Del hielo a la m¨¢scara

El desarrollo de Chevi Muraday como creador ha ido desvelando poco a poco sus posibilidades en lo coreogr¨¢fico y el ser un joven atento a las tendencias est¨¦ticas m¨¢s novedosas. Las obras que venimos viendo en los ¨²ltimos tres a?os no s¨®lo son cada vez mejores, sino que atienden a un desarrollo del lenguaje notable y donde, con esp¨ªritu autocr¨ªtico, el core¨®grafo nos habla de su realidad generacional inmediata.

Hay obsesivas reiteraciones sobre el neotenebrismo urbano, en la est¨¦tica doliente y agresiva que permite un dibujo muy duro pero real de los j¨®venes. En la primera parte del d¨²o quiz¨¢ sigue sobrando la palabra: la danza se vale por s¨ª misma y Muraday tiene los mecanismos expresivos para ello.

En la segunda, mucho m¨¢s coral y conseguida, el artista nos plantea el desarrollo del material danzado dentro de una verdadera instalaci¨®n: un bloque de hielo encierra la silueta de un enorme falo rojo, una cortina de plumas blancas se convierte en alfombra y refugio, a los cuatro bailarines se agrega un quinto elemento (especie de convidado de piedra) que es un maniqu¨ª capaz de representar las mismas carencias y la misma desaz¨®n que los vivos.

En este trabajo hay que hablar en particular de una excelente banda sonora, cuya base central es electr¨®nica; un vestuario lleno de creatividad y de detalles po¨¦ticos que lo singularizan, a la vez que lo mantienen dentro de los c¨®digos m¨¢s actuales de la moda, y la danza, que siendo mucho m¨¢s legada y po¨¦tica no pierde fuerza. El baile, para Muraday representa un vocabulario de confrontaci¨®n y m¨²sica, de deseos que se integran y se separan, a veces, a la vez en el terreno neutro de la instalaci¨®n.

A esto sumemos el v¨ªdeo, que establece un contrapunto de acci¨®n paralela ¨²til tanto a lo que sucede en escena como a lo que quiere dejarnos dicho el creador. En la grabaci¨®n los mismos bailarines se debaten en una dura escenograf¨ªa urbana, s¨ªntesis antipo¨¦tica que luego es trasladada al escenario con vibrante comunicaci¨®n. Muraday no banaliza con los problemas de su generaci¨®n, sino que nos los devuelve a trav¨¦s de una exquisita envoltura.