Jaime Miralles o la lealtad
Se cont¨® entre los vencedores de la Guerra Civil en la que particip¨® como oficial provisional. No le ceg¨® la victoria ni el tributo de su sangre. Pudo haberse lucrado con el bot¨ªn consiguiente, pero por lealtad a sus convicciones prefiri¨® alistarse entre los vencidos y padeci¨® persecuci¨®n por la justicia sin exhibirse jam¨¢s como v¨ªctima. Trabaj¨® porque se instaurara la paz reconciliadora.
Jaime Miralles fue un ejemplo de lealtad a la Monarqu¨ªa y a don Juan de Borb¨®n, a quien siempre distingui¨® como encarnaci¨®n de la legitimidad din¨¢stica. Estuvo en el Congreso del Movimiento Europeo de M¨²nich de 1962 junto con otros pol¨ªticos de las fuerzas democr¨¢ticas del interior y del exilio. El r¨¦gimen se sinti¨® desafiado desde dentro por gentes intachables y procedi¨® a una campa?a inicua de descalificaci¨®n calumniosa.
El acta del Consejo de Ministros de 8 de junio registra su inicio a las 11.20 horas en los siguientes t¨¦rminos: "El Caudillo comienza hablando de la campa?a exterior contra Espa?a. Se acuerda la promulgaci¨®n de un decreto ley suspendiendo por dos a?os la aplicaci¨®n del art¨ªculo 14 del Fuero de los Espa?oles y estableciendo que el Gobierno, a propuesta del ministro de la Gobernaci¨®n, podr¨¢ fijar la residencia a las personas cuya actividad se estime peligrosa para la paz interior". As¨ª se llega hasta las 14.15 horas y luego se reanuda a las 18.00. Jaime Miralles fue deportado a la isla de Fuerteventura, donde permaneci¨® hasta mayo de 1963. O sea que la lealtad de un combatiente de la primera hora en el bando que se llam¨® de los nacionales se hab¨ªa convertido en esas fechas en un asunto de peligrosidad insoportable para el franquismo.
Asombra repasar en el libro de la editorial Tecnos Cuando la transici¨®n se hizo posible. El contubernio de Munich, compilado por un equipo encabezado por Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, los procedimientos mendaces y rastreros del franquismo, al que no faltaron servidores de extrema vileza, reinsertados despu¨¦s merced a la reconciliaci¨®n que los del contubernio propugnaban con tanta anticipaci¨®n en su Proyecto de transici¨®n a una situaci¨®n pol¨ªtica regular y estable, presentado en M¨²nich a la altura de 1962. Cu¨¢nta cobard¨ªa y cu¨¢nto ventajismo sobrevinieron despu¨¦s. Qu¨¦ espect¨¢culo el ofrecido por aquella prensa entregada al cumplimiento servil de consignas de falsedad averiguada.
Jaime Miralles, como otros que nos van faltando, tomaba sus compromisos conforme a sus convicciones sin atender a c¨¢lculos ni a probables contraprestaciones. Cuando por fin se restauraron las libertades democr¨¢ticas nunca figur¨® entre los que pasaron cuentas por los servicios prestados para su recuperaci¨®n. Como se?alan las ordenanzas, busc¨® los puestos de mayor riesgo y fatiga. Dio siempre primac¨ªa a los valores morales, nunca cay¨® en la vana satisfacci¨®n de un ¨¦xito personal est¨¦ril.
En 1972 fue ingresado en prisi¨®n cuando, como letrado, defend¨ªa a uno de sus clientes que hab¨ªa sido objeto de malos tratos. Escribi¨® entonces una carta al ministro del Ej¨¦rcito a prop¨®sito del proceso que se le instruy¨® por insultos a las Fuerzas Armadas aclarando que serv¨ªa vocacionalmente a la justicia y que de patriotismo ser¨ªa dif¨ªcil darle lecciones. Defendi¨® a los abogados de Atocha y sufri¨® amenazas de los guerrilleros de Cristo Rey. Todav¨ªa en 1979, un juez de instrucci¨®n le proces¨® por desacato cuando exig¨ªa que ampliara declaraci¨®n otro de sus patrocinados.
Pero Jaime Miralles estaba en las ant¨ªpodas del conflicto gratuito. Siempre practic¨® el di¨¢logo cualquiera que fuese la distancia dial¨¦ctica que le separara de sus interlocutores. Era un caso notable de oratoria bien construida y articulada, de ademanes acompasados, de certera intuici¨®n, que ganaba en sus informes cuando actuaba como defensor o cuando interven¨ªa en ocasiones pol¨ªticas. Hay memoria de sus brindis cuando los leales coincid¨ªan en Estoril. Quedar¨¢ entre nosotros, entre otras cosas, por su ejemplo de entrega desinteresada a una causa.-
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