Talla ¨²nica
La globalizaci¨®n no es s¨®lo un fen¨®meno econ¨®mico, pol¨ªtico y cultural que merece -y seguir¨¢ mereciendo- sesudos an¨¢lisis por parte de los especialistas. A veces viene a ser tambi¨¦n como un espejo deformado en el que se hace patente la realidad esperp¨¦ntica de la vida espa?ola. Por ejemplo, en la cuesti¨®n de las tallas que, contra lo que sugiere el t¨ªtulo de este art¨ªculo, no es lo principal de lo que me quiero ocupar. Hace ya tiempo que padres y educadores claman contra la absurda pol¨ªtica de los dise?adores de ropa espa?oles, empe?ados en fabricar s¨®lo tallas rid¨ªculas, formatos en los que no caben las mujeres y los hombres normales y que constituyen una invitaci¨®n directa a las pr¨¢cticas suicidas de tantos adolescentes enganchados a la anorexia. Frente a estos modelos escuchimizados, que cuando no te aprietan en la cintura, te atormentan en la cadera o en el pecho, las marcas internacionales de ropa vaquera ofrecen cualquier posibilidad combinatoria del largo con el ancho y, en el colmo de la sutileza, han llegado a afinar hasta las medias tallas. El resultado es que, despu¨¦s de pasarte horas sudando en el probador, terminas con una prenda nacional que nunca te sentar¨¢ bien y que, adem¨¢s, tienen que arreglarte, mientras que si hubieras optado por una multinacional, habr¨ªas resuelto satisfactoriamente la cosa en cinco minutos.
Todo esto ocurre porque se ha invertido el orden de prioridades. En vez de investigar c¨®mo son realmente los clientes espa?oles (muchos tirando a gordos, los mayores, por supuesto, y los j¨®venes, cada vez m¨¢s), se decide, por el contrario, c¨®mo nos gustar¨ªa que fuesen y, luego, se los intenta embutir, cual fiambre humano, en una funda que s¨®lo les puede prestar apariencia de salchich¨®n. Debe ser la vieja intransigencia inquisitorial de nuestros antepasados que resurge con fuerza. Lo malo es que esta Espa?a negra de los capirotes no s¨®lo la practican los sastres, tambi¨¦n los pol¨ªticos. El pasado fin de semana se han celebrado simult¨¢neamente la convenci¨®n nacional del partido del gobierno y la conferencia auton¨®mica del principal partido de la oposici¨®n. Han hablado de muchas cosas (o mejor: las han recitado ante sus comilitones), pero, entre todas, destaca su obsesi¨®n por proporcionarnos un modelo de Estado. Naturalmente, como es costumbre, se han insultado unos a otros, han desestimado la propuesta del adversario sin examinarla y se han proclamado salvadores de la patria. Vale, es la pasarela Cibeles de los modelos estatales. El problema es que los modelos de Estado no sirven para nada si no le vienen bien al pa¨ªs al que quieren meter en el probador. El pa¨ªs -gordo o flaco, alto o bajo, estrecho o ancho de hombros- es antes; el modelo de Estado, despu¨¦s. La duda razonable que me asalta es la de si se les ha pasado por la cabeza investigar c¨®mo es de verdad este pa¨ªs.
Sinceramente: lo dudo. Por lo pronto, hay quienes ni siquiera se han dado cuenta de que, contra viento y marea y pese a ocasionales cabreos, la mayor parte de la gente cree que este pa¨ªs es un pa¨ªs. En otras palabras, que esta gente que lleva siglos viviendo -a menudo, malviviendo- junta, quiere seguir haci¨¦ndolo. Suena muy bien lo del refer¨¦ndum de autodetermaci¨®n, pero para ello hay que tener pruebas fundadas de que el grueso de los ciudadanos as¨ª lo desea: si no, la propuesta parece una irresponsabilidad que s¨®lo puede volverse contra quienes la propugnan. Algo de esto est¨¢ pasando en el Pa¨ªs Vasco donde el futuro, por obcecaci¨®n de los unos y falta de inteligencia de los otros, no augura m¨¢s que sufrimiento para todos.
Vale, somos un pa¨ªs. Pero, ?es el pa¨ªs que queremos? Otra vez nos invade la duda. Resulta que pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n se obstinan en confundir Espa?a con Madrid. ?Que una cat¨¢strofe ecol¨®gica amenaza Galicia?: tranquilos, el Manzanares sigue limpio. ?Que cu¨¢l es la opini¨®n de los espa?oles sobre el aborto, sobre la educaci¨®n, sobre los transg¨¦nicos?: se sale a Serrano o, para variar, a Tirso de Molina, se pregunta a unos cuantos y ya tenemos la voz del pueblo. Transportes: acaban de abrir el t¨²nel de Somport y les echan en cara a los franceses que dicha v¨ªa se contin¨²e durante 20 kil¨®metros por una carretera comarcal llena de curvas: es una contrariedad para los que han llegado all¨ª por autopista desde Madrid, s¨®lo que ese t¨²nel se proyect¨® para enlazar Valencia con Francia y resulta que en 300 kil¨®metros s¨®lo hay una carretera peligros¨ªsima llena de coches destrozados en la cuneta. Bueno, eso son provincias, para qu¨¦ quieren autopistas si pueden ir en AVE a Madrid y de ah¨ª al cielo. Es verdad: tal vez por eso, la llamada Compa?¨ªa Nacional de Teatro o la de ?pera, que pagamos sobre todo los provincianos, se pasan meses en Madrid y s¨®lo de vez en cuando hacen una gira por lo que debe parecerles el extranjero.
Hay pa¨ªses y pa¨ªses. Yo no digo que el centralismo tenga por qu¨¦ ser malo cuando la poblaci¨®n se concentra en una gran urbe y todo el tejido productivo pasa por ella: es el modelo de pa¨ªs de Francia, de Jap¨®n o de Argentina. Pero en Espa?a lo que tenemos es un pa¨ªs polic¨¦ntrico, al estilo alem¨¢n o estadounidense, el cual se ahoga en el cors¨¦ mental de una estructura que no le cae bien. Vamos, que el modelo multinacional globalizado le da cien vueltas a nuestra escopeta nacional. Lo intentaron resolver con m¨¢s buena voluntad que acierto y les sali¨® una especie de uniforme de campa?a auton¨®mico, con demasiadas piezas y demasiados bolsillos, el cual nos ha permitido ir tirando en la vida diaria, pero que, desde luego, resulta totalmente inapropiado para la vida de sociedad.
?se es el problema, el verdadero y eterno problema. El CIS no est¨¢ para fabricar encuestas que favorezcan al gobierno, al de ahora y al de antes, sino para trazar la radiograf¨ªa del pa¨ªs. Y una vez que sepamos de verdad qu¨¦ quiere el pa¨ªs, podremos llenarnos la boca de modelos de Estado. Lo contrario es jugar a la talla ¨²nica y convertir a los ciudadanos en anor¨¦xicos sin quererlo. Si alg¨²n d¨ªa se cansan y terminan y¨¦ndose al hiper de enfrente, no ser¨¢ porque no avisaron con tiempo.
?ngel L¨®pez Garc¨ªa-Molins es catedr¨¢tico de Teor¨ªa de los Lenguajes de la Universidad de Valencia.
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