P¨ªcaros y cuernos
En un hotel madrile?o, Richard Foster, trasunto de Ernest Hemingway, sentado con una escopeta de dos ca?ones que apuntan a su boca, se pregunta, en un postrero alarde de narcisismo, en qu¨¦ estado hallar¨¢n su cuerpo al d¨ªa siguiente. En este presunto final arranca Lo que hay que tener, primera novela del periodista Manuel Vidal, autor de libros-reportaje como La huelga de actores o A la extrema derecha de Dios Padre, en el que se adentr¨® en los arcanos de la secta del Palmar de Troya y en las peripecias del Papa Clemente, el vidente invidente y su peculiar clerec¨ªa goliardesca y tabernaria. Frecuentador de la bohemia, que es la picaresca ilustrada,en el brumoso acuario del madrile?o Caf¨¦ Gij¨®n, Vidal convirti¨® en gui¨®n cinematogr¨¢fico La ins¨®lita y gloriosa haza?a del cipote de Archidona que no fue tal sino m¨¢s bien un chusco incidente, que divulg¨® Camilo Jos¨¦ Cela, triste an¨¦cdota de la represi¨®n sexual en tiempos de Franco.
LO QUE HAY QUE TENER
Manuel Vidal Edhasa. Barcelona, 2002 209 p¨¢ginas. 15 euros
Por Lo que hay que tener corre ese flujo de testosterona, encarnado en primera persona por el escritor yanqui, alcoh¨®lico, y fascinado por la virilidad y por la muerte que encuentra en el mundo de los toros una v¨ªa de escape a sus obsesiones. Gran cazador blanco, reportero de guerra y seductor insaciable, Richard Foster en el declive de sus facultades f¨ªsicas y creativas intentar¨¢ reavivar su carrera de escritor vampirizando a un banderillero.
Como libro de picaresca
presenta la editorial esta primera incursi¨®n en la novela de Manuel Vidal. Lo que hay que tener acumula un rico anecdotario en boca del banderillero Tomasito, trasunto a su vez de una saga de buscavidas sevillanos ennoblecidos por la literatura de los siglos XVI y XVII.
En paralelo a la biograf¨ªa de Tomasito corre la odisea interior del escritor perseguido por sus fantasmas personales y sexuales, otra novela en la que el perdedor, el p¨ªcaro recuperar¨¢ su dignidad pisoteada a costa de la degradaci¨®n moral de su mezquino bi¨®grafo, Richard Foster, un falso h¨¦roe, al que algunos llegaron a considerar, no sin cierta precipitaci¨®n un mito del siglo XX, como reconoce el protagonista en un momento de lucidez, abrazado a Betsy, su escopeta favorita a la que puso nombre de mujer, para regocijo de aficionados al psicoan¨¢lisis.
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