La tragedia de Rub¨¦n
Cuando el dirigente comunista espa?ol Ignacio Gallego falleci¨® hace 13 a?os en un hospital de Madrid, su hija Aurora, la mayor de cuatro hermanos, ten¨ªa 42 a?os. Entre la hija y el padre hab¨ªa un gran tab¨² desde 21 a?os atr¨¢s, un tema nebuloso del que nunca llegaron a hablar claramente. La vida del dirigente comunista hab¨ªa estado marcada por el esfuerzo y el sufrimiento.
Hab¨ªa pasado su infancia como porquero en un pueblo de Ja¨¦n hasta los 16 a?os, fue comandante en el bando republicano con la Guerra Civil, se exili¨® a la Uni¨®n Sovi¨¦tica hasta 1945 y despu¨¦s a Francia hasta julio de 1976, cuando pudo regresar a Espa?a. Pero todo ese desgarro parece empeque?cer al lado de lo que sufri¨® su hija Aurora.
"Rub¨¦n me pregunt¨®: '?T¨² les cre¨ªste cuando te dijeron que yo hab¨ªa muerto?'. Y claro que no les cre¨ª. Rub¨¦n me dijo que si yo le hubiese reclamado me lo habr¨ªan entregado muerto"
"Yo nac¨ª en Par¨ªs despu¨¦s de la Guerra Mundial", recuerda Aurora Gallego en su piso del barrio madrile?o de Legazpi, donde vive desde hace dos a?os. "Pas¨¦ siete a?os en un orfanato de Polonia y luego en un internado ruso. Luego volv¨ª a Par¨ªs con 12 a?os. A los 20 mi padre me mand¨® a Mosc¨². Bueno, mi padre no, los camaradas, una entidad muy borrosa. All¨ª me encontr¨¦ con un venezolano, me enamor¨¦ de ¨¦l. Se llamaba y se llama David. Me qued¨¦ embarazada de dos mellizos. A mi padre apenas lo ve¨ªa. S¨®lo cuando ven¨ªa por vacaciones a alg¨²n congreso. Yo estaba embarazada en el octavo mes y como no me quer¨ªa cuidar nadie all¨ª, ped¨ª ayuda a sus amigos rusos y me metieron en la cl¨ªnica del Kremlin. Tuve mellizos. Nacieron justo cuando los eventos de la primavera de Praga, en 1968. Uno de ellos muri¨® y el otro naci¨® con par¨¢lisis cerebral. De la cl¨ªnica del Kremlin me trasladaron con mi ni?o al Gran Hospital de Mosc¨². Me dejaron encerrada a?o y medio en una habitaci¨®n sola. En la Uni¨®n Sovi¨¦tica oficialmente no exist¨ªan minusv¨¢lidos. Y luego me manipularon, porque yo preguntaba qu¨¦ ten¨ªa mi ni?o y no me aclaraban nada. Al cabo de a?o y medio me dijeron que le iban a llevar a hacer unos an¨¢lisis y me lo ense?aron una vez, y luego me llamaron y me dijeron que hab¨ªa muerto. Con el que hab¨ªa muerto al nacer me ense?aron el crematorio. Pero con el segundo yo ya no me atrev¨ª a reclamar, no pude. A David, que era un venezolano de izquierdas, nada fan¨¢tico, muy buena persona le dije: 'L¨¢rgate de aqu¨ª. No te metas ni con mi familia ni con nada. Le di todo lo que ten¨ªa: mi c¨¢mara de fotos, el dinero... todo".
El ni?o, en realidad, no hab¨ªa muerto. Se llamaba Rub¨¦n y durante toda su vida se empe?¨® en contactar con su familia. "El nombre que tengo me lo pusieron los funcionarios de alg¨²n orfanato y yo creo que es en homenaje al hijo de La Pasionaria. A m¨ª me hab¨ªan dicho que que mi madre era una puta negra que me hab¨ªa abandonado. Pero todo mi inter¨¦s en mi vida era dar con mi familia". Le entreg¨® una cinta de casete a un amigo ruso que ven¨ªa a Espa?a y esa cinta fue a parar a manos de un realizador. ?l puso en contacto hace dos a?os a Rub¨¦n con su madre, que trabajaba en Praga en radio Libertad, una emisora financiada por el Congreso de EE UU.
