Poes¨ªa
Celebramos a los poetas Luis Cernuda y Rafael Alberti, que nacieron hace 100 a?os, y hay quien se pregunta si los herederos de sus perseguidores tienen derecho a honrarlos ahora, e incluso a falsificarlos, lim¨¢ndoles lo arisco, la dentellada verbal de Alberti, la recalcitrante resistencia de Cernuda a ser aceptado por los bienpensantes. Antonio Elorza, en las p¨¢ginas nacionales de este peri¨®dico, el viernes, deploraba la manipulaci¨®n de la memoria por parte de los conservadores, a prop¨®sito de un programa de televisi¨®n, El siglo de Alberti, que transformaba al poeta de El Puerto en feliz contempor¨¢neo de la monarqu¨ªa de Alfonso XIII, all¨¢ por los a?os veinte del jazz y el cinemat¨®grafo.
La poes¨ªa sirve para recordar y ser recordada, hecha de artificios mnemot¨¦cnicos, ritmo y repeticiones, y parece antinatural su mutaci¨®n en desmemoria. Una forma de olvido es convertir en poetas de sal¨®n a dos poetas insalvablemente inc¨®modos, depur¨¢ndolos, extirp¨¢ndoles la ra¨ªz. Pero, reconocido esto, no veo mal la amable atenci¨®n que el conservadurismo presta a Alberti y Cernuda, seguramente odiados todav¨ªa por algunos de Sevilla y C¨¢diz. Est¨¢ bien que la derecha m¨¢s derecha tome posesi¨®n parcial de dos poetas desterrados y despreciados, antifascistas, y hasta resulta l¨®gico, seg¨²n la manera en que hemos asumido el pasado, la Guerra Civil, y mucho m¨¢s, los a?os que siguieron a la guerra, hasta las elecciones libres de 1977.
Ha habido una mutua aceptaci¨®n entre franquistas y dem¨®cratas, sin arrepentimientos. El franquismo perdura democr¨¢ticamente en signos e instituciones, en la vida callejera e ¨ªntima (no s¨®lo Franco, sino su red de funcionarios y jerarcas), en nombres de barrios, calles, escuelas, lugares recreativos, monumentos, fiestas, compromisos religiosos e internacionales (Hitler no fue el ¨²nico amigo de Franco: Franco, "retaco que inmola/ la tierra espa?ola/ a la coca-cola", lo llam¨® en tres ripiosos versos Rafael Alberti). Nos ha quedado un franquismo hondo, suave y sentimental, que permite leer alegremente a Alberti, e incluso a Luis Cernuda (menos anecd¨®tico, menos asimilable), y vestirlos de poetas cortesanos.
Me dicen que los conservadores condenaron el pasado 20 de noviembre la rebeli¨®n de Franco y los suyos. Creo que no es exactamente as¨ª. La propuesta del PP en el Congreso, aprobada por unanimidad, reconoce moralmente a las v¨ªctimas de la Guerra Civil y la represi¨®n franquista, y constata que hoy nadie tiene respaldo legal para repetir el pasado, es decir, para imponer con violencia sus convicciones pol¨ªticas y establecer reg¨ªmenes totalitarios. Acierta el PP: la ley vigente proh¨ªbe esos atropellos. Pero el PP no condena los actos de Franco, y es razonable: muchos franquistas viejos y nuevos son votantes del PP, que debe mantenerse fiel a quienes lo apoyan. Le pregunto a un casi adolescente que ya no estudia (dej¨® el instituto para trabajar en la hosteler¨ªa de la costa de M¨¢laga) por la Guerra Civil. ?Qu¨¦ guerra?, dice. La de Franco, digo yo. Ah, s¨ª, un tirano, no pasaba una, hizo cosas buenas y malas, como todo el mundo (as¨ª ha encogido en el siglo XXI la historia de Espa?a del siglo XX).
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