obtenida de esta manera sea usada en contra de ellos... En la actualidad, 117 productos biotecnol¨®gicos han ayudado a 250 millones de personas de todo el mundo. Otros 350 medicamentos dirigidos a combatir m¨¢s de 250 enfermedades se encuentran en su ¨²ltima fase de desarrollo. Estos productos se dirigen a necesidades m¨¦dicas hasta el momento sin cubrir... La ansiedad del p¨²blico podr¨ªa limitar su potencial. BIO ha apoyado desde hace mucho la legislaci¨®n federal que asegurar¨¢ que la informaci¨®n m¨¦dica de una persona, incluyendo informaci¨®n gen¨¦tica, no ser¨¢ mal utilizada. Consecuentemente, BIO apoya la legislaci¨®n cuidadosamente elaborada que proh¨ªbe la discriminaci¨®n en seguros de salud basada en informaci¨®n gen¨¦tica".
Vemos c¨®mo Venter se afanaba en asegurar que el p¨²blico no deb¨ªa temer nada de las compa?¨ªas biotecnol¨®gicas y farmac¨¦uticas que pretend¨ªan asegurarse los derechos de todo tipo de patentes gen¨¦ticas. Es natural que se esforzase en tal sentido: el mundo de las patentes de genes y secuencias gen¨¦ticas tiene una historia muy breve, estando casi todo por hacer y decidir. El derecho a conceder este tipo de patentes en EE UU fue reconocido en 1980 por la decisi¨®n del Tribunal Supremo en el caso Diamond 'versus' Chakrabarty, que dictamin¨® que se pod¨ªan patentar organismos vivos producidos por ingenier¨ªa gen¨¦tica. A ra¨ªz de esta decisi¨®n, a mediados de la d¨¦cada de 1980, la Oficina de Patentes estadounidense (Patent and Trademark Office; PTO) tom¨® medidas para ampliar el derecho a patentar plantas y animales no humanos: en 1987, por ejemplo, concedi¨® el derecho a patentar animales transg¨¦nicos, esto es, creados por ingenier¨ªa gen¨¦tica, aunque, por fortuna, prohibi¨® que se patentasen humanos alterados gen¨¦ticamente, bas¨¢ndose en una enmienda antiesclavista de la Constituci¨®n estadounidense que impide la propiedad de seres humanos. Utilizando el primer acuerdo, el 12 de abril de 1988 se aceptaba la patente de un rat¨®n transg¨¦nico que portaba un gen humano que produce c¨¢ncer, creado en la Universidad de Harvard. En 1995, la Corte de Recursos declar¨® que tambi¨¦n eran patentables secuencias de nucle¨®tidos parcialmente publicadas. Bas¨¢ndose en esta legislaci¨®n, en octubre de 1998 la PTO concedi¨® la primera patente de una secuencia de ADN -incluyendo genes- a favor de InCyte Pharmaceuticals Inc. En 2000, el n¨²mero de patentes que la oficina estadounidense concedi¨® a este tipo de secuencias alcanzaba las 2.000. Es cierto que existen diferencias en el campo biotecnol¨®gico entre las leyes que rigen las patentes en diferentes pa¨ªses, pero, en cualquier caso, ?qu¨¦ valor tiene, en el mundo globalizado mercantilmente en el que vivimos, una prohibici¨®n as¨ª si alg¨²n pa¨ªs no la admite? Ninguno. De hecho, cuando se observan los gr¨¢ficos que expresan el aumento del n¨²mero de patentes de secuencias de ADN concedidas en el mundo, se comprueba que el crecimiento es exponencial. Ha comenzado una carrera de la que no sabemos d¨®nde se encuentra la meta, ni tampoco todas las reglas que rigen la competici¨®n.
