Un teatro viejo
La reflexi¨®n menos disparatada que puede hacerse sobre Ars¨¦nico, por favor, montaje que, con direcci¨®n de Gonzalo Su¨¢rez, se presenta en Barcelona, es que el teatro y el cine no son la misma cosa. La observaci¨®n es oportuna porque en este montaje se vive no s¨®lo una inmersi¨®n en el cine sino, lo m¨¢s grave, un retroceso hacia una forma de hacer teatro -en la concepci¨®n del espacio y direcci¨®n de actores- que hace d¨¦cadas ha dejado de tener vigencia esc¨¦nica.
La de Ars¨¦nico, por favor es una historia que ha oscilado entre el teatro y el cine. Escrita por Joseph Kesselring, empez¨® en 1941 su trayectoria en Nueva York como pieza teatral para, en 1944, pasar al cine en la famosa versi¨®n de Frank Capra protagonizada por Cary Grant. Tiene su gracia que sea un hombre de cine como Gonzalo Su¨¢rez quien la devuelva al teatro. Pero lo ideal ser¨ªa que este montaje no hubiera tenido su origen en el rebufo del ¨¦xito comercial asentado en el anzuelo del remake esc¨¦nico de pel¨ªculas y de la presencia de actores famosos, en este caso, Jorge Sanz (en el papel de Cary Grant), sino que hubiese surgido como la voluntad de adentrarse en un terreno inexplorado.
Ars¨¦nico, por favor
De Joseph Kesselring. Direcci¨®n y versi¨®n: Gonzalo Su¨¢rez. Int¨¦rpretes: Julia Mart¨ªnez, Santiago Mel¨¦ndez, Eduardo Antu?a, F¨¦lix Cubero, Gorka Aguinalde, Alicia Agut, Miriam Gallego, Jorge Sanz, Germ¨¢n Montaner, Carlos Moreno, Vicente D¨ªez. Escenograf¨ªa: Wolfgang Burmann. Vestuario: Rosa Garc¨ªa And¨²jar. Iluminaci¨®n: Juan G¨®mez-Cornejo. Teatro T¨ªvoli. Barcelona, 16 de enero.
La historia es la de unas ancianitas que intentan lograr la paz eterna de ancianos solitarios a los que atraen con el anuncio del alquiler de una habitaci¨®n y que liquidan con una copa de vino con ars¨¦nico. Con un muerto en el arc¨®n de la sala, las situaciones que se producen llegan a ser hilarantes. Pero la gracia, y eso es lo primariamente teatral del espect¨¢culo, est¨¢ en la cantidad de disparates que llegan a decirse por minuto, bromas verbales que recuerdan a los hermanos Marx y que, en esta versi¨®n, adquieren incluso el sonsonete del doblaje de sus pel¨ªculas. Hay mucho de cine dentro del teatro y eso estar¨ªa bien si Su¨¢rez hubiese atendido a otras reglas fundamentales del teatro, especialmente la especificidad del actor teatral y el tempo esc¨¦nico.
Jorge Sanz est¨¢ mal, se pasa media obra caminando como un pato, dando brincos que tratan de ser sobresaltos y haciendo un humor actoralmente simpl¨®n. A su alrededor, el elenco es flojo, con un exceso de sobreactuaci¨®n. Hay dos excepciones: Gorka Aguinalde, excelente actor c¨®mico que encarna a un polic¨ªa, y Alicia Agut, una de las ancianas que, pese a una gracia indudable, se eclipsa f¨¢cilmente. Pero no es tanto un problema actoral cuanto de ritmo de la obra. El montaje es mortalmente lento.
Con todo, la obra se mantiene en pie y resulta, a ratos, especialmente en la segunda parte, bastante entretenida. La puesta en escena est¨¢ muy cuidada. Le faltar¨ªa muy poco para estar casi bien si lo que la lastra no estuviera, precisamente, en el punto de partida. Porque a ratos parece una reconstrucci¨®n arqueol¨®gica, como si hubiesen retrocedido en el tiempo y estuvi¨¦ramos en alg¨²n viejo teatro.
Babelia
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