?Escuchen a los cient¨ªficos, por favor!
En uno de los recientes Eurobar¨®metros sobre sus actitudes en relaci¨®n con temas cient¨ªficos, al ser preguntados los ciudadanos de la Uni¨®n Europea cu¨¢les son los colectivos en los que tendr¨ªan m¨¢s confianza si se produjera una cat¨¢strofe cerca de sus casas, aparecen en primer lugar los cient¨ªficos (un 62,6%), por delante de los representantes de los gobiernos (un 19,9%), de los periodistas (un 17,7%) o de las empresas (4,4%). Ello probablemente no refleja m¨¢s que el hecho de que a la hora de tomar decisiones en tiempos de graves problemas lo que la opini¨®n p¨²blica cree que necesita antes que nada son datos lo m¨¢s s¨®lidos posibles. Y resulta que ni m¨¢s ni menos de esto es de lo que se ocupa la ciencia. Lo que piensa el p¨²blico europeo parece razonable, y por ello parece que ¨¦sta deber¨ªa ser tambi¨¦n la actitud de aquellos que tienen que tomar decisiones. Es una lecci¨®n que estos est¨¢n aprendiendo de forma cada vez m¨¢s frecuente en todo el mundo.
Los ciudadanos de nuestra sociedad se van encontrando de forma continuada con problemas que pueden afectar su salud, su alimentaci¨®n o el medio ambiente y que aparecen como situaciones de crisis frente a las que se exige a los responsables que gobiernan que act¨²en con eficacia. Algunas de estas crisis est¨¢n producidas por cat¨¢strofes naturales que pueden ser agravadas por el tipo mismo de la sociedad en que vivimos, como es el caso del cambio clim¨¢tico que se est¨¢ produciendo a nivel global. La crisis de las vacas locas, causada probablemente por un cambio en el proceso de fabricaci¨®n de las harinas c¨¢rnicas con consecuencias dif¨ªciles de prever, puede tener su origen en determinadas concepciones sociales. O, por otra parte, la creciente promiscuidad a nivel planetario puede estar presente en el origen de la epidemia causada por el sida. Otras crisis proceden de accidentes graves, el m¨¢s reciente y cercano a nosotros es el del Prestige, pero antes hubo el de otros petroleros, o el accidente de Aznalc¨®llar, sin hablar del caso de Seveso, de Bhopal, de la f¨¢brica AZT de Toulouse y un largo y tr¨¢gico etc¨¦tera. Desgraciadamente, existe el fraude que crea alg¨²n problema grave, como fue el caso del s¨ªndrome t¨®xico o el de las dioxinas en los pollos belgas. Y finalmente existen crisis en las que lo m¨¢s importante es la percepci¨®n que tiene un grupo de ciudadanos sobre alguna tecnolog¨ªa concreta, como es el caso de los organismos modificados gen¨¦ticamente o los posibles efectos de las radiaciones electromagn¨¦ticas sobre la salud. Sea cual sea su origen, el hecho es que cuando se produce una crisis, quienes tienen responsabilidades de gobierno ven que la sociedad les exige que la afronten con celeridad y eficacia.
En estos casos la cuesti¨®n que se plantea necesita de unos datos objetivos y de una interpretaci¨®n de estos datos. A menudo los datos son parciales, y para ello, disponer de una infraestructura cient¨ªfica poderosa es esencial. Pero tambi¨¦n ocurre que en alg¨²n momento es necesario tomar decisiones con la informaci¨®n existente. Y ocurre a menudo que la interpretaci¨®n de los datos es dif¨ªcil, y por ello las respuestas que se pueden dar aparecen como provisionales, aunque haya que tomar decisiones con urgencia. Ello quiere decir que los cient¨ªficos que participan en estos ejercicios pueden acabar opinando sobre lo m¨¢s probable que puede ser la causa o lo que puede ocurrir. La experiencia demuestra que el ejercicio es arriesgado, pero que no hay alternativa, y para los que trabajan en ciencia pagados con dinero p¨²blico puede sentirse pr¨¢cticamente como una obligaci¨®n. En este proceso, la discusi¨®n rigurosa entre quienes tienen experiencia en el tema y una aproximaci¨®n multidisciplinar suelen ser elementos imprescindibles.
