Fr¨ªo
Una ola de fr¨ªo pasa sobre Andaluc¨ªa, sobre Espa?a, sobre el mundo. Los term¨®metros bajan, el cielo se cae y un pensamiento blanco, sin matices, de falsa inocencia, cubre las calles y unifica la altura polar de los tejados. Una tranquilidad de justicia parcial, de s¨¢bana envenenada, se extiende ante los ojos, y poco a poco nos lleva hacia una frontera de sentimientos congelados en los que no queremos pensar. Junto a la nieve infantil del pavimento y los jardines, acecha el barro. Junto a la canci¨®n navide?a trasnochada, imperan unos reyes de ofrendas peligrosas y unos pastores con el zurr¨®n cargado de dogmatismo y de avaricia. No se trata de anunciar un nuevo Apocalipsis, ni de caer en los argumentos ingenuos del catastrofismo. Pero el villancico que sale de la realidad es cada vez m¨¢s negro, m¨¢s parecido a una marcha f¨²nebre, a una mancha de petr¨®leo. Los term¨®metros de la dignidad humana est¨¢n bajo cero y se hunden en un pantano de palabras sin misericordia, en una ci¨¦naga de estafas, c¨¢rceles, campos de concentraci¨®n, guerras convocadas, silencios, censuras, informaci¨®n negada y espect¨¢culos rid¨ªculos, en los que la cr¨®nica de alta sociedad desplaza a la pol¨ªtica. La botella nunca estuvo llena, pero ahora empieza a estar casi vac¨ªa. Durante mucho tiempo hablamos del socialismo real para distinguir entre las bellas banderas de la emancipaci¨®n y la realidad opresiva del imperio sovi¨¦tico. Ya es hora de que empiece a hablarse de capitalismo real, para distinguir entre las aspiraciones democr¨¢ticas y el imperialismo neoliberal de la derecha europea y norteamericana. La liquidaci¨®n paulatina de la conciencia ha venido preparando una liquidaci¨®n de los estados. Los ciudadanos devoradores no pueden vivir bajo unas leyes de convivencia solidaria. Necesitan una competici¨®n en la que se practique el juego sucio, la suciedad del fr¨ªo. La nieve es encantadora y peligrosa como una adolescente armada con un rifle en el patio de un colegio.
Abrimos un peri¨®dico, encendemos la radio o el televisor, y verificamos todos los d¨ªas, bajo la blancura sonriente de las informaciones oficiales, que es imposible ejercer la libertad en pa¨ªses que viven bajo el fr¨ªo de una prensa cada vez m¨¢s humillada, de un poder judicial que pierde su independencia y de unos gobernantes dispuestos a dirigir la pol¨ªtica nacional e internacional al paso marcado por las multinacionales. Las actuaciones oscurantistas del Partido Popular son todav¨ªa un juego de ni?os si lo comparamos con el gran mu?eco de nieve, una Casa Blanca que da permiso a su polic¨ªa de ¨¦lite para ejecutar a delincuentes sin juicio previo y que paga a los periodistas fieles, dispuestos a atornillar un estado favorable de opini¨®n. Los tornillos han sustituido al censor, los villancicos del miedo crean un reba?o de corderos decidido a creer en las bondades del lobo. Vamos todos a la guerra, porque somos buenos, porque nuestra paz exige la guerra, porque necesitamos a la extrema derecha para gobernar el esp¨ªritu de nuestros telediarios, de nuestras c¨¢rceles, de nuestros polic¨ªas, de nuestros ej¨¦rcitos. La nieve cubre el mundo con una extensa s¨¢bana blanca. Quien se atreve a mirar bajo la s¨¢bana s¨®lo ve el cad¨¢ver de la democracia.
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