Animales
Una noche de verano, siendo muy ni?o, ardieron varias monta?as del Desierto de las Palmas. Bajo el resplandor de aquel gran incendio, cuyas pavesas el viento negro tra¨ªa hasta la terraza de casa, rescat¨¦ del palomar a Mambr¨², el palomo al que yo m¨¢s quer¨ªa porque era un campe¨®n, y mientras lo proteg¨ªa contra el pecho sent¨ª que toda la oscuridad del universo iluminada por el fuego lat¨ªa en mis manos a trav¨¦s del peque?o coraz¨®n de un animal lleno de p¨¢nico. Fue mi primera pulsi¨®n pante¨ªsta. Despu¨¦s otros animales dom¨¦sticos me adentraron en el misterio de la naturaleza, vi¨¦ndolos nacer, aparearse y morir, cada uno seg¨²n su car¨¢cter. Conservo todav¨ªa en la memoria el olor profundo de nidos, parideras y establos con toda la viscosa pureza de los nacimientos. Bajo el sol de mediod¨ªa los perros en plena calle me revelaron el nudo del sexo. En el momento de amarse algunos animales eran tiernos, corteses y los machos sacaban a bailar a las hembras antes de cubrirlas, pero tambi¨¦n los hab¨ªa que saciaban su instinto con una violencia inmediata. La dignidad con que muri¨® una yegua mir¨¢ndome de reojo llorando es a¨²n el espejo de perfecci¨®n en el que trato de reflejarme. De ni?o conoc¨ªa cada uno de los rastros y excrementos de estas criaturas, sab¨ªa interpretar la impaciencia en el relincho de los caballos, la vanidad del cacareo despu¨¦s de la violaci¨®n ejercida en su corral por el gallo, el flujo lascivo que dejaba atr¨¢s la fecundidad de los conejos, el fervor er¨®tico del ruise?or en las noches de primavera. La misma ternura, crueldad, miedo, sumisi¨®n e independencia que descubr¨ª en distintos animales dom¨¦sticos comenc¨¦ luego a verlas en las personas a medida en que fui creciendo. Luego le¨ª que daban consejos en las f¨¢bulas de Esopo. Mi primera ca¨ªda se produjo al comprobar que las palomas, s¨ªmbolos de la paz, eran absolutamente sanguinarias; la segunda, en la excitaci¨®n que en el alma produc¨ªa el hedor cabr¨ªo del ganado cuando se un¨ªa al perfume del azahar. Ahora los animales dom¨¦sticos han entrado en el c¨®digo penal. Su maltrato va a ser castigado. Se empieza de ni?o dando una patada a un gato y se acaba apaleando a un mendigo como a un perro. La ley no dice nada de nuestra conducta con las fieras. Las serpientes hablaban en el para¨ªso y muchas alima?as, desde los escarabajos a los chacales, en un momento de la evoluci¨®n del esp¨ªritu humano fueron tomadas por dioses. Pero eso era cultura. Las personas s¨®lo somos animales dom¨¦sticos y eso es a¨²n naturaleza.
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