Es posible que a veces quienes tienen que tomar decisiones, pol¨ªticos y administradores, sientan la tentaci¨®n de manipular o condicionar el trabajo de los cient¨ªficos a los que se solicita una opini¨®n. Pr¨¢cticamente, en cada episodio de crisis hay un momento en el que el gobernante trata de avanzar una opini¨®n que le conviene. No hay peor error. La experiencia demuestra que si una opini¨®n cient¨ªfica est¨¢ mediatizada por un inter¨¦s, ya sea econ¨®mico o pol¨ªtico, deja de tener un valor. Por tanto, junto a la mayor calidad cient¨ªfica posible, la independencia de los componentes de un proceso de opini¨®n cient¨ªfica es esencial a largo plazo. Quiz¨¢ puede verse como un peligro para quienes tratan de salir del expediente en el momento, pero no aceptarla acaba siendo un error que puede resultar fatal.
Conclusiones de lo dicho para un pa¨ªs como el nuestro, visto lo que ha ocurrido en los ¨²ltimos tiempos, son, en primer lugar, recordar que la existencia de una comunidad cient¨ªfica fuerte e independiente es un elemento clave para resolver los problemas que plantea de forma repetida nuestro mundo moderno. Esto incluye una adecuada infraestructura de la investigaci¨®n. Si se observan las fotograf¨ªas del submarino que es la pieza esencial de la observaci¨®n del Prestige en el fondo del oc¨¦ano se puede ver que pertenece a una organizaci¨®n p¨²blica de investigaci¨®n francesa llamada Ifremer. Esto es el acr¨®stico del Instituto Franc¨¦s de Investigaciones Marinas. Nada de esto existe por desgracia en nuestro pa¨ªs. En segundo lugar, se necesita un sistema independiente de consulta que identifique las personas que tienen la mejor informaci¨®n o vayan a buscarla all¨ª donde se encuentre y que acaben produciendo una opini¨®n que llegue de forma transparente a la opini¨®n p¨²blica. Esto incluye una cultura de la elaboraci¨®n de la opini¨®n cient¨ªfica para proporcionar unas conclusiones ¨²tiles a quien debe tomar decisiones y no ¨²nicamente opinar sobre aquello que es indiscutiblemente s¨®lido para la ciencia en cada momento. Esto no es f¨¢cil para un cient¨ªfico acostumbrado a concluir lo que se puede deducir de resultados indiscutibles.
Sin embargo, es probablemente m¨¢s dif¨ªcil de aceptar la existencia de instancias independientes que pueden producir opiniones que no sean de su gusto por parte de quienes se ven en la complicada necesidad de tomar decisiones a menudo bajo la presi¨®n de distintos intereses y de la opini¨®n popular o pol¨ªtica. Pero hacer lo contrario, buscar s¨®lo una opini¨®n que sea la que parece convenir, es mucho peor, incluso a corto plazo. Cuando una decisi¨®n necesita de datos cient¨ªficos cuanto m¨¢s rigurosa e independiente sea la opini¨®n en que se basa, m¨¢s rentable acaba siendo incluso para el pol¨ªtico. As¨ª se ha entendido en la mayor parte de los pa¨ªses de Europa, donde se han creado instancias consultivas para resolver estos casos. Esta cultura est¨¢ s¨®lo en sus inicios en nuestro pa¨ªs.
Pere Puigdom¨¨nech es profesor de Investigaci¨®n del CSIC, miembro del Grupo de ?tica de las Ciencias y las Nuevas Tecnolog¨ªas de la Uni¨®n Europea.
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