Tras las elecciones
No estoy seguro de que todav¨ªa podamos comprender todo el significado de lo ocurrido en las elecciones israel¨ªes. No son las primeras elecciones en las que gana la derecha, pero s¨ª es ¨¦sta la primera vez desde la creaci¨®n del Estado que la derecha aparta por completo al Partido Laborista y a la izquierda de la idea de considerarse la columna vertebral de la pol¨ªtica en Israel.
Una nueva era se ha abierto en Israel. Se trata de algo que durante a?os ha ido merodeando a ras del suelo, recibiendo fuerza y apoyo, atrayendo poco a poco a los decepcionados del modo de actuar del Partido Laborista durante a?os, a los recelosos de su relativo pragmatismo pol¨ªtico hacia los ¨¢rabes, y a aquellos que se han visto perjudicados por sus planteamientos socioecon¨®micos. El otro d¨ªa, en las urnas, empez¨® por fin esa nueva etapa, una etapa que refleja los cambios demogr¨¢ficos que ha habido en la sociedad israel¨ª y el fortalecimiento de los grupos religiosos y nacionalistas. Pero sobre todo indica, aunque sea con varios a?os de retraso como suele ser t¨ªpico en Israel, el profundo enfado por el fracaso del proceso de paz y por lo que muchos consideran una continua sumisi¨®n de los laboristas a la izquierda "radical", a los palestinos, y en definitiva, al terrorismo.
La derecha ha ganado porque ha conseguido convencer a la mayor¨ªa de los votantes de que ella es la verdadera representante del centro. Es una falacia: no ha vencido la postura de centro, a pesar de lo mucho que ha subido el partido de centro Shinui, sino la derecha. No obstante, esta derecha ha aprendido ¨²ltimamente a balbucear vagas promesas relativas a la posibilidad de establecer un Estado palestino, es decir, de su establecimiento alg¨²n d¨ªa en el futuro, bajo unas condiciones muy concretas que tal vez nunca se den. Pero hasta que eso ocurra parece que se ha propuesto seguir utilizando contra ellos la fuerza, quebrando las bases de la sociedad palestina, convirti¨¦ndola en un Estado gobernado por mafias de criminales locales, llevando a sus ciudadanos a caer en la desesperaci¨®n y el terrorismo, hasta que se pueda decir: "Mirad, ¨¦sa es la prueba de que no hay con quien negociar".
?Qu¨¦ curioso es el ser humano! Hasta hace pocos a?os Sharon era el hombre menos apreciado por la gran mayor¨ªa de los israel¨ªes. Es m¨¢s: muchos dec¨ªan que la posibilidad de que se pudiera presentar a primer ministro era como una aut¨¦ntica pesadilla para ellos: "Si Sharon es elegido, me voy de Israel" era una especie de eslogan israel¨ª muy t¨ªpico en la d¨¦cada de los ochenta. Ahora, en cambio, Sharon es algo as¨ª como "un padre de la patria". Su victoria pone en aprietos a los comentaristas pol¨ªticos cuando tratan de explicar el porqu¨¦, pues en principio resulta dif¨ªcil pensar que haya en Israel siquiera una sola persona que pueda estar realmente satisfecha de la realidad que Sharon le ha hecho vivir durante los dos ¨²ltimos a?os. En definitiva, parece improbable que alguien desee que esa realidad contin¨²e ni un momento m¨¢s: una econom¨ªa hundida, inseguridad, ausencia de paz y carencia absoluta de esperanza para el futuro.
Tampoco cabe duda de que si Ariel Sharon, en las elecciones anteriores a ¨¦sta, les hubiera prometido a los israel¨ªes que Israel iba a estar tal como est¨¢ ahora se habr¨ªan burlado de ¨¦l, pero, en cambio, el resultado de estas elecciones demuestra todo lo contrario.
A la porra los hechos, dijeron en realidad muchos de los que han votado a Sharon, a la porra la situaci¨®n econ¨®mica, el paro, los masivos despidos que habr¨¢ bien pronto, a la porra las investigaciones de la polic¨ªa por un caso de soborno en la familia de Sharon, a la porra la desesperaci¨®n que nos atosiga cada vez m¨¢s, el miedo de salir de casa o de ir a un restaurante o ir en autob¨²s, a la porra esa sensaci¨®n que nos corroe pensando que este pa¨ªs se est¨¢ convirtiendo en un lugar de donde nuestros hijos quieren huir. Todo eso es lo que nos toca vivir, dec¨ªan los que apoyaban a Sharon y en esos casos nadie mejor que ¨¦l nos puede gobernar.