Cient¨ªfico-empresario
No hay por qu¨¦ sorprenderse de lo que est¨¢ ocurriendo. ?Esper¨¢bamos algo diferente en el mundo que hemos construido, un mundo que valora crecientemente la intervenci¨®n de empresas privadas en, por ejemplo, la financiaci¨®n de la investigaci¨®n cient¨ªfica como un fin para disminuir las pesadas cargas que soporta el Estado? ?Por qu¨¦ iba a regirse el mundo de la ciencia por leyes diferentes a las del mercado, a, en particular, la b¨²squeda de beneficios? ?Porque se trata, en los casos que estoy comentando, de nuestra salud, de formas de vida, de cosas todas que nos son mucho m¨¢s pr¨®ximas que circuitos electr¨®nicos o materiales dise?ados a la carta? No seamos ingenuos. La biograf¨ªa de Venter, un magn¨ªfico cient¨ªfico, muestra con extrema claridad algunas de las caracter¨ªsticas de este mundo, que no hay que esperar a que llegue, por la sencilla raz¨®n de que ya est¨¢ aqu¨ª. Tampoco ha sido Venter el primero de estos cient¨ªficos-empresarios biom¨¦dicos, ni ser¨¢ el ¨²ltimo (podr¨ªa, por ejemplo, haber utilizado el caso de Frederick Sanger [1918-], uno de los pocos miembros del exclusivo club formado por aquellos cient¨ªficos con dos Premios Nobel -el primero, de Qu¨ªmica, lo recibi¨® en 1958 por sus trabajos sobre la estructura de prote¨ªnas, especialmente de la insulina; el segundo, tambi¨¦n de Qu¨ªmica, en 1980, compartido con Walter Gilbert y Paul Berg, por sus contribuciones a la determinaci¨®n de las secuencias de bases en ¨¢cidos nucleicos-; despu¨¦s de una larga carrera en ciencia pura, la mayor parte desarrollada en la Universidad de Cambridge, Sanger se convirti¨® en director de una gran empresa dedicada a secuenciar genomas a gran escala).
Por cierto, en enero de 2002, Venter anunci¨® que dejaba Celera Genomics, aparentemente debido a la agresiva pol¨ªtica de la compa?¨ªa, que, presionada por el socio capitalista para rentabilizar sus cuantiosas inversiones, compr¨® una empresa farmac¨¦utica y anunci¨® su dedicaci¨®n al descubrimiento de nuevos f¨¢rmacos. Si fue as¨ª realmente, la ingenuidad de Venter es escalofriante, aunque yo preferir¨ªa hablar m¨¢s bien de cinismo o, siendo generoso, de inconsecuencia. En cualquier caso, Venter (que en abril de 2002 reconoci¨® que parte del material que hab¨ªa utilizado en sus investigaciones del genoma humano proced¨ªa de ¨¦l mismo) contin¨²a al frente del comit¨¦ de asesores cient¨ªficos de la compa?¨ªa, un hecho ¨¦ste que habla por s¨ª solo acerca de cu¨¢les son sus convicciones y esp¨ªritu, un esp¨ªritu en el que investigaci¨®n cient¨ªfica y t¨¢cticas empresariales se combinan perfectamente.
El Proyecto Genoma Humano continu¨® a pesar de la dimisi¨®n de Watson. Ha sido, de hecho, una de las empresas m¨¢s ambiciosas que ha emprendido la humanidad. M¨¢s ambiciosa y, en principio, tambi¨¦n m¨¢s noble, puesto que se trataba de un proyecto p¨²blico (esto es, financiado por los erarios de varias naciones) destinado a obtener un conocimiento que, adem¨¢s de contribuir al avance de la ciencia, deber¨ªa tener consecuencias evidentes para la salud: no s¨®lo desentra?ar mecanismos b¨¢sicos para la vida, sino tambi¨¦n, por ejemplo, averiguar las relaciones entre genes y caracter¨ªsticas determinadas (incluyendo enfermedades) de, en este caso, la especie humana.
Precisamente por esta dimensi¨®n del Proyecto Genoma Humano, era evidente que su objetivo ten¨ªa inter¨¦s tambi¨¦n para la industria privada. Semejante inter¨¦s no tard¨® demasiado en manifestarse: lo hizo a trav¨¦s de una compa?¨ªa comercial fundada en 1998 denominada Celera Genomics, dirigida por el innovador bi¨®logo molecular Craig Venter (1946).
