El adi¨®s del sabio del castillo
El Parlamento checo se re¨²ne el mi¨¦rcoles para elegir al sustituto del presidente V¨¢clav Havel
Cuando el pr¨®ximo mi¨¦rcoles se re¨²nan las dos c¨¢maras del Parlamento checo para elegir al nuevo presidente de la Rep¨²blica, lo har¨¢n conscientes de que est¨¢n abocadas a una tarea imposible. Gane quien gane -no hay un claro favorito y es previsible que se requieran varias votaciones-, est¨¢ claro que han de buscar sustituto para quien en realidad no lo tiene. V¨¢clav Havel tendr¨¢ un sucesor, pero nunca nadie que pueda ocupar su puesto all¨¢ arriba en el Hrad, en la milenaria fortaleza de Praga que se eleva sobre el r¨ªo Vltava. M¨¢s de trece a?os hace desde aquellos d¨ªas milagrosos de noviembre de 1989 en los que una impresionante multitud se lanz¨® a las calles para reclamar libertad y dignidad y, sin derramar una sola gota de sangre, acab¨® con el r¨¦gimen comunista, que era ya un fantasma agonizante en su estulticia, corrupci¨®n, incompetencia y amoralidad.
Su peque?o grupo de disidentes luch¨® contra la dictadura en una profunda soledad
Ha fijado baremos insospechados para medir al estadista con vocaci¨®n de servicio
El 29 de diciembre de aquel a?o, Havel se convert¨ªa en presidente de la Rep¨²blica y promet¨ªa a checos y eslovacos el retorno a la comunidad de las sociedades libres, de la que hab¨ªa sido secuestrada, primero, por el nazismo alem¨¢n, y despu¨¦s, por el comunismo sovi¨¦tico. Aquellas semanas que pasaron a la historia europea como la revoluci¨®n de terciopelo fueron un sue?o memorable no s¨®lo porque los checoslovacos se un¨ªan a los dem¨¢s pueblos centroeuropeos en la demolici¨®n inapelable de la dictadura que hab¨ªa dividido a Europa, separando bajo la consigna de Yalta culturas y pueblos que hab¨ªan convivido durante milenios. Tambi¨¦n lo fue porque, en una magn¨ªfica revocaci¨®n de la selecci¨®n negativa que imponen las dictaduras, eligieron como l¨ªder al ciudadano que consideraban un¨¢nimemente como el mejor. Donde semanas antes eran jefes incuestionables oscuros aparachiks encanallados, asum¨ªa el mando un pr¨ªncipe de las letras y el pensamiento y un abanderado de la tolerancia, del compromiso ¨¦tico y de la compasi¨®n.
No era tan parad¨®jico que los ciudadanos checoslovacos se entusiasmaran en aquel momento hist¨®rico con un hombre cuya conducta en el pasado hab¨ªa diferido tanto de la mayoritaria. Porque Havel y el peque?o grupo de disidentes activos en Checoslovaquia hab¨ªan luchado contra la dictadura en una profunda soledad, mucho mayor que la sufrida por disidentes bajo otros reg¨ªmenes comunistas. Cuando Havel se reun¨ªa clandestinamente a finales de los setenta y en los ochenta en los montes Tatra con compa?eros polacos en la lucha por la democracia, no podr¨ªa sino envidiar el apoyo social al que pod¨ªan recurrir en Polonia amigos suyos como Adam Michnik o Jacek Kuron. Tambi¨¦n ellos entraban y sal¨ªan de la c¨¢rcel con frecuencia. Pero sab¨ªan que contaban con las simpat¨ªas y muchas veces ayuda de la poblaci¨®n. En Checoslovaquia, la implacable y mezquina pol¨ªtica de normalizaci¨®n impuesta tras la invasi¨®n de 1968 hab¨ªa logrado quebrar la moral de resistencia de la sociedad. Sumisi¨®n, resignaci¨®n e impostura se hab¨ªan convertido en mecanismos de supervivencia. El cinismo era virtud ciudadana en aquel pa¨ªs en el que mediocres e iletrados hab¨ªan purgado el aparato de poder para aplastar toda la esperanza de reformas hacia un socialismo con rostro humano como las que hab¨ªan osado las mejores cabezas comunistas bajo Alexandr Dubcek. ?ste acab¨® de guardabosques en su Eslovaquia natal. Otros pol¨ªticos, periodistas o intelectuales sobrevivieron veinte a?os como carboneros, peones rurales o urbanos o distribuidores de barriles de cerveza como el propio Havel, ante la indiferencia, real o simulada, y en todo caso el silencio de una poblaci¨®n dominada por el miedo a cualquier conflicto con el poder.
