Desde otro planeta

?rica Garc¨ªa, la rockera argentina que patrocina el productor Gustavo Santaolalla, est¨¢ causando una grata impresi¨®n en su ingrato papel de telonera de la gira navide?a de Enrique Bunbury. Con una banda formada ad hoc en Espa?a, se defiende tanto en el segmento el¨¦ctrico como en la parte desenchufada de su breve recital. Deslenguada y animosa, embutida en un mono o con minifalda, ?rica machaca varias de sus canciones m¨¢s rotundas, unos temas a veces sorprendentes: Vete, destino tiene una melod¨ªa que podr¨ªa haberse escapado del Festival del Mediterr¨¢neo. ?Intrigante!

El Bunbury actual sirve como ejemplo de las ventajas e inconvenientes de girar demasiado. En lo positivo, se evidencia que las constantes actuaciones han forjado una telep¨¢tica relaci¨®n entre el cantante y la banda, ocho m¨²sicos entregados que demuestran sus capacidades proteicas (aunque tambi¨¦n caen en excesos: la versi¨®n bluesy de El jinete). La luz roja se enciende al comprobar que Enrique est¨¢ afectado por los rigores de la vida en la carretera. Los conciertos en Am¨¦rica le han dejado el h¨¢bito de dirigirse a los espectadores como "ustedes", pero eso es an¨¦cdotico comparado con la aparente incapacidad para desarrollar sus pensamientos con coherencia, aparte de que muchas de sus palabras resultaran ininteligibles. Para los que no conozcan el coraz¨®n generoso de Bunbury, podr¨ªa resultar fr¨ªvolo lo de dedicar una canci¨®n a "los brothers y las sisters de Galicia".

As¨ª que muchas de sus (nobles) reivindicaciones quedan flotando en la ¨®rbita de los sobreentendidos: celebra el talento de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez..., sin llegar a pronunciar su nombre. Feliz en su burbuja, Bunbury ha multiplicado sus tics y hay momentos en que parece ser una parodia televisiva de s¨ª mismo. Unos manierismos que el enamorado p¨²blico acoge como man¨¢ ca¨ªdo del cielo.