Que la detengan
A M? ME DA MUCHA PENA de los escritores. Como lo siento lo digo. Porque veo que son personas que sufren y que tienen una ¨¦tica. Con lo que cuesta tener una ¨¦tica, Dios m¨ªo de mi vida. Yo es que la ¨¦tica ni la huelo: unos d¨ªas salgo en un debate de la tele superseria (de la muerte) en contra de la telebasura, y al d¨ªa siguiente, tan fresca, me atornillo al sof¨¢ y me hago un trinimarat¨®n de veinte horas viendo las declaraciones de Mar¨ªa Jos¨¦ Campanario y Jesul¨ªn a la salida de Ambiciones, de Marujita D¨ªaz con su amante italiano a la salida del Asador Donostiarra, de Mar¨ªa Jim¨¦nez en su restaurante de Tarifa poniendo verde a Pepe Sancho, de la peque?a Andrea, de la peque?a Ro, que, por cierto, el otro d¨ªa le dijo a su padre, Antonio David (el de las lavander¨ªas): "Pap¨¢, este coche est¨¢ comido de mierda", y todos los periodistas recogieron las palabras de la encantadora chiquilla y aseguraron que ha salido en arte verbal a su abuelastro, el diestro Ortega Cano, al que tambi¨¦n he visto, aprovecho para decirlo, vestido del rey negrito en la cabalgata del pueblo de Mar¨ªa del Monte, que ahora mismo no s¨¦ cu¨¢l es, perd¨®nenme la ignorancia. Como ven, tengo una documentaci¨®n exhaustiva y tambi¨¦n tengo afectada la parte referente a la zona lumbar (por decirlo finamente) porque, a consecuencia de pasarte las navidades tumbadurria, el culo se resiente. Y a todo esto sin dejar de comer Ferrero-Rocher. Y el chocolate y la vida est¨¢tica producen reflujo, que es una enfermedad superdemoda en Estados Unidos, y yo me apunto a lo ¨²ltimo, aunque mi salud se resienta. Cada vez que sal¨ªa la Preysler ofreciendo ferreros, yo me com¨ªa uno de mi propia caja. Es que a m¨ª me hace mucho da?o la publicidad. Y, claro, luego voy al gimnasio, me encuentro a Bicoca y me reprende: "No s¨¦ c¨®mo tu marido te deja que te pongas como te est¨¢s poniendo". Yo le digo: "A m¨ª mi santo me quiere tal como soy", y ella me suelta: "T¨² ¨¢ndate con ojo, que a los intelectuales, en principio, les da igual estar con una gorda que con una t¨ªa canosa, pero luego te dejan por la estudianta que est¨¢ haciendo la tesis". Se me saltaron las l¨¢grimas, me espant¨® la perspectiva. Y, encima, Bicoca me tiene celosa, va y me dice que estos Reyes no se ha metido en gastos y ha regalado s¨®lo libros. ?Los m¨ªos?, le pregunt¨¦ a riesgo de que me humillara. No, cari?o, me dijo, a todas mis amigas les he regalado Un talib¨¢n en la Jaralera, porque s¨¦ que con Alfonso acierto. Tambi¨¦n me jode que mientras yo estaba en Am¨¦rica me ha puesto los cuernos con Boris Izaguirre. Se han hecho ¨ªntimos. El otro d¨ªa me los veo me¨¢ndose de risa porque Boris contaba que estaba siguiendo en la tele del gimnasio el veredicto en directo del juicio de Wynona, y cuando el juez dijo: "Guilty", Boris completamente hundido grit¨®: "?Hijo de puta!", y de pronto un individuo que sudaba en la otra punta del gimnasio se volvi¨® espantado como diciendo: ?lo dice por m¨ª? El individuo era Arias Ca?ete. Como es del PP, se sinti¨® aludido. Y es que, aunque en mi gimnasio somos todas del PP, a estas alturas, como dir¨ªa Anson en su m¨ªtico art¨ªculo, las ratas estamos abandonando el barco. Yo la primera, que soy la m¨¢s rata. Los perdedores, oyes, como que no me van.
Ya digo, los escritores me dan mucha pena. Cada dos por tres hablan de la ¨¦pica de los perdedores. Y yo me pregunto qu¨¦ co?o es eso. A m¨ª me dice m¨¢s la h¨ªpica de los perdedores, que me suena como a Cayetano de Irujo. Me da mucha pena que los escritores (por mor a su ¨¦tica) no disfruten de la entra?able Navidad porque dicen que las personas estamos enfermas de consumismo. El escritor Prada, por ejemplo, denunciaba en un pol¨¦mico art¨ªculo que los christmas hoy en d¨ªa no est¨¦n inspirados en motivos de la querida tradici¨®n cat¨®lica. Esa denuncia me toc¨® la fibra. Cog¨ª el christmas que me hab¨ªan mandado con Nacho Vidal en bolas y le dibuj¨¦ unas bolas de Navidad encima de sus propias bolas para que no se diga. En invierno los escritores me dan mucha pena porque cuando no escriben art¨ªculos contra la Navidad escriben art¨ªculos que tratan de que tienen gripe. Cada a?o hay varios columnistas que cuentan que tienen fiebre. Este a?o ya han ca¨ªdo tres. Pero por Dios bendito, ?es que no hay nadie que los sustituya, o siquiera que los vacune? Tambi¨¦n me dan mucha pena algunos escritores que al tener una ¨¦tica tan enorme no saben disfrutar de Raulito, el ni?o de seis a?os que canta Que la detengan, el ¨²ltimo fen¨®meno paranormal a nivel m¨²sica ligera; tampoco conocen Que la detengan ni sabr¨ªan bailar dicha coreograf¨ªa. Y, por ejemplo, si se compran el libro de memorias de Garc¨ªa M¨¢rquez y ven en la portada al peque?o Gabo, son incapaces de percibir el extraordinario parecido entre el ni?o Nobel y la peque?a Andrea, hija del diestro de Ubrique. Pero, claro, para percibir esas sutilezas hay que salir de la torre de marfil, ver la tele, tirarse a la calle un 5 de enero, consumir hasta romper la Visa, mezclarse con la masa, vivir para contarlo. C¨®mo volver¨ªa yo de mis compras navide?as que me meto reventada a la ducha, me echo el champ¨², ?y qu¨¦ dir¨¢s que me sale del pelo? Una etiqueta. Se lo cont¨¦ a mi santo porque me pareci¨® simp¨¢tico a la par que simb¨®lico. Y entonces mi santo, acompa?ado por una perfecta coreograf¨ªa, se puso a cantar: "Que la detengan / que es una mentirosa, / malvada y peligrosa, / yo no la puedo controlar". Me dej¨® muerta.
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