"Lo reconoc¨ª al instante", recuerda Aurora. "Estuve un a?o y medio junto a ¨¦l d¨ªa y noche. Si un ni?o no se mueve y todo lo quiere con much¨ªsima sutileza, eso crea unos v¨ªnculos de mucha fuerza. Como ten¨ªa poco movimiento, hablaba con los ojos. Y sus ojos eran los mismos 30 a?os despu¨¦s".
"Lo primero que hicimos", contin¨²a Aurora Gallego, "es hablar los dos, contarnos 32 a?os de vida, hablar sin fin y sin fin. Estaba un amigo de Rub¨¦n presente y ¨¦l se sal¨ªa para llorar. Rub¨¦n me pregunt¨®: '?T¨² les cre¨ªste cuando te dijeron que yo hab¨ªa muerto?' Y claro que no los cre¨ª. Rub¨¦n me dijo que si yo lo hubiese reclamado me lo habr¨ªan entregado muerto".
Hace dos a?os Rub¨¦n estaba convencido de que le faltaban pocos meses de vida. "Vomitaba sangre. En Rusia me hab¨ªan dicho que mi caso no ten¨ªa soluci¨®n. Tuve una ablaci¨®n de parte del intestino. Tuve hemorragias desde peque?o. Y me dec¨ªan que no me pod¨ªan operar", recuerda.
Aurora estaba recuperando el espa?ol olvidado a trav¨¦s de Internet, en mensajes con argentinos. La madre y el hijo llegaron a Espa?a. Y tuvieron la suerte de encontrarse en la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz con el doctor Cajigal. ?l lo oper¨® y le devolvi¨® las esperanzas de vivir. Pero antes de entrar en quir¨®fano, por si mor¨ªa, Rub¨¦n hab¨ªa escrito con el ¨²nico dedo del que pod¨ªa valerse, el ¨ªndice de la mano izquierda, la historia de su vida: Negro sobre blanco. El libro fue publicado hace dos meses en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se ha convertido en todo un acontecimiento editorial. Dentro de pocos meses se publicar¨¢ en Francia y la editorial Alfaguara lo editar¨¢ en septiembre en Espa?a.
Una mujer que prefiri¨® ocultar su identidad le ha donado a Rub¨¦n una silla de ruedas el¨¦ctrica. Ahora, a cada momento acciona la silla para que se le muevan las articulaciones. "No se puede imaginar lo que supone esta silla para m¨ª", comenta Rub¨¦n en espa?ol.
En dos a?os, el nieto de Ignacio Gallego ha conseguido hablar de forma bastante fluida el espa?ol. Pero para hablar de su vida o de su libro prefiere hacerlo en ruso: "Estuve en cuatro orfanatos, dos a?os en cada uno, y otros dos a?os en un hospital. No conoc¨ª a nadie que fuese trasladado tantas veces. Yo era paral¨ªtico y adem¨¢s el nieto de Ignacio Gallego. Cada vez que iba a un orfanato nuevo, me arrastraba, no hab¨ªa sillas para el nuevo. Un a?o m¨¢s tarde me daban una silla de ruedas. Despu¨¦s me iba a otro orfanato, y la silla se la quedaba otro".
Amigos de infancia
Rub¨¦n no pierde la sonrisa en ning¨²n momento. Se r¨ªe, habla y vuelve a re¨ªrse. Pero al recordar a sus amigos de la infancia, a aquellos que fueron una especie de padres y maestros suyos cuando ¨¦l ten¨ªa 10 a?os, entonces se pone m¨¢s serio que nunca. "Eran siete, todos paral¨ªticos y muy inteligentes. Jugaban partidas simult¨¢neas a ciegas sin el tablero de ajedrez. Y me ense?aron a leer libros de f¨ªsica y matem¨¢ticas como si fueran novelas. Cuando cumplieron los 15 o 16 a?os les llevaron a un asilo de ancianos. A partir de esa edad hac¨ªan eso con todos los ni?os. Y murieron al mes siguiente. Fue el choque m¨¢s grande de toda mi vida. Por si fuera poca la pena, me dijeron que cuando cumpliera los 15 me llevar¨ªan all¨ª tambi¨¦n".
