La marea negra, vista por los ni?os
Los comentarios de los alumnos del colegio Mar de Foro, en Fisterra, sobre la marea negra
Los alumnos del colegio Mar de Foro, de Fisterra, recortan peri¨®dicos y fabrican murales sobre la cat¨¢strofe del Prestige. En uno, las mejores fotos: los marineros recogiendo chapapote con las manos; la manifestaci¨®n en Santiago; las aves petroleadas... En otro, los chistes c¨¦lebres: Aznar perseguido por un barco con proa de tibur¨®n; Fraga emulando su ba?o franquista de Palomares en medio del mar ennegrecido... En un tercero, la selecci¨®n de dibujos recibidos de escuelas de toda Espa?a, como el de los voluntarios cargando capachos firmado por Dani, de Madrid. En el reverso, un deseo del autor escrito a l¨¢piz: "Que termin¨¦is pronto".
En la clase de Leticia, los ni?os aprenden geograf¨ªa, matem¨¢ticas y realidad a espuertas. Junto a la pizarra tiznada de cuentas se exhiben cartulinas con los titulares de un peri¨®dico: mareas negras, vientos y tragedias. No lejos de esa clase de ni?os de 10 y 11 a?os, en el puerto de Fisterra, sus padres y vecinos aprovechan el d¨ªa calmo y salen a la mar para recoger fuel flotante. "Est¨¢n matando a los p¨¢jaros, la costa y los peces", dice Leticia mientras se sujeta las gafas. Xurxo, en el pupitre vecino, protesta agit¨¢ndose: "Las playas est¨¢n llenas de fuel y no podemos ba?arnos". Rub¨¦n, hijo de un pescador, asegura que su padre est¨¢ ahora en casa, ayuda a su madre y, a veces, sale a pescar chapapote. "Le veo m¨¢s", a?ade con un hilo de voz escudri?ando una ventaja. Brais pondera el trabajo de los voluntarios llegados de mil lugares y da las gracias, pero Nadal corrige: "Muchos son de aqu¨ª".
?Qui¨¦n es Fraga? "El presidente de Galicia que estaba de caza", responde Leticia
El colegio se encuentra situado en la calle que desemboca en la hermosa carretera que conduce al faro. En una de las ventanas exteriores del centro est¨¢ pegada una bandera gallega enlutada, s¨ªmbolo de la plataforma c¨ªvica Nunca M¨¢is. Alba, que tiene mirada de ser la primera de la clase, propone medidas: "Vigilar m¨¢s los barcos y estar mejor preparados". Y Xurxo, de familia sin relaci¨®n con la mar, a?ade: "Se pod¨ªa haber llevado a un puerto y sacar lo que llevaba dentro para meterlo en otro barco".
Parecen bien informados de lo ocurrido desde el 13 de noviembre, cuando el petrolero averiado era visible desde la costa. Si preguntas por pol¨ªticos, responden atropell¨¢ndose. ?Qui¨¦n es Fraga? "El presidente de Galicia que estaba de caza", dispara Leticia sin inmutar la sonrisa p¨ªcara. ?Y Aznar? "Un bigotudo", exclama Rub¨¦n entre la chanza general. Alguno, como Manuel, repite el lema de las manifestaciones: "El del bigote, a limpiar chapapote". Y si pides que les pongan una nota, de cero a diez, reparten suspensos sin pie-dad. De Aznar a Rajoy, pasando por Fraga.
In¨¦s, la profesora, organiz¨® no hace mucho una rueda de prensa. "Bueno, era un simulacro", matiza. Ismael, peinado con el pelo pincho -gomina y media hora de secador ma?anero, seg¨²n In¨¦s- y que no disimula su condici¨®n de travieso, canturrea al recordarla: "Vamos a contar mentiras, tralal¨¢". "Dibujaron a Fraga y a Aznar y colocamos los carteles debajo de la mesa como si estu-vieran escondidos", dice la profesora. Xurxo interviene sin guardar turno: "A Fraga le pintamos con una escopeta". "En esa rueda de prensa, los ni?os formularon preguntas que nadie contest¨®", subraya In¨¦s. Algunas se interesaban por las aves y los peces; otras, por las ayudas que reciben sus familias.
Juan fue el encargado de la escenograf¨ªa. El dibujo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se lo ha llevado la profesora a casa como recuerdo. Juan improvisa otro, diminuto, que es de una gran calidad. A l¨¢piz, moviendo la mano derecha con soltura, parte de un bigote prominente. El muchacho capta los rasgos precisos de la caricatura. Juan rechaza los halagos: "Quiero ser director de cine". Entre la veintena de ni?os de la clase, ocho aspiran a ejercer de marineros, como sus padres; los otros tienen muy divididas sus preferencias. Pero ninguno se plantea vivir fuera de Fisterra, una tierra de emigraci¨®n secular.
En la planta baja, junto al mural con una selecci¨®n de ¨¢nimos llegados de otros colegios, Amalia, la directora, dice: "Tenemos cientos de cartas y correos electr¨®nicos. Al principio tratamos de responder, pero es imposible; no damos abasto. Desde aqu¨ª quiero dar las gracias y pedir perd¨®n por ello".
Es la hora de salida. No suena timbre alguno. Los chicos bajan las escaleras atropell¨¢ndose en un griter¨ªo. A unos pocos, los que viven en el pueblo, les aguardan madres y hermanas. A otros, les llevan en autobuses. En sus casas volver¨¢n a escuchar conversaciones marineras y de chapapote. Al fin y al cabo, el mar es el ¨²nico horizonte y su vida.
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