S¨ª, ?y qu¨¦?

La consejera portavoz del Gobierno auton¨®mico, Alicia de Miguel, ha comparecido el lunes pasado en las Cortes para desmentir las acusaciones que se vienen endosando a su partido, y especialmente al ex presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, en torno a la promoci¨®n de un grupo medi¨¢tico af¨ªn al PP y financiado por la empresa Aguas de Valencia. Es, como el lector sabe, el asunto estelar de estos d¨ªas y es probable que tambi¨¦n lo sea de los pr¨®ximos meses habida cuenta de los intereses plurales que lo nutren y el aprovechamiento pol¨ªtico que propicia. Quiz¨¢ haya sido este ¨²ltimo aspecto el que la audaz consejera quiso abortar mediante el referido lance parlamentario.

No lo ten¨ªa f¨¢cil. Es mucha la informaci¨®n publicada y hay evidencias sobradas de las andanzas y gestiones efectuadas para desarrollar el aludido proyecto. M¨¢s a¨²n: no es soslayable que una de las partes involucradas, de cuyo seno emergen sin cesar papeles y hasta grabaciones, conserve fuel acusatorio bastante para activar un fin de fiesta ins¨®lito por lo comprometedor y ruidoso. Tribunas y altavoces no le han de faltar a esta suerte de Prestige que ti?e o ameniza -seg¨²n como se juzgue- la actualidad pol¨ªtica valenciana y muy en particular al partido que gobierna. No lo ten¨ªa f¨¢cil, decimos, pues, tanto por la abrumadora documentaci¨®n aireada como por la marea que amenaza.

Por todo ello, precisamente, creemos que la belicosa portavoz err¨® la l¨ªnea de defensa, sumariamente reducida a una negaci¨®n sin matices de los hechos que, por m¨¢s que le pese, han calado en la opini¨®n p¨²blica y, adem¨¢s, no han sido desmentidos por las v¨ªas adecuadas. O sea, exigiendo la rectificaci¨®n all¨ª donde proced¨ªa, bien fuera de los medios de comunicaci¨®n o de la empresa h¨ªdrica involucrada, por no hablar de los tribunales, tal como se le requiri¨® por la oposici¨®n desde la tribuna de oradores del hemiciclo. En fin, que no se puede driblar el chapapote cuando nos tiene embadurnados de pies a cabeza.

De ah¨ª que, puestos a pechar con el enredo, lo m¨¢s eficaz a nuestro entender hubiera sido que la portavoz abriese su discurso y l¨ªnea de defensa con lo que, simult¨¢neamente, era el corolario de su alegato: "Bueno, ?y qu¨¦, se?or¨ªas? ?Qu¨¦ delito tan grave se ha cometido intentando fletar un grupo de prensa y, lo que es m¨¢s decisivo, plantando cara al chantaje que se urd¨ªa?" Porque el chantaje -si nos despiden de la compa?¨ªa tiramos de la manta, atribuyen a los ejecutivos cuestionados y sospechosos de irregularidades- es una de las claves de este follet¨®n. Una amenaza singularmente oportuna y temible en un momento en el que en tantas almenas period¨ªsticas luce el lema Delenda est Zaplana. Por arrojo o inconsciencia, lo cierto es que no se ha dejado chantajear, con el riesgo obvio de desencadenar este esc¨¢ndalo.

Ignoro si este alarde de franqueza hubiera merecido alguna indulgencia por parte de los cr¨ªticos o, por lo contrario, se habr¨ªa traducido en la decapitaci¨®n pol¨ªtica de la consejera portavoz. Pero en todo caso, somos del parecer que tal confesi¨®n, seguida de la debida contrici¨®n, resultaba menos objetable que la pura y dura negaci¨®n de lo innegable. Con la ventaja a?adida de que los socialistas, tan proverbiales manipuladores del poder medi¨¢tico cuando pudieron, no est¨¢n muy legitimados para amonestar a nadie en este terreno. Ellos ni siquiera se excusaron.