Fuerzas y resistencias
La presi¨®n sobre Irak crece d¨ªa a d¨ªa con el despliegue militar de EE UU en la zona. Se sumar¨¢n 35.000 soldados m¨¢s a los 80.000 ya presentes. Ayer zarp¨® de Portsmouth el portaaviones brit¨¢nico Ark Royal, buque insignia de una flota que llevar¨¢ a 3.000 infantes de marina brit¨¢nicos. Pero tambi¨¦n aumentan las reticencias al uso de la fuerza entre los aliados de EE UU. Europa no quiere la guerra. Blair tiene graves problemas internos, con una amenaza de rebeli¨®n de un centenar de diputados laboristas e incluso de dimisi¨®n de algunos ministros si se ataca a Irak sin mediar una nueva resoluci¨®n del Consejo de Seguridad que lo autorice, que resultar¨ªa absolutamente necesaria, aunque su aprobaci¨®n no est¨¦ garantizada y requiera un gran esfuerzo diplom¨¢tico por parte de EE UU.
Tambi¨¦n la pide Chirac, junto con "pruebas" de la culpabilidad de Irak, a la vez que alerta a sus Fuerzas Armadas para estar preparadas "ante cualquier eventualidad". En Alemania, incluso los democristianos, en la oposici¨®n, est¨¢n girando contra el viento de Washington. El Gobierno turco est¨¢ en aprietos ante una sociedad opuesta a la guerra y la presi¨®n de EE UU para el uso de las bases y la eventual apertura de un frente norte. Y los pa¨ªses ¨¢rabes quisieran contar, antes de cualquier intervenci¨®n, con la oportunidad de intentar un cambio pac¨ªfico en Bagdad.
La comparecencia esta semana ante el Consejo de Seguridad de Hans Blix, jefe de los inspectores internacionales, ha puesto a la Administraci¨®n de Bush en un aprieto, y a Sadam Husein ante un dilema. Blix ha reconocido que hasta el momento no se hab¨ªa encontrado rastro alguno de armas de destrucci¨®n masiva. No aparece la "pistola humeante", prueba del delito. Pero Irak tampoco ha explicado qu¨¦ ha hecho con las armas que ten¨ªa y que us¨® contra Ir¨¢n y contra los kurdos, de las que tuvieron constancia los inspectores hasta 1998. Aunque la resoluci¨®n 1.441 del Consejo de Seguridad de la ONU pone la carga de la prueba del lado de Irak, EE UU se est¨¢ viendo presionado para dar m¨¢s informaci¨®n sobre lo que dice saber. Irak, si no muestra las pruebas de su culpabilidad, se condenar¨¢, y si las presenta, tambi¨¦n. La presi¨®n puede pasar ahora a los interrogatorios de cient¨ªficos iraqu¨ªes. Pero, para inclinar a las opiniones p¨²blicas, ser¨¢ necesario encontrar una pistola, si no humeante, al menos caliente. La palabra de Bush, por s¨ª sola, de poco vale, como ha puesto de relieve la propia Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica (AIEA).
Es posible que llegue el 27 de enero y Blix siga sin "pruebas" que aportar en su informe al Consejo de Seguridad. Blair y Chirac han pedido m¨¢s tiempo para que los inspectores realicen su trabajo con profundidad, dejando de considerar esa fecha como un fat¨ªdico ultim¨¢tum. Un Irak bajo permanente vigilancia internacional, con presencia de inspectores internacionales, se convertir¨ªa en una potencia contenida e inofensiva. Ser¨ªa una opci¨®n no s¨®lo viable, sino deseable, frente a una guerra que equivaldr¨ªa, como ha se?alado Chirac, al reconocimiento de un fracaso.
Bush ha dicho y repetido que no s¨®lo quiere "desarmar" a Irak, sino tambi¨¦n "liberarlo" y hacer pagar as¨ª a Sadam Husein sus deudas, y sobre todo las ajenas: las de Al Qaeda. Los civiles del Pent¨¢gono, con su proyecto de modificaci¨®n del equilibrio de poder en toda la zona, propugnan una intervenci¨®n que proporcione el control de Irak, pero tienen enfrente las dudas de algunos mandos militares de peso, adem¨¢s de las resistencias de sus aliados. A su vez, el grave desaf¨ªo planteado por Corea del Norte con su chantaje nuclear podr¨ªa llevar a reconsiderar la prioridad de un conflicto b¨¦lico en Irak. Por eso, sin aflojar la presi¨®n, Bush parece mantener todas las opciones abiertas.
Entre los tambores de guerra y el ruido diplom¨¢tico destaca el silencio del Gobierno de Aznar, que coincide con la instalaci¨®n de Espa?a, el pasado d¨ªa 1, como miembro del Consejo de Seguridad. Aznar, ante las dudas de Blair, puede quedar en evidencia en su apoyo incondicional a Bush. La gravedad de la situaci¨®n deber¨ªa llevar al presidente del Gobierno a no demorar las explicaciones en el Parlamento. Hay demasiado en juego.
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