Inflaci¨®n 4, Gobierno PP 0 (otra vez)
Cuando en octubre de 1982 se forma el primer gobierno socialista se encuentran con una tasa de inflaci¨®n del 13,82%. Cuando en marzo de 1996 el PP gana las elecciones, el ministro Solbes pasa el testigo a su sucesor, Rodrigo de Rato y Figaredo, de una inflaci¨®n situada en el 3,4%. O sea, en 161 meses los gobiernos socialistas consiguieron una reducci¨®n de 10,4 puntos. Los populares, por contra, en 81 meses de gobierno no s¨®lo no han conseguido ara?ar una sola d¨¦cima a la tasa de inflaci¨®n que recibieron en 1999, sino que no han podido evitar su incremento hasta el reciente y preocupante 4%.
Un 4% que, por otra parte, ya viene medido en el IPC desde febrero del a?o pasado con una nueva metodolog¨ªa que, siguiendo las l¨ªneas del llamado Informe Boskin, intenta corregir la sobreestimaci¨®n del IPC. O sea que para que la comparaci¨®n con las cifras de a?os anteriores fuese homog¨¦nea habr¨ªa que sumarle entre un 0,5% y un 0,8% adicional.
Frente a este problema, que s¨®lo desde hace unos meses es reconocido por el gobierno -s¨®lo por una parte de equipo econ¨®mico- como el principal de la econom¨ªa espa?ola, la t¨¢ctica del PP ha sido la habitual: primero ignorarlo, hablando incluso de "un claro control de la inflaci¨®n"; luego falsearlo atribuy¨¦ndolo a una secuela l¨®gica de nuestro mayor crecimiento; luego minimizarlo; despu¨¦s buscar un culpable ajeno a ellos que, como en este caso no pod¨ªa ser la herencia socialista, pasaron a ser los empresarios que incrementaban excesivamente sus m¨¢rgenes o la pol¨ªtica monetaria europea, por no hablar de los socorridos incrementos en el precio de los carburantes, que tambi¨¦n afectan por igual a Alemania o Francia lo cual no impide que nuestra inflaci¨®n casi cuadruplique y duplique, respectivamente, la de ellos.
Ahora estamos en la fase de aceptaci¨®n de los hechos, con a?os de retraso y no s¨®lo con una carencia absoluta de pol¨ªticas espec¨ªficas al respecto sino con una preocupante divisi¨®n gubernamental al respecto entre los equipos de Econom¨ªa y Hacienda. As¨ª mientras Rato propugna que en una uni¨®n monetaria el ¨²nico instrumento disponible para contener las presiones inflacionistas es la pol¨ªtica presupuestaria restrictiva, el inefable Crist¨®bal Montoro no se ha cansado de presentar los presupuestos para este a?o como unos presupuestos expansivos por su car¨¢cter fuertemente inversor y porque contienen una bajada de impuestos. En otras palabras mientras Rato pide una pol¨ªtica presupuestaria restrictiva para combatir la inflaci¨®n, Montoro le sirve raci¨®n doble de pol¨ªtica expansiva, v¨ªa gasto y v¨ªa impuestos. Mientras Rato condena p¨²blicamente a aquellos pa¨ªses que tratan de acelerar la coyuntura a trav¨¦s del gasto p¨²blico, Montoro le ofrece unos presupuestos que, seg¨²n sus palabras, son un instrumento para estimular el crecimiento econ¨®mico.
Pero es que, adem¨¢s, mientras que desde Econom¨ªa -Rato y Guindos- se reconoce, en una valoraci¨®n sesgada a la baja, que la subida de impuestos indirectos del pasado a?o ha supuesto un incremento de la inflaci¨®n de medio punto, Montoro afirma que no se puede hablar de relaci¨®n entre subida de los impuestos indirectos y la inflaci¨®n. Inflaci¨®n que, eufem¨ªsticamente, califica como "fen¨®meno transitorio de alza de precios". Estas cuestiones no son meras an¨¦cdotas. Es muy serio que en el seno de un mismo gobierno existan posturas tan discrepantes, m¨¢xime cuando una de ellas es la de todo un vicepresidente segundo y Ministro de Econom¨ªa, que a lo que parece o no quiere o no puede utilizar su posici¨®n jer¨¢rquica para dirimirlas. Lo cual deber¨ªa obligar al inquilino de la Moncloa a intervenir, aunque parece que en materia de tanta importancia el gobierno no s¨®lo est¨¢ con el s¨ªndrome del pato cojo sino que ha pasado al s¨ªndrome del pato ausente.
