Petra, la llave secreta del desierto
Una ruta beduina por Jordania hasta la ciudad perdida de los nabateos
Seg¨²n cuentan, en el ojo del hurac¨¢n se disfruta de una calma absoluta. No se trata de un hecho casual, sino del resultado de un complicad¨ªsimo juego de tensiones y fuerzas que se equilibran. As¨ª ha sido siempre y as¨ª sigue siendo Jordania.
Este pa¨ªs peque?o, con forma de escuadra -por culpa, seg¨²n cuenta una leyenda guasona, de un hipido que le sobrevino a Winston Churchill cuando lo dibujaba sobre un plano-, tan des¨¦rtico que es uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres en agua del mundo, y que por no tener no tiene ni petr¨®leo, puede alardear, sin embargo, de ser paso obligado para todo el que se interne en el Oriente Pr¨®ximo. Situado entre Israel, Siria, Irak y Arabia Saud¨ª, ha disfrutado de una pol¨ªtica malabarista que empezara con los antiguos nabateos y que alcanz¨® su esplendor con el fallecido rey Hussein, padre del actual rey Abdullah. Los nabateos nos dejaron como colosal herencia las ruinas de Petra, y quiz¨¢ la actual monarqu¨ªa hachem¨ª pueda transmitir como legado su colaboraci¨®n en una paz que por el momento parece inalcanzable. Todo depende del buen ejercicio de la sensatez y de c¨®mo gestione Jordania su poblaci¨®n palestina, que ha alcanzado el 70% del total del pa¨ªs y que en gran parte se considera refugiada a pesar de que ya en 1960 se le concedi¨® el derecho a la ciudadan¨ªa.
La capital, Amm¨¢n, tiene todas las fachadas de sus edificios revestidas de piedra blanca, lo que le da una sosegadora palidez cuando se la contempla desde lejos. Su ubicaci¨®n en el centro del pa¨ªs y su amplia oferta hotelera la convierten en un lugar ideal para emprender la visita de Jordania, y, aunque tiene un escaso inter¨¦s para el visitante, hay algunos lugares en ella que merecen la pena. Uno es el teatro romano, principal vestigio de la ciudad conocida entonces como Filadelfia (los gu¨ªas disfrutan contando que muchos norteamericanos, propensos como son a ignorar la cronolog¨ªa en beneficio del ardor patrio, comentan con orgullo que los romanos tomaron ese nombre del de la ciudad hom¨®nima de Pensilvania). Tambi¨¦n es recomendable ascender al palacio Omeya, que fue en el pasado la residencia del gobernador. Su c¨²pula de madera y plomo ha sido reconstruida recientemente por carpinteros sevillanos, y desde all¨ª se disfruta de unas espl¨¦ndidas vistas de Amm¨¢n.
Desde la capital se pueden realizar dos peque?as excursiones. Una hacia el norte, a las ruinas de Jerash, la antigua Gerasa que floreci¨® gracias al comercio con los nabateos y que, tras un lento declive de siglos, fue destruida por el devastador terremoto que en el a?o 747 asol¨® todas las poblaciones de la zona. Aunque es bell¨ªsima su inmensa plaza oval rodeada de columnas j¨®nicas -ella sola justifica la visita-, la mayor parte est¨¢ por excavar y muchos edificios permanecen desmoronados, lo que llena al visitante de una intensa melancol¨ªa arqueol¨®gica que, sin embargo, mengua a Jerash del embrujo que puedan tener la Pompeya italiana o la Volubilis marroqu¨ª. La otra excursi¨®n es al mar Muerto, muy recomendable por los peelings con el barro que cubre su fondo y los saludables ba?os en sus aguas. Dicen que media hora de inmersi¨®n rejuvenece un lustro. Y as¨ª, mientras uno flota como un corcho y espera que un ratito en remojo le devuelva a los 20 a?os, puede contemplar los territorios palestinos de Cisjordania que se extienden al otro lado de las aguas y reflexionar, desde un ocio que en el Oriente Pr¨®ximo es un regalo extra?o, acerca de la complicada y demon¨ªaca naturaleza del odio.