De ah¨ª que el encumbramiento de Havel a l¨ªder de la revoluci¨®n democr¨¢tica tuviera mucho que ver con la necesidad de la sociedad checoslovaca de espantar o reprimir la mala conciencia por la sumisi¨®n mostrada tanto tiempo al grotesco r¨¦gimen que, en noviembre de 1989 se desmoronaba como un castillo de naipes. Pronto se volvi¨® a demostrar, como en tantas pret¨¦ritas revoluciones, que los sue?os colectivos de excelencia tienen corta vida. Y que, por lo general m¨¢s bien pronto, se imponen intereses, emociones y ambiciones mucho m¨¢s prosaicas que las que Havel simbolizaba. Los pueblos no est¨¢n formados -?qu¨¦ se le va a hacer!- de poetas y pensadores. Quiz¨¢s sea mejor, porque la creencia rom¨¢ntica centroeuropea de que pod¨ªa ser as¨ª no gener¨® en el pasado m¨¢s que monstruos.
En Praga pronto aparecieron los V¨¢clav Klaus y los Milos Zeman, pol¨ªticos aut¨¦nticos, pr¨¢cticos en demas¨ªa y para nada l¨ªricos, que durante el comunismo hab¨ªan guardado prudent¨ªsimo silencio, no conoc¨ªan las c¨¢rceles pero s¨ª la naturaleza del ser humano a ras de tierra, lejos de toda sublimidad y dispuesta a olvidar todo lo que la pueda inquietar o poner en triste evidencia.
Havel siempre crey¨® que no se llamaba a enga?o. Pero no pudo evitar decepcionarse ni caer en ocasiones en la ira de quien se fuerza a entender a los enemigos mientras estos desprecian ese ejercicio y aprovechan las debilidades que la generosidad siempre acaba manifestando. Havel, demasiado sabio para odiar algo m¨¢s que el enanismo moral que tan solo le hab¨ªa dejado en su patria antes de 1989, se volvi¨® a ver pronto rodeado por las trincheras de la insidia, de la arrogancia, el despecho y el rencor de quienes le acusaban de saberse un alma distinta. No pudo evitar que el nacionalismo eslovaco despertara el nacionalismo checo y ambos acabaran con la rep¨²blica fundada por Masaryk, a la que hab¨ªa jurado defender. Y tuvo que ver c¨®mo mor¨ªa, v¨ªctima de un c¨¢ncer, su inolvidable e inseparable compa?era durante d¨¦cadas de lucha, su mujer Olga Splichalova, tan valiente, inteligente y generosa como ¨¦l. Despu¨¦s fue ¨¦l quien enferm¨®, envenenado por una afici¨®n disparatada al tabaco, en la que compet¨ªa con sus amigos y conspiradores c¨®mplices en la lucha por la libertad que son los polacos Michnik y Kuron. Hace un par de a?os, en una de sus habituales estancias de reposo en Lanzarote, invitado por su muy admirado rey de Espa?a, Juan Carlos I, dec¨ªa que Canarias y la Monarqu¨ªa espa?ola estaban alargando su vida lo suficiente como para finalizar su ¨²ltimo mandato como presidente de la Rep¨²blica, "aunque eso pueda molestar a alg¨²n compatriota m¨ªo". As¨ª ha sido. Est¨¢ enfermo y cansado y probablemente algo triste por el mal trato que, por parte de muchos checos, ha recibido su segunda mujer, Dagmar Veskrnova, una ex actriz cuya antigua imagen fr¨ªvola nada tiene que ver con su papel real como la continuadora de la labor protectora que durante tanto tiempo realiz¨® la desaparecida Olga.
Con el mutis de V¨¢clav Havel, este gran europeo que no ha dejado de pensar en las tentaciones del poder, en la miseria de las ambiciones fatuas y en los grandes misterios que, mucho m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica, hacen del ser humano y su organizaci¨®n social, del mundo, sus tristezas y alegr¨ªas, de la persistencia de las emociones y trascendencia en las profundidades que dibujan v¨ªnculos incomprendidos entre la vida y la muerte, todos quienes crean en el crecimiento espiritual del hombre tienen algo que lamentar y mucho de que alegrarse. Havel ha cumplido lo prometido. Y m¨¢s. Los checos, un pueblo tanto tiempo humillado y silenciado, es un miembro de pleno derecho del gran proyecto de la comunidad europea de valores. Pero, adem¨¢s, Havel ha establecido baremos insospechados por los que medir al estadista con vocaci¨®n total de servicio y al hombre que, con la reflexi¨®n, la tolerancia y la compasi¨®n por bandera, se decide desde la peligrosa atalaya del poder a llamar a su gente y al mundo entero a una comuni¨®n con los derechos humanos que va mucho m¨¢s all¨¢ que los bienpensantes mensajes de acabar con la omnipresente crueldad entre nosotros. "Los derechos humanos no suponen nada mientras no se deriven del respeto al milagro del ser, el milagro del universo, de la naturaleza y de nuestra propia existencia. Es nuestra conciencia de estar enraizados en el mundo y el universo, de no estar solos con nosotros mismos, sino ser parte de una entidad superior y misteriosa contra la que no conviene blasfemar", como dijo en su memorable reflexi¨®n sobre "la necesidad de trascendencia en el mundo moderno". Havel se va. Quiz¨¢s a Lanzarote a prolongar su vida. Es momento por tanto de que sienta la gratitud de todos aquellos, checos, europeos, humanos, que est¨¢n convencidos de que este hombre nos ha hecho, con su palabra y sus hechos, mejores personas.
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