El Ni?o amenaza al Bernab¨¦u
Torres, inadaptado en Segunda, cumple su pron¨®stico de explotar y ya es el l¨ªder del Atl¨¦tico
Fernando Torres Sanz (Madrid, 1984) apretaba los pu?os y torc¨ªa el gesto mordi¨¦ndose el labio en silencio hace poco m¨¢s de un a?o. Enfadado, rumiando letan¨ªas silenciosas, pero correcto y disciplinado, aguantaba el chaparr¨®n interminable de broncas de Luis Aragon¨¦s. "?Torres, as¨ª no!, ?Torres, h¨¢galo bien, no bonito, bien!, ?Torres, esto!, ?Torres, lo otro!"... Desubicado, con 17 a?os, aterriz¨® en un vestuario jer¨¢rquico, como todos, que le acogi¨® como a un novato sospechoso, a un pelirrojo imberbe. Un adolescente sobrevalorado con manchitas en la cara que hab¨ªa impuesto el presidente para cubrirse las espaldas en un momento de convulsi¨®n. Un chaval que ten¨ªa que esperar a que llegase su padre a recogerle despu¨¦s del entrenamiento para llevarle al instituto, mientras o¨ªa como sus compa?eros desaparec¨ªan montados en sus autom¨®viles de lujo. S¨®lo encontr¨® un oasis en el partido amistoso ante el Madrid en enero del a?o pasado. All¨ª se sinti¨® como en Primera, su elemento, y marc¨® bes¨¢ndose el escudo ante el p¨²blico madridista ubicado en el fondo sur.
"Es orgulloso y quiere tapar muchas bocas", desliz¨® el a?o pasado un ¨ªntimo de Torres
Pero, entonces, ya hab¨ªa dejado de ser la referencia absoluta, el l¨ªder carism¨¢tico que arreglaba todos los desaguisados en el juvenil y hab¨ªa pasado de ser el gran acontecimiento del a?o a perder el puesto en el campo en beneficio de un jornalero del f¨²tbol, el uruguayo Diego Alonso. Llegaron las dudas. Las reflexiones sesudas de los cr¨ªticos y los algoritmos estad¨ªsticos que se?alaban que Torres s¨®lo hab¨ªa marcado seis goles y no crec¨ªa, que estaba estancado en la charca de Segunda Divisi¨®n. Pero s¨ª crec¨ªa. Y ¨¦l lo sab¨ªa. "Fernando es muy competitivo y muy orgulloso. Est¨¢ convencido de que va a tapar muchas bocas", desliz¨® entonces alguien muy pr¨®ximo al delantero de Fuenlabrada. "Se tomar¨¢ la revancha", profetizaban los que mejor le conocen.
365 d¨ªas despu¨¦s, Fernando Torres vuelve a ser la referencia de quien nunca le abandon¨®, la afici¨®n rojiblanca, pero adem¨¢s es la tabla de salvaci¨®n en la que buscan agarrarse sus compa?eros. Torres ha vencido su particular rito de iniciaci¨®n, su camino de perfecci¨®n, y vuelve a ser el ariete precoz, fr¨ªo, h¨¢bil, voraz, ganador y seguro. Vuelve a ser una moneda con una sola cara, la ganadora, un dado con un seis impreso en cada una de sus paredes.
"En Primera creo que voy a explotar", se limitaba a profetizar el pecoso delantero mientras estudiaba los v¨ªdeos de Van Basten, su ¨ªdolo, y se quedaba boquiabierto con los juegos malabares de Rivaldo. Su Liga era esa.
Y ahora est¨¢, exactamente, donde hab¨ªa so?ado cuando entonaba gritos de guerra en el fondo sur del Calder¨®n con sus amiguetes, la misma pandilla que a¨²n conserva, aunque ahora tenga que tirar de monedero para invitar. "Los que hemos jugado en la cantera sabemos lo que significan los colores". En el Atl¨¦tico, los colores significan que hay dos partidos a lo largo de la temporada, dos fechas que, salvo los dos a?os en Segunda, se subrayan con rotulador rojo nada m¨¢s recibir el calendario de la Liga: los dos encuentros contra el Madrid. Y Torres, atl¨¦tico desde que le pegaba con cinco a?os a la pelota en la finca de un familiar hasta que aparec¨ªa la luna y su padre ten¨ªa que arrastrarle de la mano mientras ¨¦l se aferraba con la otra al bal¨®n, lo sabe. "Cuando era peque?o me parec¨ªa que ganar al Madrid val¨ªa ya por media temporada", record¨® el otro d¨ªa, ya adulto, con su sudadera azul, el pelo de punta y una soltura ante los micr¨®fonos que ha ido adquiriendo poco a poco.
En noviembre le llamaron para jugar el partido del centenario madridista. Fue el ¨²nico jugador del Atl¨¦tico invitado. No marc¨®, pero estuvo a punto y, mientras una densa cortina de pitos acompa?aba cada uno de sus movimientos, El Ni?o se lament¨® como si hubiese fallado a puerta vac¨ªa un gol decisivo en la final de la Copa de Europa.
Fernando Torres siempre ha sido el m¨¢s joven. El menor y el mejor. A los siete a?os, se estren¨® en competici¨®n participando en el campeonato que organiza el patronato de su pueblo, Fuenlabrada. La edad m¨ªnima era de ocho. Fernando bati¨® todas las marcas goleadoras. La sorpresa lleg¨® cuando una semana m¨¢s tarde se recibi¨® una carta de denuncia de la Federaci¨®n en casa de los Torres. Un entrenador rival afirmaba que ten¨ªa nueve a?os y que "se hab¨ªa quedado con su cara", entonces, la de un chaval flaquito con flequillo trigue?o ca¨ªdo sobre la frente que a¨²n no hab¨ªa descubierto el look juvenil de los pelos afilados apuntando al cielo que ahora exhibe. En 1995 cumpli¨® el tr¨¢mite de presentarse a las pruebas del Atl¨¦tico. Sac¨® un once sobre diez. Desde entonces ha ido rastreando los pasos de Ra¨²l y batiendo r¨¦cords de goles.
Sus rodillas, "las mas extra?as, flexibles y maleables que han pasado por mi consulta", seg¨²n el m¨¦dico que le oper¨® con 16 a?os, le han llevado hasta las puertas del Bernab¨¦u una semana despu¨¦s de saltar a todas las portadas por su extraordinario partido ante el Deportivo. La siguiente parada, la que so?¨® desde peque?o cuando se desplazaba en tren: Chamart¨ªn.
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