Trazos geom¨¦tricos junto a un vi?edo de lava
CASER?O DE MOZAGA, desde el siglo XVIII en el centro geogr¨¢fico de Lanzarote
El efecto Manrique sigue poblando el interior de Lanzarote con hotelitos singulares de pocas habitaciones y ambientados en la tradici¨®n rural canaria. Muy cerca del monumento al campesino, erigido por el difunto artista en el centro geogr¨¢fico de la isla, la familia Rodr¨ªguez Bethencourt ha adaptado para uso tur¨ªstico su antigua finca de labranza, formada por varias edificaciones c¨²bicas herederas del siglo XVIII, con los muros bien enjalbegados, y las piedras esquineras, y la carpinter¨ªa verde oscuro caracter¨ªstica de la arquitectura popular lanzarote?a. Precisa en su geometr¨ªa. Vivificante en su desmelenamiento bot¨¢nico. Due?a de varias hect¨¢reas de vi?edo en agraz que asoma milagrosamente desde las hendiduras practicadas en el malpa¨ªs, un parterre de lava negra sembrado adem¨¢s de cactus, tuneras y palmas alrededor de la casa.
CASER?O DE MOZAGA
6,5. Categor¨ªa oficial: casa de turismo rural. Direcci¨®n: Mozaga, 8. 35562 Mozaga, San Bartolom¨¦ (Lanzarote). Tel¨¦fono: 928 52 00 60. Fax: 928 52 20 29. Central de reservas: 902 10 38 92 (Rusticae). Internet: www.caseriodemozaga.com. Instalaciones: jard¨ªn, sal¨®n de estar, sala de convenciones para 20 personas, restaurante. Habitaciones: 1 individual, 5 dobles y 2 'suites'; todas con ba?o, calefacci¨®n, tel¨¦fono, televisi¨®n v¨ªa sat¨¦lite, secador de pelo y frutas de bienvenida. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, no admite perros. Precios: temporada alta, 112,40 euros + 7% IVA; temporada baja, 85,94 euros + 7% IVA; desayuno incluido. Tarjetas de cr¨¦dito: Diners Club, Master Card, Visa, 6000. Arquitectura ... 7 Decoraci¨®n ... 6 Estado de conservaci¨®n ... 7 Confortabilidad habitaciones ... 6 Aseos ... 4 Ambiente ... 7 Desayuno ... 8 Atenci¨®n ... 9 Tranquilidad ... 8 Instalaciones ... 5
El patio de entrada saluda al viajero con un azulejo en honor a la Virgen Mar¨ªa y un farolillo las m¨¢s de las veces apagado. Otro jardincito de evocaci¨®n volc¨¢nica se extiende hacia la fachada trasera, dispuesta para el servicio, decorada con tres botas de vino y un t¨ªlburi del siglo XIX. En el interior, los espacios comunes son generosos en tama?o, ox¨ªgeno y buen gusto, tal cuales los viv¨ªan los bisabuelos de sus actuales propietarios. Lo que acent¨²a, en discordancia, la vetustez de los cuadros, las l¨¢minas y las fotograf¨ªas colgadas en las paredes. Muchas de estas piezas conservan un gran valor, pero su encanto queda devaluado en lid est¨¦tica con los sof¨¢s y las telas a?os sesenta que amueblan la mayor¨ªa de las estancias. Un eclecticismo cotizado a m¨¢s de 110 euros, que es lo que cuesta pasar aqu¨ª la noche.
Un delicado encuentro
En las mismas claves, los dormitorios se desga?itan con el encuentro entre lo nuevo y lo viejo. A veces, una feliz simbiosis pl¨¢stica. Casi siempre, reluctante en el choque, aunque corregible si se renuncia a las reliquias de otras ¨¦pocas menos interesantes desde el punto de vista decorativo. Llama la atenci¨®n su amplitud y el croquis di¨¢fano de los cuartos de ba?o, gozosamente abiertos a la alcoba, lo que puede molestar o cohibir a m¨¢s de uno. El agua de la ducha aflora con deliberada parsimonia. El jab¨®n es expendido por un artilugio m¨¢s propio de la hosteler¨ªa industrial que de un hotelito perteneciente a la marca de calidad Rusticae.
Los valores del caser¨ªo son otros. En primer lugar, la amabilidad de Gonzalo Rodr¨ªguez Bethencourt y sus empleados en el trato, al calor de los libros y la m¨²sica que cultivan a todas horas en cualquier rinc¨®n. Despu¨¦s, el refinamiento conseguido en la cocina, devocionario de los sabores insulares puestos de actualidad. En especial, los desayunos, aderezados de embutidos, huevos, zumos, frutos secos y distintas clases de pan. Y finalmente, el aislamiento que bendice estas instalaciones frente a la progresiva masificaci¨®n del litoral lanzarote?o.
ALREDEDORES
LOS PROPIETARIOS regentan a un par de kil¨®metros, en direcci¨®n al pueblo de Uga, una prestigiosa bodega donde se elaboran unos malvas¨ªas de corte tradicional: El Grifo. A poco que se traben unas palabras con Gonzalo Rodr¨ªguez Bethencourt, el hu¨¦sped es invitado a una visita guiada por las instalaciones vitivin¨ªcolas, empezando por el vi?edo, cultivado sobre el lapilli, y terminando en el Museo del Vino, donde por nada habr¨ªa que perderse una degustaci¨®n del Malvas¨ªa 1956, un tesoro que se acaba... El resto de la isla merece una visita en coche de alquiler a los monumentos paisaj¨ªsticos recreados por C¨¦sar Manrique: la Casa Museo del Campesino, la Cueva de Los Jameos del Agua, el Jard¨ªn de Cactus y el Mirador del R¨ªo, desde el que se atisba el islote de La Graciosa. Otra jornada se lleva el parque nacional de Timanfaya, con paseo en dromedario, demostraci¨®n del geotermalismo de la zona con el chorro de vapor que surge del g¨¦iser artificial y subida a las Monta?as del Fuego.
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