Rota y El Puerto, bajo el ruido de los motores
Las localidades gaditanas de Rota y El Puerto de Santa Mar¨ªa tienen muestras diarias y evidentes de la intensa actividad que desarrolla la base naval. La m¨¢s clara se?al es la presencia de tr¨¢fico a¨¦reo muy denso en la zona, en especial por la noche. En las ¨²ltimas semanas se han multiplicado las llegadas de grandes aviones militares de carga y los ejercicios de naves de combate.
El convenio que regula la actividad militar de la base obliga a las aeronaves a emplear un pasillo a¨¦reo de entrada que las conduce a un territorio no habitado sobre la Sierra de San Crist¨®bal. Esta condici¨®n, sin embargo, viene siendo sistem¨¢ticamente incumplida.
Los transportes sobrevuelan, en su aproximaci¨®n a la pista, las viviendas de la urbanizaci¨®n portuense de Valle Alto, en cuyo entorno se encuentra, adem¨¢s, una gran superficie de ventas visitadas a diario por miles de personas. Esta circunstancia viene originando, desde hace semanas, las quejas sistem¨¢ticas de los residentes que sufren el ruido ensordecedor de los motores.
Ambas ciudades viven con aparente normalidad los movimientos internos de la instalaci¨®n, rote?os y portuenses est¨¢n acostumbrados a convivir con uno de los bastiones de la defensa de EE UU en el territorio europeo. Reconocen a la base la generaci¨®n de empleo, aunque muy reducida en los ¨²ltimos a?os, y la aportaci¨®n que para el turismo y los proveedores de la zona supone la presencia de la poblaci¨®n americana, acostumbrada a disfrutar de su tiempo libre en los establecimientos espa?oles.
Pero, al mismo tiempo, son conscientes de que el riesgo de que la base asuma un papel activo en un eventual conflicto b¨¦lico es cada d¨ªa m¨¢s cierto. El alcalde de Rota, Domingo S¨¢nchez Rizo (PSOE), viene demandando un protocolo de seguridad para la poblaci¨®n civil. "Queremos establecer un acuerdo con el resto de administraciones para determinar un procedimiento de actuaci¨®n y, en su caso, de evacuaci¨®n ante el supuesto de una situaci¨®n de riesgo. No se trata de alarmar, sino de actuar con los pies en la tierra", asegura el alcalde. Esta demanda viene siendo sistem¨¢ticamente desatendida por el Gobierno espa?ol.
Las grandes dimensiones del recinto militar, unas 240 hect¨¢reas en total, hace pr¨¢cticamente imposible la observaci¨®n desde el exterior de los cambios que experimenta la base naval.
La mayor parte de la informaci¨®n que trasciende a la opini¨®n p¨²blica procede del testimonio de alguno de los 1.200 empleados civiles espa?oles de la base o las empresas proveedoras de la instalaci¨®n. El comit¨¦ laboral ha confirmado en estos ¨²ltimos d¨ªas la instalaci¨®n de cientos de camas con las que atender a los militares norteamericanos en tr¨¢nsito hacia el golfo P¨¦rsico. Asimismo, se anuncia el montaje de un gran hospital de campa?a, e incluso, seg¨²n explic¨® el presidente del comit¨¦ laboral, Jos¨¦ Sabido, de una morgue donde recibir a las bajas de una posible acci¨®n militar.
Los taxistas rote?os que entran en la base aseguran que no han notado un incremento de las medidas de seguridad ni en los accesos ni en las zonas a las que se les permite el paso. "Tras el 11-S, las entradas se cancelaron y las puertas estaban vigiladas con perros adiestrados y militares armados, pero ahora la situaci¨®n parece normal", explicaba uno de ellos.
Mientras, la base experimenta mejoras que le permitir¨¢n aumentar su nivel de operatividad, como 16 nuevos hangares y una mejora del sistema de suministro de carburante para acortar el tiempo de escala de los aviones en tr¨¢nsito. En la base viven unos 6.000 ciudadanos norteamericanos, la mitad militar.
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