Tambi¨¦n se le borra la sonrisa al recordar a Misha. "Fue mi mejor amigo. Vivimos tres a?os juntos en el asilo de ancianos. Yo le daba de comer, cuidaba de ¨¦l. ?l estaba m¨¢s inv¨¢lido que yo. Ten¨ªa una deficiencia muscular degenerativa. Pero era muy fuerte psicol¨®gicamente. Me dec¨ªa: 'Eres un idiota, Rub¨¦n; si lloras no arreglas nada'. Nunca se quejaba de nada. Pero al final se las arregl¨® para enga?arme. Consigui¨® unas pastillas y se suicid¨®. Ten¨ªa 24 a?os. Para conseguir aquello manipul¨® a 14 personas como fichas de ajedrez. Las consigui¨® y las guard¨® durante tres a?os. Hasta que se las tom¨®".
En septiembre saldr¨¢ publicado su libro en Espa?a. Y tanto ¨¦l como la madre son conscientes de que a parientes suyos puede que no les haga ninguna gracia sacar a la luz todo esto. "Yo no quiero hablar de mi familia", dice Aurora. "Pero al mismo tiempo pienso que guardando los secretos se hace un da?o terrible a Espa?a".

Mujeres y libros
RUB?N DAVID GONZ?LEZ GALLEGO se cas¨® dos veces y dos veces se separ¨®. De cada matrimonio le queda una hija de ocho y diez a?os y buenos recuerdos.
"A los 21 a?os encontr¨¦ a mi primera mujer. Era magn¨ªfica, muy guapa. Yo era joven y tonto. Fue una historia muy rom¨¢ntica. Yo no ten¨ªa derecho a tener pasaporte, lo que aqu¨ª se llama carn¨¦ de identidad, porque era minusv¨¢lido. Y entonces no pod¨ªa casarme, y por tanto no pod¨ªa escaparme de aquel asilo de ancianos. Y lleg¨® Gorbachov, destruy¨® todo el pa¨ªs y mientras todo se iba abajo, se olvidaron de m¨ª y mi vida transcurri¨® mucho mejor. Y cinco a?os despu¨¦s termin¨® la relaci¨®n -se r¨ªe-. Esas cosas pasan. Conoc¨ª pronto a mi segunda mujer, a los 26. Ella quer¨ªa vivir en Rusia y yo quer¨ªa encontrar a mi madre, ver el mundo. Para m¨ª, Rusia no es mi patria. S¨®lo echo de menos a mis hijas".Durante muchos a?os, el refugio de Rub¨¦n David Gonz¨¢lez Gallego fueron los libros. "Yo, en realidad, quer¨ªa ser f¨ªsico. Pero los minusvalidos como yo, sin familia y en el asilo, no pod¨ªamos".
Pero eso no le impidi¨® leer. "Le¨ªa todo. Los libros sobre viajes y animales eran los que m¨¢s me gustaban. Toda la literatura estaba censurada, pero cuando se censura todo, nada est¨¢ censurado. Y cuando sal¨ª del pa¨ªs me puse a ver cosas que estaba en los libros y eso era genial. Hace poco, cuando se nos estrope¨® aqu¨ª en Madrid el ascensor y no sab¨ªamos que hacer. Le dije a mi madre: mira al techo del ascensor que debe haber un tel¨¦fono y llama con el m¨®vil. Y en efecto, all¨ª hab¨ªa un n¨²mero, tal como contaban los libros. Ahora quiero ver todo lo que he le¨ªdo. Me atrae Jap¨®n porque es extra?o. Quiero comprenderlo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
