C¨®mo las FARC matan la libertad
Muchos colombianos niegan que en su pa¨ªs haya guerra civil, porque para eso, argumentan, har¨ªa falta que hubiera dos o m¨¢s facciones frente a frente, cuando s¨®lo una m¨ªnima parte de la ciudadan¨ªa respalda a las diferentes constelaciones subversivas: la guerrilla presuntamente marxista y con toda seguridad narcotraficante, las FARC que dirige Manuel Marulanda, con tres cuartos de siglo el jefe insurrecto m¨¢s viejo del mundo, y los paramilitares, guardias blancas del antiguo latifundismo y hoy bandidos explotadores de la droga, que ahora dicen que quieren dejar el negocio. Pero es indiscutible que hay un tercer partido, el pueblo, que s¨®lo quiere paz, y al que se somete a diario a la extorsi¨®n, el crimen y una pr¨¢ctica que traiciona el desprecio insurreccional por la naci¨®n: el secuestro. M¨¢s de 3.000 colombianos est¨¢n hoy privados de libertad, la mayor¨ªa por las FARC.
En exigencia de la libertad de todos ellos y de la observancia por los subversivos de las normas m¨¢s elementales del derecho humanitario recorren estos d¨ªas Espa?a, despu¨¦s de haber visitado Francia e instancias de la UE en Bruselas, Sof¨ªa y An¨ªbal Gaviria, hermanos del gobernador de la provincia de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, ingeniero de 40 a?os, secuestrado por la tropa de Marulanda junto al comisionado de paz de la regi¨®n y ex ministro de Defensa Gilberto Echeverri, el 21 de abril.
Marcha hacia Caicedo
Ambos encabezaban una marcha de 2.000 personas hacia Caicedo, a unos 120 kil¨®metros de la capital antioque?a, Medell¨ªn, para solidarizarse en nombre de la no violencia con los 8.000 habitantes de aquella localidad, que hab¨ªan iniciado un movimiento de resistencia civil a todo tipo de maleantes disfrazados de salvapatrias.
Con pretextos torticeros, las FARC los indujeron a conversar y se qued¨® ese d¨ªa con su libertad, valor de cambio indiscutible para el llamado canje. Personalidades como las citadas, a trocar por algunos de los centenares de guerrilleros que contemplan la lucha desde la barrera de las c¨¢rceles del Estado. El Gobierno del presidente ?lvaro Uribe no es frontalmente contrario a esa permuta, aunque presenta inconvenientes jur¨ªdicos en un pa¨ªs fuertemente prendado de una legalidad muchas veces tan enrevesada como inaplicable, que la ciudadan¨ªa, por su parte, no hace tampoco inauditos esfuerzos por cumplir. Pero, adem¨¢s, la guerrilla, muy poco interesada en el alivio humanitario de la guerra, quiere canje y humillaci¨®n del Estado, escenificaci¨®n oper¨ªstica en la jungla y taqu¨ªgrafos para proclamarlo.Paralelamente, en Par¨ªs se ha originado una carta a la opini¨®n p¨²blica internacional en protesta por el secuestro de Ingrid Betancourt, de doble nacionalidad colombiana y francesa, y candidata presidencial en las pasadas elecciones de mayo, en poder tambi¨¦n de las FARC, desde el 23 de febrero. Los firmantes, que proclaman su intenci¨®n de no inmiscuirse como extranjeros en los asuntos colombianos, denuncian la violaci¨®n en el conflicto de los derechos humanos b¨¢sicos, y, a¨²n afirmando que en el pa¨ªs "las instituciones y la vida democr¨¢tica siguen siendo deficientes", piden a la guerrilla "y a los otros grupos de lucha armada que liberen a todas las v¨ªctimas que permanecen secuestradas en Colombia". Entre los firmantes se hallan los franceses Regis Debray, Jean Lacouture y Elie Wiesel, el espa?ol Federico Mayor, los latinoamericanos Carlos Fuentes, Isabel Allende, Adolfo P¨¦rez Esquivel, Ernesto S¨¢bato y Miguel ?ngel Estrella y los norteamericanos William Styron y Kurt Vonnegut.
Los hermanos Gaviria han obtenido del Gobierno franc¨¦s que haga presente su inquietud y condena por la pr¨¢ctica del secuestro en el conflicto, y ellos ser¨ªan los primeros sorprendidos si de Espa?a, a quien le toca por bastantes m¨¢s sitios la intimidad de lo colombiano, no hiciera otro tanto. No s¨®lo por el gobernador Gaviria y el comisionado Echeverri, por Betancourt o los que tienen m¨¢s de una nacionalidad, sino por todos aquellos que sufren vejaci¨®n en sus vidas por estar sometidas a injusto cautiverio.
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