El debate nuclear
El autor defiende la coexistencia de las plantas nucleares con el uso de otras energ¨ªas. Ser¨¢ necesario, dice, una gran inversi¨®n en el sector y ganar la confianza de la gente en la seguridad de las centrales
Como el monstruo del lago Ness, el llamado debate nuclear aparece y desaparece, casi siempre rodeado de prejuicios y escaso de objetividad. Hoy en d¨ªa hay 438 centrales nucleares funcionando en el mundo. Todas ellas han incrementado su seguridad, y salvo el grave incidente de Chern¨®bil, no ha habido otros con resultados catastr¨®ficos. Las centrales existentes, que generan actividad y riqueza, van infundiendo cada d¨ªa menos temor y, poco a poco, la atenci¨®n de sus opositores se centra en el riesgo que representan los residuos que generan.
En Espa?a, el desorden t¨¦cnico y financiero caracteriz¨® el desarrollo de la producci¨®n nuclear de energ¨ªa. Esto justific¨® los recelos de muchas personas progresistas y condujo a la casi quiebra de las empresas que pudo ser evitada gracias al par¨®n nuclear de 1983 y a las ayudas estatales. Despu¨¦s, la producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica por v¨ªa nuclear se estabiliz¨® en nuestro pa¨ªs con siete centrales y nueve reactores, contribuyendo a algo menos de un tercio de la total que consumimos los espa?oles.
La industria nuclear es, con la navegaci¨®n a¨¦rea, el sector m¨¢s regulado y seguro
Durante estos a?os, las empresas productoras han continuado presionando a los sucesivos gobiernos para obtener del Estado un marco legal y econ¨®mico favorable. As¨ª han conseguido ver retribuidas las elevadas inversiones realizadas y se han protegido del coste final incierto de la gesti¨®n de los residuos. Con el paso del tiempo, adem¨¢s, han aprendido a mejorar la eficiencia en la gesti¨®n de las centrales y los niveles de seguridad no s¨®lo son aceptables, sino que est¨¢n bien controlados por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que ha mantenido, hasta ahora, su independencia y ha alcanzado un grado de competencia t¨¦cnica elevado.
La permanencia de la energ¨ªa nuclear ha coexistido tanto en Espa?a como en el resto de Europa, con una profunda oposici¨®n desde las filas pol¨ªticas progresistas y desde el movimiento ecologista y con un rechazo bastante generalizado entre la opini¨®n p¨²blica. De hecho, en Alemania, B¨¦lgica y Suecia, todos ellos pa¨ªses gobernados por coaliciones rojiverdes, se ha programado ya el cierre de las centrales, eso s¨ª, en c¨®modos plazos para permitir su amortizaci¨®n.
Es evidente que se parte de un sentimiento de amenaza entre los ciudadanos, a causa de la vinculaci¨®n simb¨®lica de la fisi¨®n nuclear con su inicial desarrollo para la guerra. A ese miedo se suma una visi¨®n casi m¨¢gica sobre sus riesgos, motivada en buena medida por el hecho de que las radiaciones no son detectables por los sentidos. La percepci¨®n de riesgo tiene siempre una fuerte componente subjetiva, que depende no s¨®lo del posible desconocimiento, sino tambi¨¦n de las ideas a trav¨¦s de las cuales se interpreta la realidad social. Depende tambi¨¦n de la proximidad f¨ªsica al factor de riesgo percibido, de la familiaridad con ¨¦l y de los beneficios percibidos de su existencia. Mientras que conducir un autom¨®vil es cientos o miles de veces m¨¢s peligroso que vivir en las cercan¨ªas de una central, lo primero apenas produce temor y s¨ª enormes reticencias lo segundo.
Recientemente, con motivo del anunciado cierre de la central de Zorita, se ha llegado a afirmar que una central es segura o no lo es. Esto es un disparate porque la seguridad absoluta no existe y una central, como cualquier otra instalaci¨®n industrial, debe, tan s¨®lo, ser suficientemente segura. La suficiencia es un dato probabil¨ªstico de que un accidente no ocurra sino con una determinada rareza, admitida socialmente.
En el caso de Zorita, creo que se puede decir que no presenta un riesgo inaceptable en el corto plazo, pero s¨ª es este riesgo mayor que en las otras centrales espa?olas, y si un accidente se produjese, su gesti¨®n ser¨ªa en ella m¨¢s dif¨ªcil. Se trata de una instalaci¨®n prototipo de los a?os sesenta que ha sido sometida a diversas reformas importantes impuestas por el CSN, las ¨²ltimas en 1999.
