Elogio de la prudencia
?Lo que va de ayer a hoy! En el siglo XVI el rabino Ben Bezael construy¨® el Golem para proteger a sus feligreses, los habitantes del gueto de Praga. Se trataba de un hom¨²nculo de arcilla que cobraba vida y crec¨ªa hasta hacerse un fortach¨®n gracias a que el rabino le inscribi¨® en la frente el Nombre Secreto de Dios. El d¨¦bil se inventaba al fuerte para sublimar su debilidad. Hoy ocurre lo contrario. El hombre m¨¢s poderoso del mundo se hace d¨¦bil para hacernos re¨ªr. Un prop¨®sito muy loable si fuera voluntario, pero como no lo es, resulta rid¨ªculo. Porque tan rid¨ªculo es que Bush proh¨ªba cierto videoclip para que no se le vea meter un v¨ªdeo en la tostadora como que se tome en serio ese mu?equillo que le han construido a imagen y semejanza y que en vez de decir s¨®lo pap¨¢ y mam¨¢-?con lo que les quiere!- lanza arengas patri¨®ticas y muchas de las tonter¨ªas que le han dado personalidad.
Y como esto del rascarse es contagioso, ah¨ª tenemos a nuestro lehendakari pregonando su verdad por el mundo como si fuera un disco rayado inaccesible al sentido com¨²n que habl¨® por boca de aquel canadiense, que exclam¨® horrorizado: si est¨¢n dentro, ?para qu¨¦ quieren salirse para volver a estar dentro? Pues eso, un galimat¨ªas que cualquiera sabe c¨®mo suena en las lenguas de los pa¨ªses que Ibarretxe ha visitado, habida cuenta de lo mal que se traducen a otros idiomas ese ser y estar -o estando para ser o siendo para estar- tan nuestro y tan caro, S¨®lo la promoci¨®n casera, o sea, cacarear por aqu¨ª, nos cuesta 190.000 euros a los contribuyentes. Pero no es lo peor, porque a nuestro lehendakari le ha tocado la negra. O sea, la marea. Su viaje triunfal se ha visto oscurecido por ese agujero negro gallego que le ha robado protagonismo pero que, de hecho, hubiera debido atraerle con m¨¢s fuerza al siniestro; no en balde el jefe de todos los vascos y vascas est¨¢ juramentado con Galicia -y Catalu?a, pero all¨ª todo lo m¨¢s llueve- en un invento llamado Galeuska.
Quiz¨¢s, por eso, porque no ha ido, la monta?a haya decidido venir a ¨¦l. Bueno, quien dice la monta?a dice el chapapote, lo que demuestra que todo lo que pas¨® muy cerca acab¨® por entrar en nuestra tierra, ll¨¢mense romanos o vacas locas, con lo que el mito de la inhollabilidad del territorio ha vuelto a recibir un serio golpe. Pero no es el ¨²ltimo; quiero decir el ¨²ltimo que sigue dando la matraca como una Nancy con un disco en las tripas. Hay por ah¨ª otro lorito que no cesa de repetir con melosa voz "Galicia va bien" ni de gritar airado "?desleales!", seg¨²n se refiera a un p¨²blico amplio llamado Espa?a o a otro m¨¢s reducido que se conoce por oposici¨®n. Y de aquellos polvos nos vienen estos lodos, me refiero que a lo que comenz¨® con un gigante de arcilla, que seguramente hablaba muy poco mientras proteg¨ªa a la gente del gueto, acaba con unos Geyperman a quienes se les va la fuerza por la boca mientras la casa (o la playa) se queda sin barrer.
No se parecen en nada al protagonista de Los viejos marineros de Amado, ya que, pese a fantasear hablando por los codos, termina salvando un barco que aunque no se llamara Prestige le dar¨¢ mucho prestigio. Resulta que el bueno de Vasco Moscoso de Arag¨®n se pasa la vida, movido tal vez por su rimbombante apelativo, contando sus muchas aventuras por los siete mares. Su fogoso verbo acaba por dividir a la audiencia. Unos lo tienen por el lobo de mar m¨¢s valeroso que haya existido y otros por un farsante. Hasta que llega el momento de verse sometido a prueba. Atraca un barco que carece de capit¨¢n y se ve obligado por ley, ?no es acaso un capit¨¢n de altura?, a patronearlo hasta su destino final.
Como efectivamente nunca ha navegado excepto en sus fantas¨ªas, adopta prudentemente el partido de no dar ninguna orden y dejar que lleven el barco quienes saben. Pero como ¨¦stos sospechan que se trata de un impostor, cuando el nav¨ªo llega a puerto le preguntan que c¨®mo quiere amarrarlo. Con todo, responde Vasco sin inmutarse y los oficiales acaban por ponerle, entre burlas, m¨¢s cables, maromas y cuerdas que a un piano. Pero durante la noche sobreviene una terrible tempestad y el ¨²nico barco que se salva es el del prudent¨ªsimo Vasco Moscoso de Arag¨®n. ?Lo captan?
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