El mec¨¢nico
Cuando le preguntaron a Picasso cu¨¢l era su m¨¦todo de trabajo, respondi¨®
-En primer lugar, me siento
y ante la reacci¨®n de asombro
-No sab¨ªa que usted pintaba sentado
Picasso explic¨®
-No, no, yo pinto de pie.
M¨¢s o menos ¨¦sa es la situaci¨®n en la que me encuentro ahora, yo que he conseguido una mesa alta y desde la ¨²ltima novela escribo de pie. Estoy aqu¨ª sentado, a la espera, viviendo el periodo extra?o y al borde de lo m¨¢gico en que el libro, casi a mi pesar, comienza a formarse solo, filamentos vagos que se acercan, sustantivos casuales que flotan al azar aqu¨ª y all¨¢, aromas, bultos ora sombra ora luz, cosas sin importancia que aumentan y al final no cosas, lo que he o¨ªdo, lo que he vivido, lo que adivino. En agosto termin¨¦ Buenas tardes a las cosas de aqu¨ª abajo y me propongo comenzar otro en diciembre: libro raro ¨¦ste: nunca me hab¨ªa ocurrido antes que una novela se pusiese a darme puntapi¨¦s en la barriga sin haber acabado el parto de la anterior, y m¨¢s raro a¨²n porque tampoco me hab¨ªa ocurrido nunca que me fecundasen desde afuera hacia adentro como consecuencia de una historia ver¨ªdica que un m¨¦dico me cont¨®. El m¨¦dico se llama Pedro Varandas, es un hombre al que respeto y admiro
Para escribir no hay inspiraci¨®n que valga: hay oficio y m¨¦todo
(no llega a gustarme del todo una persona a la que no respete y admire)
dijo
-Voy a contarle un episodio que tal vez le interese
se acomod¨® frente a m¨ª y me entreg¨® la aventura de amor m¨¢s desgarradoramente hermosa que haya o¨ªdo alguna vez. Fue en junio, y desde entonces no hay momento en que no me persigan sus palabras, ampli¨¢ndose, disminuyendo, alter¨¢ndose, combin¨¢ndose de diversas maneras, desafiando
-A que no nos pillas
huyendo de m¨ª y esper¨¢ndome m¨¢s adelante, burlonas
-?No nos pillas, eh?
regresando casi con pena
-Anda, c¨®genos
y partiendo de nuevo, divertidas, con una carcajada de escarnio, mientras yo redondeaba Buenas tardes a las cosas de aqu¨ª abajo fingiendo que no les hac¨ªa caso y advirti¨¦ndole furtivamente a la carcajada
-Ya vas a ver.
El hecho es que ignoro si la carcajada llegar¨¢ a ver algo. Desde el punto de vista t¨¦cnico, lo que Pedro me ofreci¨® es un material muy dif¨ªcil, que exige una delicadeza de mano que no s¨¦ muy bien si poseo, una tal intensidad de emociones que tiene que trabajarse por detr¨¢s, con refinamientos de relojero, una densidad afectiva que requiere una escritura como m¨ªnimo di¨¢fana. Tal vez os estoy agobiando con esta ch¨¢chara, pero pens¨¦ que en una de ¨¦sas no os disgustar¨ªa echarle un vistazo al taller. Los productos salen hacia las librer¨ªas sin que los lectores sepan d¨®nde y c¨®mo se fabrican, en la confusi¨®n de una bancada de alambres de periodos, tornillos al azar de adjetivos por el suelo, cap¨ªtulos enteros en el cubo de la basura y aqu¨ª el muchacho que sale de debajo de la novela como el mec¨¢nico de debajo de un coche con el motor abierto, con los bolsillos llenos de llaves inglesas de estilogr¨¢ficas, sucio con el aceite de los periodos por ajustar y con el holl¨ªn de bielas de las vivencias que no se han limpiado bien. Tanto esfuerzo por una coma, por un verbo. Tanto oscuro sistema el¨¦ctrico que resiste. Tanta incertidumbre. Tanta congoja. Tanta espor¨¢dica alegr¨ªa. No muestro las etapas intermedias, no hablo de ellas, nunca converso acerca de lo que estoy intentando. Por pudor, me parece, por verg¨¹enza, yo qu¨¦ s¨¦ por qu¨¦. Pero por el momento estoy sentado, reuniendo chapas, tubos, ca?os, y busco en aquel mont¨®n de all¨¢, en el ¨¢ngulo de la memoria donde se almacenan las piezas, las cojo, las observo, las rechazo, doblo y estiro los dedos
-?Ser¨¦ capaz?
-?Ser¨¦ capaz de ser capaz?
y s¨®lo cuando tenga la certeza de que no voy a ser capaz, s¨®lo cuando el desaf¨ªo me parezca perdido, me esforzar¨¦ por llevarle la contraria. Cuando yo era estudiante de Medicina me contaban que anta?o quitaban las piedras de la vejiga mediante un proceso llamado litotricia, que consist¨ªa en introducir en la uretra una especie de pinzas y despu¨¦s, a ciegas, desmenuzar dichas piedras, lo que, como es evidente, s¨®lo muy raras veces se consegu¨ªa. La escritura es un poco eso, s¨®lo que tenemos que persistir hasta desmenuzar todas las piedras. No hay compulsi¨®n ni inspiraci¨®n que valga: hay oficio y m¨¦todo. Y ni siquiera es rom¨¢ntico: son los brazos sucios hasta el codo. Pero por el momento estoy sentado en la silla. Cuando no me ven all¨ª, me encuentran martillando como un condenado debajo del coche, de tal modo que s¨®lo tengan que subir y accionar la caja de cambios. Y, si logro que esto funcione, si logro que esto realmente funcione, en un instante os encontrar¨¦is tan lejos que no os ver¨¦is siquiera a vosotros mismos.
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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