Afortunadamente, la preocupaci¨®n por el rechazo p¨²blico a la energ¨ªa nuclear ha empujado a la industria a extremar las medidas de seguridad. Sin duda, la energ¨ªa nuclear constituye, junto a la navegaci¨®n a¨¦rea, el sector industrial m¨¢s regulado y seguro de todos cuantos existen. Muchos accidentes ocurridos en la industria qu¨ªmica, minera o de la construcci¨®n han producido consecuencias negativas para la salud y el medio comparables al lamentable accidente de Chern¨®bil. No obstante, ninguna actividad industrial provoca tantas reticencias y a ninguna otra se le exigen tantas garant¨ªas de seguridad. Ello provoca que, parad¨®jicamente, est¨¦ menos expuesta a los posibles riesgos.
Mientras tanto, los hechos son tozudos. En los pr¨®ximos 30 o 40 a?os (m¨¢s all¨¢ parece temerario prever lo que la tecnolog¨ªa puede depararnos), el consumo de energ¨ªa va a aumentar fuertemente y el incremento del precio del gas, junto a las dificultades del carb¨®n por su incidencia en el efecto invernadero, no dejan lugar sino a un renacimiento de la energ¨ªa nuclear, que no ser¨¢ m¨¢s barata pero s¨ª m¨¢s segura a¨²n. Los esfuerzos en tecnolog¨ªa, a pesar de ser escasos en nuestro pa¨ªs, han conseguido ya este incremento de la seguridad que ser¨¢ mayor en el futuro. Ello no significa que se deban minusvalorar todos los esfuerzos de ahorro y de uso de energ¨ªas alternativas que sean posibles, pero no me parece razonable creer que ambas fuentes, por importantes que sean, puedan cubrir m¨¢s all¨¢ de una parte del incremento de la demanda, a pesar del impulso que debe darse al desarrollo tecnol¨®gico en este campo.
Otra cosa es que se lleguen a hacer las inversiones necesarias para que, en el futuro, una nueva generaci¨®n de nucleares reemplace a las de ciclo combinado que se proyectan ahora cuando el precio del gas natural las convierta en poco competitivas. Dudo que haya muchos inversores dispuestos a correr el riesgo de acumular tanto capital con una retribuci¨®n a largo plazo en un mercado desregulado e incierto. La l¨®gica del mercado puede racionalizar, a corto plazo, el uso de la energ¨ªa y optimizar su coste, pero el mercado es ciego al largo plazo y el largo plazo condiciona muchas de las decisiones que es necesario adoptar en el sector. Mucho me temo que se vuelva a plantear la necesidad de la intervenci¨®n del Estado como inversor...
As¨ª las cosas, el futuro de la industria nuclear depender¨¢ en una importante medida de la percepci¨®n que sobre ella tengan los ciudadanos. Sin embargo, no es la misi¨®n de los responsables pol¨ªticos ni de los reguladores tratar de influir sobre el sentimiento nuclear o antinuclear de los ciudadanos, pero s¨ª lo es obtener su confianza y su respeto. Para ello no s¨®lo es necesario hacer las cosas bien, sino tambi¨¦n ser capaces de transmitir qu¨¦ se hace y por qu¨¦. Hasta el momento dicho objetivo no ha sido conseguido y los esfuerzos de los responsables y reguladores de la industria nuclear debieran redoblarse. Ahora bien, quien se considere progresista no puede sostener posiciones basadas en prejuicios o desinformaciones. No se puede aceptar tampoco que, en la batalla antinuclear, se tergiversen de manera consciente los hechos en aras de lograr el debilitamiento de la industria.
Las instituciones deben negociar con la opini¨®n p¨²blica un nivel de riesgo aceptable, desde la mejor informaci¨®n que procuren los expertos, pero contando con las percepciones subjetivas de los diferentes colectivos y segmentos del p¨²blico que conviven en una sociedad democr¨¢tica. Hay que respetar siempre la opini¨®n de la mayor¨ªa, aunque sea equivocada. Se trata, pues, de alcanzar un pacto sobre el modelo de energ¨ªa que elige aplicar la sociedad sin ocultar a la opini¨®n p¨²blica los costes, riesgos y consecuencias que implica cada una de las opciones posibles. Algo que s¨®lo ser¨¢ posible desde la raz¨®n de los hechos y no desde la pasi¨®n de las ideas.
Juan Manuel Kindel¨¢n, es doctor ingeniero de Minas, ex presidente del Consejo de Seguridad Nuclear y de Enresa y miembro extranjero de la Comisi¨®n Nacional de Evaluaci¨®n de la gesti¨®n de residuos radiactivos del Parlamento franc¨¦s.
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