Los castillos del desierto
Es ¨¦sta una de las traves¨ªas m¨¢s cautivadoras que pueden realizarse. Al este de Amm¨¢n se extiende un largo desierto cruzado tan s¨®lo por el oleoducto Transar¨¢bigo y la carretera que conduce a Irak. Tomando esta v¨ªa, que atraviesa inmensos pedregales de origen volc¨¢nico y por la que circulan casi en exclusiva multitud de camiones cisterna, se pueden encontrar diversas fortalezas que alzan sus muros en medio de la nada. Son los llamados castillos del desierto. Aunque algunos fueron erigidos con anterioridad a la llegada de los califas omeyas, ser¨ªan ellos quienes los llenaran de un contenido que a¨²n hoy se respira entre sus paredes y que es, seguramente, su mejor legado antes de ser expulsados por los abas¨ªes y de su largo peregrinaje que acabar¨ªa en C¨®rdoba.
Hay muchos castillos, pero tres merecen especial atenci¨®n. El Qasr Kharana, un cubo elegant¨ªsimo y de una sobriedad que encoge el alma, se supone era el lugar donde los gobernantes omeyas se reun¨ªan con los jefes beduinos de la regi¨®n. Su imponente estructura aparece como una roca de extra?a belleza en la inmensa explanada des¨¦rtica. El Qasr al Azraq se hizo famoso por haberse instalado en ¨¦l Lawrence de Arabia en su guerra contra los turcos. Es un fuerte impresionante levantado en su totalidad -incluida la viguer¨ªa... ?y hasta las puertas!- con piedras de basalto. Pero el mejor castillo de todos, un verdadero tesoro imposible de olvidar, es el Qusayr Amra. Lo orden¨® edificar Walid I, el mismo califa que erigiera la mezquita de Damasco. Antiguo caravasar y pabell¨®n de caza, su silueta de colores terrosos se alza junto a un pozo. En apariencia anodino, tan peque?o que consta tan s¨®lo de una sala de audiencias, unos ba?os y dos habitaciones privadas, su interior est¨¢ revestido por entero de unos frescos de una belleza turbadora. En ese lugar, lejos de las rigurosas prohibiciones isl¨¢micas que reg¨ªan en Damasco, los jefes musulmanes pod¨ªan disfrutar de la contemplaci¨®n de estas pinturas en las que vemos mujeres ba?¨¢ndose desnudas y escenas de caza con jaur¨ªas de estilizados perros. Es tanta la magia de estas salas que resulta f¨¢cil imaginar c¨®mo se le desbocaba el coraz¨®n al arque¨®logo espa?ol Antonio Almagro, cuando, en los a?os setenta, comenzaba a excavar el lugar y a limpiar los frescos. All¨ª, a salvo de miradas intrusas, los califas omeyas hab¨ªan elevado un espl¨¦ndido monumento a la alegr¨ªa de vivir.
La ciudad de Petra
El gran tesoro de Jordania se encuentra al sur, a las puertas del desierto de Wadi Rum, que ocupa los ¨²ltimos lindes del pa¨ªs y contin¨²a en Arabia Saud¨ª. Es recomendable descender hasta Petra por la Ruta del Rey, que circula por entre el mar Muerto y la carretera del interior. Se pasar¨¢ as¨ª por la ciudad de Madaba, donde se pueden visitar sus famosos mosaicos. El m¨¢s impresionante de todos, sin embargo, se encuentra un poco antes, en la iglesia que corona el monte Nebo, desde donde Mois¨¦s alcanz¨® a ver la Tierra Prometida que nunca llegar¨ªa a pisar. Este mosaico -que reproduce osos, ceb¨²es, leones y animales extinguidos en la actualidad, junto a miembros de los diferentes pueblos de la ¨¦poca en que fue realizado-, aparte de contener una informaci¨®n valios¨ªsima, es uno de los m¨¢s bonitos que pueden verse en el mundo, y se conserva en perfecto estado por haber sido cubierto con otro pavimento para protegerlo de los iconoclastas.
Llegaremos as¨ª a Wadi Mousa, la poblaci¨®n repleta de hoteles que ha crecido junto a las ruinas de Petra. Se hace sumamente importante descansar bien, pues nos espera al d¨ªa siguiente un madrug¨®n y una caminata que puede llegar a alcanzar los 20 kil¨®metros. Porque Petra, la antigua capital que los nabateos alzaran en un profundo ca?¨®n rodeado de monta?as cortadas a pico, es tan inmensa como fascinante. Y me atrever¨ªa a decir que es tambi¨¦n, adem¨¢s de uno de los monumentos m¨¢s atractivos que existen, la esencia misma de Jordania. Los nabateos, una tribu n¨®mada procedente del oeste de Arabia, viv¨ªan de saquear las caravanas hasta que descubrieron que era mucho m¨¢s rentable cobrarles impuestos por atravesar sus tierras. Hab¨ªan descubierto que viv¨ªan en el ojo del hurac¨¢n. Poco a poco fueron creando una gran zona de influencia que llegar¨ªa hasta Siria, y para protegerse construyeron una capital que resultar¨ªa inexpugnable hasta que los romanos lograron tomarla en el a?o 106 despu¨¦s de Cristo. Tras su decadencia, Petra fue recuperada por los bizantinos, pero con la invasi¨®n isl¨¢mica se sumi¨® en el olvido. As¨ª se mantuvo durante medio milenio, olvidada por todos salvo por los beduinos que viv¨ªan en ella, hasta que a principios del siglo XIX el viajero suizo Johann Ludwig Burckhardt, de paso por el lugar, oyera hablar a los habitantes de la regi¨®n de unas ruinas ocultas en las monta?as.
