Imagineros
Rafaela Garc¨ªa Tolosa enviud¨® prematuramente en plena sanjurjada, un d¨ªa de aguacero y ventisca que arroj¨® de un mal golpe al bueno de Jos¨¦ Mar¨ªa Ferris a las aguas embravecidas del J¨²car mientras supervisaba las obras de la presa de Alcal¨¢, sin tiempo a nada, corriente abajo entre violentos remolinos oscuros que lo engulleron para siempre en las entra?as del r¨ªo. Y as¨ª, sin m¨¢s futuro que la tierra bald¨ªa, el esposo muerto que arrastr¨® tras su estela el sue?o de una Rep¨²blica hecha pedazos, y tres hijas de corta edad, Rafaela dej¨® la aldea manchega y emigr¨® a Alicante por puro instinto de supervivencia. All¨ª le esperaban algunos parientes y jornadas infinitas de trabajo, d¨ªa y noche, para llevar a las ni?as mendrugos de ma¨ªz y dignidad a espuertas. La posguerra fue dura, pero m¨¢s a¨²n tener que repartir a sus tres criaturas por hogares distintos debido al trabajo y a la ausencia obligada. Una de esas ni?as pas¨® aquellos a?os en la casa de los Blanco Cant¨®, una familia singular que, en aquellas fechas, traslad¨® su domicilio al popular barrio de Benal¨²a. Rafael Blanco y su esposa Anita, as¨ª como Fulgencio, hermano del aqu¨¦l, trataron a la inquilina como a hija propia y le procuraron un tiempo feliz. El oficio de los hermanos Blanco llenar¨ªa de fascinaci¨®n los ojos de Remedios, ya que ambos eran imagineros, escultores que transformaban la madera y la piedra en figuras heridas de emoci¨®n. En aquella casa, en el espacio deslumbrante del taller, la ni?a se desenvolv¨ªa entre im¨¢genes devocionales, tronos, pasos de procesi¨®n y bustos de Dolorosas en madera policromada. Puede que nadie sepa nunca si el bell¨ªsimo rostro de aquella criatura inspir¨® a Rafael o a Fulgencio en el momento de tallar alguna de esas Pur¨ªsima que hoy presiden iglesias y escuelas. El primero muri¨® en 1984, el mismo a?o en que se march¨® de este mundo Rafaela Garc¨ªa Tolosa. Fulgencio Blanco L¨®pez nos dej¨® la pasada semana, seg¨²n pude leer en una breve esquela en la prensa local. No ha habido m¨¢s recuerdo para ¨¦l que el de los ¨ªntimos y el de la ni?a de esta historia. Me lo dijo conmovida desde el otro lado del tel¨¦fono. Mi madre es as¨ª y me gusta que a¨²n conserve el calor de esos a?os, que los comparta conmigo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.