El m¨¦todo de Venter
Licenciado en bioqu¨ªmica y doctorado en fisiolog¨ªa y farmacolog¨ªa en 1975 por la Universidad de California, en San Diego, Venter trabaj¨® a principios de los noventa para los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, de National Institutes of Health) de Estados Unidos, que, como hemos visto, controlan el Proyecto Genoma Humano, realizando importantes contribuciones al desciframiento de genes. Tuvo, no obstante, un conflicto con sus patrones con respecto a la decisi¨®n de los NIH de patentar una secuencia parcial de genes que ¨¦l hab¨ªa identificado, y dimiti¨® en 1991, fundando en 1992, en Rockville (Maryland), el Institute for Genomic Research, que no buscaba beneficios, y al que una corporaci¨®n sanitaria, HealthCare Management Investment Corp., aport¨® 70 millones de d¨®lares de capital. All¨ª, Venter desarroll¨® una t¨¦cnica pionera para identificar genes en cadenas de ADN, una t¨¦cnica (denominada shotgun) completamente diferente a la que se estaba utilizando en el Proyecto Genoma Humano (mientras que ¨¦ste buscaba identificar un gen cada vez, el m¨¦todo de Venter romp¨ªa el genoma en millones de fragmentos que se solapan, leyendo con m¨¢quinas las secuencias, para, finalmente, poderosos ordenadores reunir los datos en una secuencia completa de genoma). Con su m¨¦todo (10 veces m¨¢s barato que el empleado por el proyecto p¨²blico, y m¨¢s r¨¢pido), Venter secuenci¨® el genoma de una bacteria, Hemophilus influenzae, que entre otras enfermedades produce meningitis y sordera; el primer genoma completo de un organismo vivo completado en la historia (los resultados fueron publicados en 1995).
Tras una relaci¨®n con otra compa?¨ªa, Human Genome Sciences, que termin¨® en 1997, despu¨¦s de haber invertido 37 millones de d¨®lares, en 1998, Venter, que entonces ten¨ªa 54 a?os, anunci¨® su intenci¨®n de determinar la secuencia del genoma humano, lo que, evidentemente, implicaba competir con el proyecto p¨²blico. Para alcanzar tal fin, en junio de 1998 constituy¨®, ali¨¢ndose con Applera Corporation, una compa?¨ªa, que esta vez s¨ª que buscaba beneficios: Celera Genomics, en la que ¨¦l era al mismo tiempo presidente y principal oficial cient¨ªfico.
El primer proyecto que Celera afront¨® fue la secuenciaci¨®n del genoma de la mosca Drosophila melanogaster, cuyo sistema nervioso central tiene muchos genes en com¨²n con el de los humanos. Era obvio que se trataba de un ensayo para enfrentarse al genoma humano. Los resultados de aquel primer proyecto de Celera fueron publicados en Science el 24 de marzo de 2000, en un art¨ªculo con 240 investigadores de todo el mundo figurando como autores. El n¨²mero de genes que encontraron en la secuencia (que Venter consideraba de una precisi¨®n del 99,9%) fue de 14.000.