Aparte de la merma directa que supone para nuestra capacidad adquisitiva -la inflaci¨®n acumulada s¨®lo desde 1999 ronda el 14%- y para nuestros ahorro -el 74% del ahorro de los espa?oles est¨¢ en p¨¦rdida real, o sea se le retribuye menos de lo que sube la inflaci¨®n- y al margen de que Montoro, en su bulimia fiscal, nos cobra hasta un impuesto sobre la inflaci¨®n porque llevamos a?os sin que se actualice, deflactando, la escala del IRPF ?cu¨¢nto supone este descontrol gubernamental para la econom¨ªa espa?ola?
Pues en concepto de actualizaci¨®n de las pensiones, 2.071 millones de euros. En concepto de revisiones salariales -pese a la m¨¢s que manifiesta y sensata moderaci¨®n sindical- rondar¨¢ los 2.500 millones de euros. Por hablar s¨®lo de magnitudes directamente cuantificables. Porque la competitividad espa?ola est¨¢ en ca¨ªda libre: hemos retrocedido 5 puntos en 5 a?os frente a la zona euro, medido en el diferencial de precios relativos reales. Tenemos adem¨¢s la mayor ca¨ªda de toda la Uni¨®n Europea en cuanto a comercio exterior. La cuota de mercado de nuestras exportaciones a nivel mundial ha descendido al 1,8%, una d¨¦cima s¨®lo por encima de la que ten¨ªamos en 1993. Y, para mayor preocupaci¨®n, todo ello se junta con una productividad que est¨¢ retrocediendo, seg¨²n la Comisi¨®n Europea, desde 1996, situ¨¢ndose en estos momentos en un 65% de la de los EEUU y siendo, junto con Grecia y Portugal, la m¨¢s baja de la UE.
No es extra?o que la CEOE y los sindicatos expresen su honda preocupaci¨®n, pero ?qu¨¦ hace el gobierno frente a esto, adem¨¢s de echar gasolina tributaria a la hoguera de la inflaci¨®n? Ocupados en la sucesi¨®n y las consiguientes intrigas palaciegas y enfrascados en camuflar su tremendo fracaso en materia de seguridad ciudadana jugando ahora a sheriffs del condado, no parecen tener ni tiempo, ni ideas, para abordar lo que Rato ya califica como el principal problema de la econom¨ªa espa?ola.
Un problema que, por desgracia, no parece que vaya a reducirse sensiblemente. La pol¨ªtica de tipos de inter¨¦s del Banco Central Europeo no es la m¨¢s favorable para un pa¨ªs con una inflaci¨®n como la nuestra y, conforme aumenten los problemas alemanes, puede tener a¨²n m¨¢s efectos expansivos en Espa?a. La pol¨ªtica fiscal en el 2003 ya hemos visto que ser¨¢ netamente expansiva tanto por el lado de los ingresos como por el de los gastos, que se van a disparar m¨¢s de lo presupuestado al socaire de las alegr¨ªas electoralistas, hipotecando todav¨ªa m¨¢s el futuro porque no se dirigen precisamente a aumentar la productividad.
Que la divina providencia nos ampare hasta despu¨¦s de las elecciones generales porque a todas las carencias e inacciones habituales ahora parece que va a imperar en el gobierno el "efecto Zaplana" y su ¨²nica gu¨ªa de conducta: despu¨¦s de m¨ª, el diluvio.
Segundo Bru es Catedr¨¢tico de Econom¨ªa Pol¨ªtica y senador socialista por Valencia.
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