No a la guerra
Hablemos de la guerra que vendr¨¢, la guerra preventiva contra Irak. Lean, lean sobre datos y fines geoestrat¨¦gicos y, no me hagan caso, pero piensen y teman los fines m¨¢s materialistas e indignos. Sin duda, hay otros modos de resolver el conflicto. Eso es la pol¨ªtica y para eso sirven pol¨ªticos y diplom¨¢ticos, y para eso sirven formas democr¨¢ticas en el uso de la fuerza por la comunidad internacional, que est¨¢n por llegar, cierto, pero que tambi¨¦n hay que permitir e impulsar.
Lo otro, lo que est¨¢ ocurriendo, es la cr¨®nica de una guerra anunciada contra un dictador, s¨ª, pero antes contra un pueblo, Irak, la injusta guerra de una potencia con intereses imperiales, que no cumple ni uno solo de los criterios tradicionales: no hay causa justa bien clara, en el sentido de bienes o derechos esenciales sometidos a una amenaza cierta, grave e injustificada por el pueblo iraqu¨ª, ni autoridad leg¨ªtima con recta intenci¨®n que la declare, ni ¨²ltimo recurso tras haberse agotado todos los medios pac¨ªficos de soluci¨®n, ni justicia clara en los fines perseguidos y en los medios a utilizar, ni proporci¨®n entre el bien que se busca y el mal que se puede causar, ni respeto del derecho internacional en todos los momentos y pasos, ni posibilidad de impedir da?os indiscriminados sobre la poblaci¨®n civil. Que juzgue cada uno.
Y si nuestro pensamiento es, como a mi juicio se impone, que la guerra moderna conlleva tal grado de violencia que hace imposible su consideraci¨®n como "mal menor", verific¨¢ndose en s¨ª misma siempre como un mal y, seguramente, "el mal mayor", digan "no" con m¨¢s raz¨®n. Pero ¨¦ste es otro discurso que a muchos, todav¨ªa, parece exagerado.
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