Por entonces, y haciendo honor a la ra¨ªz latina de su nombre (celera), la compa?¨ªa dirigida por Venter ya estaba firmemente implicada en la secuenciaci¨®n del genoma humano. De hecho, tres meses m¨¢s tarde, el 26 de junio, Venter, en su calidad de presidente de Celera Genomics, y Francis Collins, desde abril de 1993 director del Proyecto Genoma Humano, realizaron un primer anuncio conjunto manifestando que hab¨ªan completado la secuenciaci¨®n del genoma humano. A pesar de lo grandilocuente de la declaraci¨®n, en la que estuvieron presentes el presidente Clinton y el primer ministro brit¨¢nico Blair, a¨²n quedaba bastante que hacer, No se hab¨ªa dicho nada, por ejemplo, sobre cu¨¢ntos genes forman el genoma humano. El 11 de febrero de 2001 se remediaba tal carencia, anunci¨¢ndose que el ser humano tiene unos 30.000 genes, frente al n¨²mero de alrededor de 100.000 que se llevaba suponiendo desde hac¨ªa a?os. Tenemos, pues, poco m¨¢s del doble de genes que una mosca y menos que el arroz, seg¨²n se comprob¨® m¨¢s tarde, cuando, en abril de 2002, un equipo de investigadores formado por miembros del Instituto de Gen¨®mica de Pek¨ªn y del Centro del Genoma de Washington anunci¨® que el genoma de esta planta cuenta entre 50.000 y 60.000 genes. El 15 de febrero, el consorcio p¨²blico presentaba sus resultados en Nature, mientras que Celera lo hac¨ªa un d¨ªa despu¨¦s en Science.
Hasta aqu¨ª los hechos cient¨ªficos, presentados con gran concisi¨®n. Pero es evidente que esta historia no se puede reducir ¨²nicamente a hechos cient¨ªficos. Hay m¨¢s, mucho m¨¢s.
Las innovaciones de Celera
En primer lugar, es preciso se?alar que la aparici¨®n en escena de Venter y Celera Genomics ha sido buena para el proyecto de secuenciar el genoma de los humanos. Las previsiones m¨¢s optimistas del Proyecto Genoma Humano, en lo que se refiere a completar la empresa para la que fue creado, situaban ese t¨¦rmino en el a?o 2003. Las innovaciones aportadas por Celera, la competici¨®n que signific¨® su aparici¨®n y el ritmo que ¨¦sta necesariamente deb¨ªa llevar para intentar lograr su fin de rentabilidad sirvieron de est¨ªmulo para el consorcio p¨²blico. Por otra parte, como no pod¨ªa ser de otra manera, desde el principio se hizo obvio el problema que significaba el que Celera quisiese rentabilizar sus inversiones. Mientras que cualquier persona interesada tiene acceso libre a los datos obtenidos por el Proyecto Genoma Humano, no es as¨ª con los de Celera: la comunidad cient¨ªfica puede, en principio, acceder libremente a sus datos de segmentos del genoma con menos de un mill¨®n de bases, pero debe pedir permiso o pagar para trozos mayores, comprometi¨¦ndose a no comerciar con la informaci¨®n recibida, una condici¨®n desigual, ya que Celera se ha beneficiado desde el principio de la informaci¨®n puesta en circulaci¨®n por el consorcio p¨²blico internacional.
Patentes
El trasfondo de todo es, naturalmente, estar en la mejor situaci¨®n posible para conseguir patentes. Ya en 2000, Celera hab¨ªa completado la solicitud de cerca de 7.000 patentes provisionales, esto es, manifestado que hab¨ªa realizado un descubrimiento y que pretend¨ªa hacer una solicitud formal de patente en el plazo de un a?o. Su prop¨®sito era, seg¨²n Venter, seleccionar entre 100 y 300 genes que cumpliesen el requisito de utilidad comercial y patentarlos. En una audiencia p¨²blica celebrada el 6 de abril de 2000 en el Congreso de Estados Unidos, Venter advert¨ªa sobre los peligros que implicar¨ªa, como ped¨ªan algunos, modificar la legislaci¨®n de patentes para genes: "Cambios en la ley de patentes deben ser considerados en el contexto de los efectos que tendr¨¢n en los esfuerzos que realizan las compa?¨ªas farmac¨¦uticas para descubrir nuevos f¨¢rmacos". Era necesario, a?ad¨ªa, proteger a las empresas, cada una de las cuales se enfrentaba a un gasto entre 300 y 800 millones de d¨®lares cada vez que ten¨ªa que intentar superar los procedimientos exigidos por la Food & Drug Administration (Agencia de Alimentaci¨®n y Medicamentos) para aprobar un nuevo medicamento. Un a?o despu¨¦s, el 11 de julio de 2001, en otra comparecencia ante el Congreso, Venter se adjudicaba (probablemente sin exagerar) una representaci¨®n mucho m¨¢s amplia que su propia compa?