El candil
Las gentes de la Vilafranca, castellonense y valenciana, viven en un tejado orogr¨¢fico y tienen la entereza de la piedra seca con que sus ancestros evitaban la erosi¨®n mediante bancales o constru¨ªan humildes chozas en nuestro secano. Las gentes de Vilafranca se adaptaron a las inclemencias del tiempo, desde siempre, y se acostumbran estoicamente ahora a los cortes y minicortes de energ¨ªa el¨¦ctrica; unos apagones y apagoncitos que les suponen resignaci¨®n y p¨¦rdidas econ¨®micas. Los responsables de la empresa textil que ocupa a varios centenares de vecinos, califica los cortes y cortecillos de habituales, y se enfrenta al problema como puede, es decir, intentando generar su propia energ¨ªa el¨¦ctrica o indic¨¢ndole a Iberdrola que solucione el tema de una vez por todas. Las rachas del viento sobre los tendidos de la zona dejaron sin luz y sin trabajo a la f¨¢brica el jueves pasado en Vilafranca, y las rachas del viento sobre el tendido el¨¦ctrico originaron tambi¨¦n, al parecer, los dos primeros focos del incendio que ha asolado la Sierra de Espad¨¢n, convirtiendo en negro y ceniza un retazo del verde agreste valenciano que tanto necesita de cuidado. Viento huracanado y rachas de viento las hubo siempre desde que, seg¨²n la bella leyenda del G¨¦nesis, el supremo Hacedor creara la tierra y el mar, el cielo y los vientos. Desde esa ¨¦poca, aproximadamente, se conocen los fen¨®menos el¨¦ctricos. De ellos nos dio noticia la f¨ªsica y el griego Tales de Mileto, aunque hace s¨®lo dos siglos que se descubrieron los transportes de energ¨ªa, la corriente el¨¦ctrica, las bobinas de inducci¨®n, los transformadores de corrientes y todo el entramado t¨¦cnico, que fueron la base del proceso de desarrollo de la industria moderna, entre otras la cer¨¢mica que tanta relevancia tiene en estas comarcas valencianas del norte. La electricidad facilit¨® el abandono en nuestros hogares del candil con su aceite y su mecha o torcida, y propici¨® el uso de la maquinilla el¨¦ctrica que afeita o depila. Previsoras como eran las gentes preindustriales del candil, guardaban siempre en sus casas aceite y torcida, incluso los d¨ªas de viento, por no quedarse a oscuras. Disponer lo conveniente para que, ante cualquier contingencia como el viento, no nos quedemos hoy buscando el candil, cae en el ¨¢mbito de la responsabilidad de la empresa el¨¦ctrica a la que religiosamente le pagamos el recibo. No es de recibo, pues, la falta de previsi¨®n de la empresa propietaria y responsable de los tendidos el¨¦ctricos y de los transformadores de corrientes, que peri¨®dicamente dejan sin suministro a los vecinos de Vilafranca, que descuida la prevenci¨®n y el cuidado ante las contingencias del viento y su acci¨®n en un ¨¢rea natural protegida; o que no presta atenci¨®n a un aislador deteriorado que acaba irritando con toda raz¨®n a los empresarios, y al vecindario que se est¨¢ afeitando o depilando a primera hora de la ma?ana, desde Moncofa a Vinar¨°s, y que, pr¨¢cticamente, afect¨® el pasado lunes a toda la ciudadan¨ªa castellonense y valenciana del norte, que ya se olvid¨® del candil y su torcida. Pero que considera torcida y poco recta, inapropiada y fuera de lugar despu¨¦s de dos siglos de electricidad, la falta de previsi¨®n y la falta de adecuaci¨®n de las infraestructuras el¨¦ctricas al medio geogr¨¢fico al que sirve y quien le paga. Ni podemos volver al candil, ni se debe aceptar la ineficacia en un servicio p¨²blico como algo habitual, aunque se tenga la entereza de laboriosa poblaci¨®n de Vilafranca. Y algo tendr¨¢n que decir, como pide la oposici¨®n, los poderes p¨²blicos.
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