Tres autores y un premio
A los cert¨¢menes po¨¦ticos cabe pedirles que desbrocen un bosque cuya frondosidad no permite percibir las individualidades; pero ellos mismos son tan numerosos, y casi siempre tan intercambiables, que han acabado por espesar la maleza que deber¨ªan escardar. Y menos mal si, como en el ¨²ltimo Premio Jaime Gil de Biedma, la lectura de las obras laureadas nos reconcilia con la poes¨ªa. Los secretos del bosque se titula precisamente el libro galardonado de Clara Jan¨¦s (Barcelona, 1940), que relata el itinerario rectil¨ªneo que, en la cultura hind¨², corresponde al tercer tramo del camino existencial, durante el que hemos de practicar el desprendimiento indispensable para afrontar el cuarto y ¨²ltimo tranco de la vida. Este segmento del camino se inscribe en el bosque, que ha de atravesarse mientras se va cediendo lastre hasta llegar a la ingravidez. En cualquier punto de esa v¨ªa purgativa asoman a¨²n las asechanzas de los goces sensoriales y del amor, que en ocasiones cobran forma de caballo volador, al que la viajera se entrega unas veces y otras le solicita que se aparte: "Deja, deja que siga / mi camino solitario / por la fosca". La determinaci¨®n de adentrarse en la espesura, abandonando las incitaciones que se le oponen, forma parte de la simbolog¨ªa m¨ªstica en que convergen tradiciones de Oriente y Occidente, y cuya desembocadura es un vac¨ªo anchuroso y apacible: "Nada, nada, nada, / nada esperes / y s¨²mete en la nada". El libro alcanza una intensidad infrecuente, debida a un despojamiento de la lengua que deja las palabras en plum¨®n, ateridas y a punto de la desnudez absoluta.
Tambi¨¦n Ricardo Bellveser (Valencia, 1948) relata un viaje en El agua del abed ul, uno de los dos acc¨¦sits del mismo certamen. Ya no se trata, sin embargo, de una marcha hacia un t¨¦rmino conocido y con una progresi¨®n reconocible, sino de la versi¨®n cognoscitiva de un viaje exterior -pues no vale decir real- a Rusia. El motor del mismo no es esta vez el prop¨®sito de huir del invierno o habitar los Mares del Sur, transgrediendo la costumbre cercenadora y el cors¨¦ de lo establecido. Al contrario: en esta cr¨®nica asistimos a una inmersi¨®n en el fr¨ªo que permite el acceso al tabern¨¢culo del yo y la aproximaci¨®n a los arrabales de la muerte: "Cuanto m¨¢s viajamos mayor es el fr¨ªo, / pues en lo postrero nos aguarda el helor; / sabemos que las cosas anuncian la muerte". Pero, como en un regreso odiseico, al final est¨¢ el comienzo, Mediterr¨¢neo incluido, ese mar que "recuerda los ansiados lugares donde estuvo, / las islas que bes¨®, las aventuras y su naufragio": he aqu¨ª c¨®mo la revelaci¨®n de la muerte es al cabo celebraci¨®n de la vida con su murmullo codicioso, el sonido de los cuerpos, su entra?able precariedad.
Bruno Mesa (Santa Cruz de
Tenerife, 1975), el otro acc¨¦sit, se dio recientemente a conocer con El laboratorio (2000), un libro que tambi¨¦n llegaba con el pan de un galard¨®n bajo el brazo. El t¨ªtulo del que ahora presenta, Nadie, no es el disfraz en que se resuelve el polimorfismo ps¨ªquico del autor, multiplicado en mon¨®logos de diversos sujetos, sino la marca existencial del dolor de sentirse. El voluntarismo juvenil ha puesto al frente de los poemas una reflexi¨®n acaso ociosa sobre m¨¢scaras y representaciones; en suma, sobre la literatura que teje su verdad en el ca?amazo de las mentiras. Pero los versos no son meras ejemplificaciones de las ideas expuestas al comienzo, sino construcciones, a menudo espl¨¦ndidas, en las que hay ingenio para romper expectativas, capacidad ret¨®rica para armar convincentemente los poemas y una discursividad guiada por reiteraciones estructurales y f¨®rmulas de letan¨ªa. Como escritor, Bruno Mesa est¨¢ muy bien dotado, y de su poes¨ªa cabe esperar mucho: s¨®lo tiene que poner sus dones al servicio de una sensibilidad centralizadora, que de momento aparece diseminada en las numerosas voces que constituyen este hermoso ejercicio de polifon¨ªa.
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