¨ªa comercial: "Estoy testificando en representaci¨®n de la Organizaci¨®n de la Industria Biotecnol¨®gica (Biotechnological Industry Organization; BIO), que representa a casi 1.000 compa?¨ªas biotecnol¨®gicas, instituciones acad¨¦micas, centros biotecnol¨®gicos estatales y organizaciones relacionadas en los 50 Estados de EE UU y otras 33 naciones. Los miembros de BIO est¨¢n implicados en la investigaci¨®n y desarrollo de productos biotecnol¨®gicos para el mantenimiento de la salud, agricultura, industria y medio ambiente". El p¨²blico, a?ad¨ªa, "debe tener confianza en que podr¨¢ beneficiarse de todos estos desarrollos tecnol¨®gicos sin temer que la informaci¨®n obtenida de esta manera sea usada en contra de ellos... En la actualidad, 117 productos biotecnol¨®gicos han ayudado a 250 millones de personas de todo el mundo. Otros 350 medicamentos dirigidos a combatir m¨¢s de 250 enfermedades se encuentran en su ¨²ltima fase de desarrollo. Estos productos se dirigen a necesidades m¨¦dicas hasta el momento sin cubrir... La ansiedad del p¨²blico podr¨ªa limitar su potencial. BIO ha apoyado desde hace mucho la legislaci¨®n federal que asegurar¨¢ que la informaci¨®n m¨¦dica de una persona, incluyendo informaci¨®n gen¨¦tica, no ser¨¢ mal utilizada. Consecuentemente, BIO apoya la legislaci¨®n cuidadosamente elaborada que proh¨ªbe la discriminaci¨®n en seguros de salud basada en informaci¨®n gen¨¦tica".
Vemos c¨®mo Venter se afanaba en asegurar que el p¨²blico no deb¨ªa temer nada de las compa?¨ªas biotecnol¨®gicas y farmac¨¦uticas que pretend¨ªan asegurarse los derechos de todo tipo de patentes gen¨¦ticas. Es natural que se esforzase en tal sentido: el mundo de las patentes de genes y secuencias gen¨¦ticas tiene una historia muy breve, estando casi todo por hacer y decidir. El derecho a conceder este tipo de patentes en EE UU fue reconocido en 1980 por la decisi¨®n del Tribunal Supremo en el caso Diamond 'versus' Chakrabarty, que dictamin¨® que se pod¨ªan patentar organismos vivos producidos por ingenier¨ªa gen¨¦tica. A ra¨ªz de esta decisi¨®n, a mediados de la d¨¦cada de 1980, la Oficina de Patentes estadounidense (Patent and Trademark Office; PTO) tom¨® medidas para ampliar el derecho a patentar plantas y animales no humanos: en 1987, por ejemplo, concedi¨® el derecho a patentar animales transg¨¦nicos, esto es, creados por ingenier¨ªa gen¨¦tica, aunque, por fortuna, prohibi¨® que se patentasen humanos alterados gen¨¦ticamente, bas¨¢ndose en una enmienda antiesclavista de la Constituci¨®n estadounidense que impide la propiedad de seres humanos. Utilizando el primer acuerdo, el 12 de abril de 1988 se aceptaba la patente de un rat¨®n transg¨¦nico que portaba un gen humano que produce c¨¢ncer, creado en la Universidad de Harvard. En 1995, la Corte de Recursos declar¨® que tambi¨¦n eran patentables secuencias de nucle¨®tidos parcialmente publicadas. Bas¨¢ndose en esta legislaci¨®n, en octubre de 1998 la PTO concedi¨® la primera patente de una secuencia de ADN -incluyendo genes- a favor de InCyte Pharmaceuticals Inc. En 2000, el n¨²mero de patentes que la oficina estadounidense concedi¨® a este tipo de secuencias alcanzaba las 2.000. Es cierto que existen diferencias en el campo biotecnol¨®gico entre las leyes que rigen las patentes en diferentes pa¨ªses, pero, en cualquier caso, ?qu¨¦ valor tiene, en el mundo globalizado mercantilmente en el que vivimos, una prohibici¨®n as¨ª si alg¨²n pa¨ªs no la admite? Ninguno. De hecho, cuando se observan los gr¨¢ficos que expresan el aumento del n¨²mero de patentes de secuencias de ADN concedidas en el mundo, se comprueba que el crecimiento es exponencial. Ha comenzado una carrera de la que no sabemos d¨®nde se encuentra la meta, ni tampoco todas las reglas que rigen la competici¨®n.