Sharon no ha ganado porque la mayor¨ªa de los israel¨ªes creyese realmente que ¨¦l podr¨ªa traer la paz al pa¨ªs. De hecho, "paz" ha sido una palabra que casi ha estado desterrada en esta campa?a electoral. Apenas nadie la ha mencionado, ni siquiera los partidos de izquierda. Sharon ha ganado porque la mayor parte de los israel¨ªes est¨¢ convencida de que ¨¦l es el que m¨¢s fuerte va a golpear a los palestinos. Por supuesto, no hay que olvidar que estas elecciones se han desarrollado en medio de un conflicto militar duro y prolongado. En esa situaci¨®n suele votarse de forma impulsiva y es m¨¢s f¨¢cil verse tentado por una postura pol¨ªtica que habla en t¨¦rminos de fuerza, venganza y victoria sobre el enemigo. Eso es m¨¢s f¨¢cil que votar a alguien que habla de di¨¢logo, de una esperanza en abstracto, de conciliaci¨®n. Quiz¨¢ la explicaci¨®n de la victoria de Sharon es casi hasta trivial: cuando un pueblo se siente en estado de guerra, prefiere que le dirija un "guerrero", y en la sociedad israel¨ª Sharon es sin duda la figura de guerrero m¨¢s destacada. Adem¨¢s, ha ganado porque ha sabido convencer a los israel¨ªes de que el conflicto con sus vecinos solamente se resolver¨¢ por medio de la fuerza y nada m¨¢s que por la fuerza, y si es as¨ª, los israel¨ªes saben que no hay nadie mejor que ¨¦l.
?stas han sido las elecciones del miedo y del odio. En esta ocasi¨®n la propaganda electoral apenas se ha ocupado de los logros de cada partido, que en cualquier caso no han sido muchos en los dos ¨²ltimos a?os, sino en la cr¨ªtica rec¨ªproca. Los candidatos se defin¨ªan fundamentalmente por su enemistad hacia los otros: los religiosos, los de izquierdas, los colonos, los ashkenaz¨ªes, los palestinos... Es como si, despu¨¦s de m¨¢s de un siglo en que Israel ha estado en lucha con sus enemigos al otro lado de la frontera, esas leyes guerreras se hubieran infiltrado en los entresijos de la sociedad israel¨ª. Actualmente todo aquel que es distinto o que opina de manera diferente es considerado un enemigo, aunque forme parte de la sociedad judeo-israel¨ª.
La propaganda electoral ni siquiera trataba de ofrecer una perspectiva mejor y esperanzadora. Era deprimente ver hasta qu¨¦ punto la sociedad israel¨ª se hab¨ªa alejado de una postura algo optimista y no se atrev¨ªa a luchar por salir de la situaci¨®n en que se encuentra. Si por fin Sharon forma un Gobierno con los religiosos, puede ocurrir que a partir de ahora rijan en Israel los conceptos y emociones m¨¢s problem¨¢ticos en toda la larga experiencia jud¨ªa. Ya en estos momentos Israel est¨¢ adentr¨¢ndose en la dimensi¨®n m¨¢s tr¨¢gica de la historia jud¨ªa. El fortalecimiento de la derecha y de los religiosos es, en mi opini¨®n, la expresi¨®n del poder cada vez mayor de los aspectos m¨¢s traum¨¢ticos y victimistas de la memoria jud¨ªa, a lo que se une dar la espalda a una postura m¨¢s dialogante con el mundo circundante. En ese sentido somos testigos de un proceso triste y peligroso en el que la "israelidad" est¨¢ siendo engullida por la herida del juda¨ªsmo.
La izquierda ha sido derrotada. Era una derrota que se ve¨ªa venir, pero con todo ha sorprendido por su dimensi¨®n. Es como si los israel¨ªes se hubiesen "vengado" de la visi¨®n pol¨ªtica de la izquierda y por lo que se ha considerado el "enga?o de los acuerdos de Oslo". Esa izquierda vencida puede consolarse con una posible esperanza: tal vez dentro de poco, a ra¨ªz de la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica y social en Israel, Sharon se vea obligado a negociar con los palestinos. Quiz¨¢ en breve los americanos presionen a Sharon para que llegue a un acuerdo de paz. Si eso ocurre, puede que veamos c¨®mo Ariel Sharon y su Gobierno de derecha se convierten, a su pesar, en los ejecutores de la postura ideol¨®gica de la izquierda. Pens¨¢ndolo mejor, es dif¨ªcil creer que haya actualmente en Israel alguien m¨¢s eficaz que Sharon para llevar a cabo ese plan con la menor oposici¨®n posible.
A¨²n es pronto para profetizar qu¨¦ pasar¨¢. Mientras tanto el temor es que Israel se vuelva m¨¢s extremista y fundamentalista. Grande es tambi¨¦n el temor por el futuro de las relaciones de los jud¨ªos israel¨ªes con la minor¨ªa palestina en Israel, que cada vez est¨¢ m¨¢s fuera del consenso israel¨ª. ?Podremos mis compa?eros de izquierda y yo, los derrotados, pero que creen con todo su coraz¨®n que su postura es la ¨²nica posible para alcanzar un vida mejor para nosotros y nuestros vecinos, consolarnos con una esperanza que ¨²ltimamente se oye cada vez m¨¢s aqu¨ª? Esa esperanza es que en su ¨²ltima legislatura Sharon alcance un acuerdo de paz con los palestinos porque lo que m¨¢s desea es pasar a la historia. Ojal¨¢ sea as¨ª. Nosotros seremos los primeros en felicitarle por ese cambio. Pero cuando uno se acuerda de toda su trayectoria pol¨ªtica, le entra el miedo de pensar que tal vez Sharon no quiera entrar precisamente en la misma historia en la que muchos de nosotros quisi¨¦ramos entrar.
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