La grandeza de los nabateos
Describir Petra es pr¨¢cticamente imposible sin recurrir a la poes¨ªa. Se accede a ella por un desfiladero (o siq) que mide m¨¢s de un kil¨®metro de largo. Por sus paredes se deslizan las canalizaciones para la entrada del agua y las siluetas erosionadas de los camellos y los comerciantes de una caravana tallada en la roca. El siq desemboca en el famoso Tesoro, tumba de un rey nabateo, que hay que contemplar al atardecer, cuando la rojiza piedra arenisca refulge de tal manera que parece que el sol se est¨¦ poniendo en su interior. Desde all¨ª se accede al valle, rodeado por cerca de 3.000 sepulcros y edificios excavados en las rocas que lo rodean. Algunos de los sepulcros se encuentran en lo alto de las monta?as, como el Monasterio, llamado as¨ª porque fue utilizado como iglesia en la ¨¦poca bizantina. Para llegar hay que ascender m¨¢s de 800 pelda?os, pero es un esfuerzo de casi una hora que merece la pena realizar. Desde ese lugar se aprecia toda la grandeza de lo que fue la capital nabatea.
Al caer la tarde, cuando los agotados visitantes comienzan a retirarse, los hijos de los beduinos que vivieron en Petra hasta mediados de los ochenta -y que finalmente aceptaron desplazarse a un pueblo cercano a cambio de explotar comercialmente las ruinas- se encaraman a los mausoleos y, tumbados en las alturas de las estrechas cornisas, tocan la flauta y canturrean en un sopor cuajado de ecos. Es entonces cuando el viajero se hace consciente de la inmovilidad absoluta que se respira all¨ª, en el coraz¨®n de un pa¨ªs que bebe agua f¨®sil y que ve c¨®mo las caravanas, sean de camellos cargados de especias o de camiones cisterna llenos de petr¨®leo, lo atraviesan una y otra vez como ha sucedido siempre en la desolada Jordania, ese desierto lleno de vida que es la llave secreta y el ¨²nico reducto de paz en una zona dominada por un conflicto inextinguible.
GU?A PRACTICA
Datos b¨¢sicos
Poblaci¨®n: Jordania tiene 5,3 millones de habitantes. Prefijo tel¨¦fonico: 00 962.
C¨®mo ir
- Iberia (902 400 500).Vuelos todos los d¨ªas desde Madrid a Amm¨¢n. A partir de enero, ida y vuelta, 505 euros con tasas.
- Air France (901 11 22 66) tiene vuelos los lunes, jueves y s¨¢bados desde Madrid, v¨ªa Paris, a Amm¨¢n. A partir de enero, 582 euros con tasas.
- Royal Jordanian Airlines (91 542 23 03) ofrece vuelos los mi¨¦rcoles, s¨¢bados y domingos desde Madrid a Amm¨¢n, por 477,16 euros.
Dormir
- Hotel InterContinental Jordan (6 464 13 61). Queen Zein Street, s/n. Amm¨¢n. La doble, 131,54 euros.
- Hotel Days Inn (6 551 90 11). Omar Bin Abdul Aziz Street, s/n. Amm¨¢n. La doble con desayuno, 62,35 euros.
- Nabatean Castle Hotel Wadi Mousa (3 215 72 01). Apartado postal 184 (71811). Petra. Lujoso hotel de la cadena suiza M?venpick. La doble con desayuno, 77,94 euros.
- Lista de hoteles de Jordania, en: www.jordan-hotels.com o en www.johotels.com.
Informaci¨®n:
- Oficina de turismo de Jordania en Barcelona (93 207 26 49).
- www.see-jordan.com.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.