La revoluci¨®n de Galicia
Cuando Sarai alcance la edad de entender, su madre le contar¨¢ que todo empez¨® el mi¨¦rcoles 13 del mes de noviembre del a?o 2002. "T¨² ten¨ªas 14 meses", le dir¨¢, "y yo, 43 a?os". Ramona Rivas piensa explicarle a su hija que las cosas no eran f¨¢ciles por aquella ¨¦poca. Sus dos hijos mayores ya andaban metidos en la droga, y ella se levantaba cada d¨ªa antes del alba para ir a mariscar junto a otras mujeres de Pobra do Carami?al, un municipio de A Coru?a, en la orilla occidental de la r¨ªa de Arosa. "Me gustaba", le contar¨¢ alg¨²n d¨ªa a Sarai, "ir con las otras mariscadoras a la playa, a las siete de la ma?ana, orgullosas todas de nuestro mar y de nosotras mismas, con una niebla que a veces nos aislaba a las unas de las otras, pero sintiendo que est¨¢bamos juntas, sacando a nuestras familias adelante". As¨ª estaban las cosas cuando naufrag¨® el Prestige.
La lucha de los marineros gallegos termin¨® por sacar del letargo a toda la sociedad gallega, espoleada ya por la noticia de que sus dirigentes estaban de caza
La gente del mar, sola, sin medios, decidi¨® no esperar la ayuda oficial y se ech¨® a la mar por su cuenta para contener el veneno que amenazaba sus r¨ªas
El petrolero, cargado con 77.000 toneladas de fuel, anduvo toda una tarde y toda una noche a la deriva, acerc¨¢ndose peligrosamente a la Costa da Morte. Algunos vecinos de Mux¨ªa lo llegaron a divisar desde el muelle. Durante las primeras horas, recordar¨¢ Ramona, mucha gente crey¨® que aquella era una m¨¢s de las tragedias que suelen atormentar a Galicia de vez en cuando -cinco mareas negras desde 1970, m¨¢s de 60 personas muertas durante esos naufragios-, pero pronto se vio que all¨ª estaba pasando algo distinto, inquietante.
Las autoridades hab¨ªan desaparecido. Desde que el barco naufrag¨® hasta que, tres d¨ªas despu¨¦s, un engrudo negro y viscoso con un penetrante olor a azufre empez¨® a llegar a la Costa da Morte, ning¨²n responsable pol¨ªtico quiso hacerse cargo de la situaci¨®n. Y aun entonces, le contar¨¢ alg¨²n d¨ªa Ramona a su hija Sarai, tuvieron que pasar muchos d¨ªas, semanas incluso, para que alg¨²n responsable pol¨ªtico admitiera la magnitud de la cat¨¢strofe. "S¨ª estuvieron r¨¢pidos", recordar¨¢ Ramona, "para ofrecernos algo de dinero, una especie de subsidio, pero las mariscadoras y los marineros gallegos no somos gente que guste de limosna. Y, adem¨¢s, ?qui¨¦n nos iba a pagar lo que ya llev¨¢bamos llorado? Debieron haber dimitido todos, pero demostraron que no conoc¨ªan la dignidad".
Fue entonces cuando ocurri¨® lo m¨¢s triste y a la vez lo m¨¢s hermoso. Para cuando Sarai crezca, las playas de Galicia ya habr¨¢n vuelto a estar limpias de fuel, y su madre podr¨¢ contarle que, en medio de aquella tragedia terrible, se produjo una aut¨¦ntica revoluci¨®n. La gente del mar, sola, sin medios, decidi¨® no esperar a la ayuda oficial y se ech¨® a la mar por su cuenta para contener al veneno que amenazaba sus r¨ªas. En barcos peque?os y grandes, unas veces con las manos y otras con herramientas rudimentarias fabricadas por ellos mismos, los marineros lucharon durante semanas enteras contra la peste negra. Las im¨¢genes de marineros y voluntarios perdidos de petr¨®leo, extenuados, mareados por el olor a azufre, dieron la vuelta al mundo. The New York Times le dedic¨® una portada mucho antes de que los telediarios al servicio de la Xunta y del Gobierno central empezaran a dar cr¨¦dito a lo que estaba sucediendo.
Ramona podr¨¢ recuperar para Sarai unas palabras del escritor gallego Suso de Toro: "Afortunadamente estos d¨ªas hemos sentido la mano cari?osa de muchas otras personas, no hemos estado enteramente solos. Incluso ha venido un rey e imaginamos que habr¨¢ conocido algo de lo que aqu¨ª hay. Y con nosotros han estado alguna cadena de televisi¨®n, alguna emisora de radio, algunos peri¨®dicos..., qu¨¦ ser¨ªa de nosotros sin ellos, los gallegos los recordaremos siempre. Si no fuese por los que han venido hasta aqu¨ª acabar¨ªamos creyendo lo que nos ha dicho el Gobierno, que no era para tanto, que lo que ve¨ªamos no era cierto. Que est¨¢bamos locos".
La lucha de los marineros contra el fuel termin¨® por sacar de su letargo a toda la sociedad gallega, espoleada por la noticia de que algunos jefes del PP -Manuel Fraga, Francisco ?lvares Cascos- estaban de caza cuando peor lo pasaban ellos. Santiago vivi¨® la mayor manifestaci¨®n de su historia al grito de Nunca mais. Ramona le podr¨¢ contar a Sarai que, como escribi¨® un periodista gallego, "en el pa¨ªs de la lluvia, jam¨¢s se hab¨ªan visto tantos paraguas juntos".
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