Roger Bernat est¨¢ en otro lado
Uno. Uno de los hombres de teatro m¨¢s apasionantes del momento actual est¨¢ en Barcelona pero nunca est¨¢ donde se le busca. Nombre: Roger Bernat. Edad: 34 a?os. Etiquetas sempiternas: enfant terrible (hasta su ingreso en el asilo), alternativo feroz. Aspecto f¨ªsico: Elvis vestido por Kaurismaki. Padres espirituales (una selecci¨®n): Thierry Salmon, Mickey Mouse, la facci¨®n m¨¢s ¨¢cida de la Escuela de Barcelona, Johnny Rotten, Jean-Pierre L¨¦aud en La maman et la putain, la mula Francis, Peter Sloterdijk. Y Guy Debord y sus copains: el humor glacial, el descaro como m¨¦todo, la yuxtaposici¨®n de materiales aleatorios, la voluntad de jugar en serio, la ausencia de proclamas y la extrema seguridad en la propia po¨¦tica son (?al fin!) netamente situacionistas. Entre 1997 y 2001, Roger Bernat crea y comanda General El¨¦ctrica, una "c¨¦lula de agitaci¨®n esc¨¦nica" que fabrica una decena de espect¨¢culos: 10.000 Kgs, Confort dom¨¦stico, ?lbum, Verismos y Trilog¨ªa 70, entre otros. Joan Oll¨¦ les abre las puertas del Festival de Sitges, les llueven premios de la cr¨ªtica y los mejores teatros de Barcelona (Mercat, Lliure, Nacional) acogen sus propuestas... hasta que la factor¨ªa echa el cierre por asfixia institucional. Giran por Espa?a, presentan Una juventud europea en La Cuarta Pared y se despiden de la afici¨®n con Que alguien me tape la boca, en el Nacional. Reflexi¨®n de Bernat tras la experiencia: "Hoy d¨ªa es m¨¢s f¨¢cil hacer un espect¨¢culo con cincuenta millones que con tres. En un teatro oficial est¨¢s obligado a trabajar a lo grande y a pasar por veinte mil filtros. Al acabar Que alguien me tape la boca me dije: quiero montar piezas r¨¢pidas. Prefiero menos dinero y un trabajo continuado. Huir de la escenograf¨ªa como ornamentaci¨®n. Ser el t¨¦cnico, el director, el actor y el que recibe a la gente. Buscar una teatralidad fresca y vital, hacer teatro en las narices del p¨²blico". Va a ver a Andreu Morte, de nuevo responsable del Mercat de les Flors. Le dice: "Quiero hacer seis espect¨¢culos; con medio mill¨®n por pieza me apa?o". As¨ª nace el ciclo Bona gent, una de las ofertas m¨¢s estimulantes del pasado invierno. Hemos visto ya tres montajes, entre octubre y diciembre. Los tres siguientes llegar¨¢n entre mayo y junio, porque a mediados de marzo, Bernat se instala en el Lliure de Gr¨¤cia con Bones intencions, una adaptaci¨®n, presumiblemente lib¨¦rrima, del Platonov de Ch¨¦jov.
Dos. Los seis espect¨¢culos (sobre otras tantas "imposibilidades" o preguntas sin respuesta) son "piezas de resistencia": "Pocos actores, pocos medios y voluntad de resistir". Cada funci¨®n se cocina entre Bernat, Joan Navarro (actor, m¨²sico, disc¨ªpulo de Layton y Pina Bausch) y un invitado m¨¢s o menos an¨®nimo, "gente generosa, dispuesta a abrir su coraz¨®n y a arriesgarse". Se parte de un tema general, se ensaya durante tres semanas, se representa unos pocos d¨ªas y se pasa a la siguiente. Rub¨¦n Ametller, un joven actor catapultado a la fama por los culebrones televisivos pero persuadido de ser el Edward Norton de su generaci¨®n, protagoniz¨® la primera y m¨¢s violenta entrega, De la imposibilidad de entenderse a s¨ª mismo. Para la segunda, De la imposibilidad de concebir la propia muerte, Bernat sedujo al veteran¨ªsimo director y escen¨®grafo Yago Pericot ("Yago fue uno de mis mejores profesores en el Instituto del Teatro, pero sobre todo me interesaba porque ha pasado de los setenta y sigue joven. Y porque ha visto la muerte de cerca"). Un hacker inform¨¢tico, Pedro Soler, protagoniz¨® la tercera, De la imposibilidad de estar en todas partes. Seguir¨¢n, en primavera, Imma Codorniu, una mujer sorda, profesora experta en signos (De la imposibilidad de hablar claro), un cantante, Santi Maravillas (De la imposibilidad de conjugar el verbo amar) y un mago uruguayo, Nicol¨¢s Acevedo, enfrentado a la imposibilidad de ser Dios.
Tres. Consecuentemente, esta nota deber¨ªa llamarse De la imposibilidad de hablar de los espect¨¢culos de Roger Bernat: hay demasiadas sugerencias, cambios de tono, fogonazos conceptuales. Teatro entendido como cuaderno de apuntes; bombardeo de memorias ¨ªntimas; cartas cruzadas; pantomimas trist¨ªsimas o salvajes. La excitaci¨®n comienza unos d¨ªas antes de cada funci¨®n. Hay que llamar a un m¨®vil para reservar, porque apenas caben 50 espectadores por sesi¨®n y siempre queda gente en la calle. Las Imposibilidades se presentan en el ultra-off inventando su propio circuito: locales casi secretos, espacios autogestionados de la Barcelona subterr¨¢nea, seg¨²n los esquemas de la "psicogeograf¨ªa emocional": un plano de las l¨ªneas afectivas de la ciudad. "El p¨²blico ir¨¢ a barrios que no conoce y descubrir¨¢ lugares ins¨®litos". Un lavadero reconvertido en estudio de m¨²sica electr¨®nica, un bar oculto en un segundo piso, un almac¨¦n, una sala de baile. Escenograf¨ªas ef¨ªmeras, cuatro focos, kilos de imaginaci¨®n. No se cobra entrada: justo la cerveza. La maravillosa sensaci¨®n, en estos tiempos de sobredosis informativa, de dejarte sorprender: no hay forma humana de adivinar el tono o los giros de cada espect¨¢culo. En mitad de un mon¨®logo sobre el fin de la individualidad, Rub¨¦n Ametller se convierte, pose¨ªdo, en el esquizofr¨¦nico y ensangrentado Norton de El club de la lucha. O el viejo Yago se lanza a interpretar un tema de Par¨¢lisis Permanente justo despu¨¦s de narrarnos la muerte de su perro. En el pasmoso comienzo de la tercera entrega, los actores abandonan "f¨ªsicamente" a su p¨²blico: comienzan a sonar los m¨®viles en la oscuridad y se crea una polifon¨ªa de voces, relatos interrumpidos, indicaciones de actos posibles; una comunidad improvisada y gozosa. He aqu¨ª un teatro vivo, diferente, que escapa (a saltos, de costado) de algunas de las trampas b¨¢sicas del arte actual: la previsibilidad, la voluntad de hacer carrera, la falta de exposici¨®n, de sentido del humor, de juego, de aventura. No desatiendan la pr¨®xima llamada de Roger Bernat.
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