Cient¨ªfico-empresario
No hay por qu¨¦ sorprenderse de lo que est¨¢ ocurriendo. ?Esper¨¢bamos algo diferente en el mundo que hemos construido, un mundo que valora crecientemente la intervenci¨®n de empresas privadas en, por ejemplo, la financiaci¨®n de la investigaci¨®n cient¨ªfica como un fin para disminuir las pesadas cargas que soporta el Estado? ?Por qu¨¦ iba a regirse el mundo de la ciencia por leyes diferentes a las del mercado, a, en particular, la b¨²squeda de beneficios? ?Porque se trata, en los casos que estoy comentando, de nuestra salud, de formas de vida, de cosas todas que nos son mucho m¨¢s pr¨®ximas que circuitos electr¨®nicos o materiales dise?ados a la carta? No seamos ingenuos. La biograf¨ªa de Venter, un magn¨ªfico cient¨ªfico, muestra con extrema claridad algunas de las caracter¨ªsticas de este mundo, que no hay que esperar a que llegue, por la sencilla raz¨®n de que ya est¨¢ aqu¨ª. Tampoco ha sido Venter el primero de estos cient¨ªficos-empresarios biom¨¦dicos, ni ser¨¢ el ¨²ltimo (podr¨ªa, por ejemplo, haber utilizado el caso de Frederick Sanger [1918-], uno de los pocos miembros del exclusivo club formado por aquellos cient¨ªficos con dos Premios Nobel -el primero, de Qu¨ªmica, lo recibi¨® en 1958 por sus trabajos sobre la estructura de prote¨ªnas, especialmente de la insulina; el segundo, tambi¨¦n de Qu¨ªmica, en 1980, compartido con Walter Gilbert y Paul Berg, por sus contribuciones a la determinaci¨®n de las secuencias de bases en ¨¢cidos nucleicos-; despu¨¦s de una larga carrera en ciencia pura, la mayor parte desarrollada en la Universidad de Cambridge, Sanger se convirti¨® en director de una gran empresa dedicada a secuenciar genomas a gran escala).
Por cierto, en enero de 2002, Venter anunci¨® que dejaba Celera Genomics, aparentemente debido a la agresiva pol¨ªtica de la compa?¨ªa, que, presionada por el socio capitalista para rentabilizar sus cuantiosas inversiones, compr¨® una empresa farmac¨¦utica y anunci¨® su dedicaci¨®n al descubrimiento de nuevos f¨¢rmacos. Si fue as¨ª realmente, la ingenuidad de Venter es escalofriante, aunque yo preferir¨ªa hablar m¨¢s bien de cinismo o, siendo generoso, de inconsecuencia. En cualquier caso, Venter (que en abril de 2002 reconoci¨® que parte del material que hab¨ªa utilizado en sus investigaciones del genoma humano proced¨ªa de ¨¦l mismo) contin¨²a al frente del comit¨¦ de asesores cient¨ªficos de la compa?¨ªa, un hecho ¨¦ste que habla por s¨ª solo acerca de cu¨¢les son sus convicciones y esp¨ªritu, un esp¨ªritu en el que investigaci¨®n cient¨ªfica y t¨¢cticas empresariales se combinan perfectamente.
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