El latido de Porto Alegre
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Gobierno de Estados Unidos concentr¨® todos sus esfuerzos en colocar al mundo ante una disyuntiva de hierro: o Bush o Bin Laden. Recogiendo con fidelidad el esp¨ªritu de la consigna, The Wall Street Journal vaticin¨® por entonces en uno de sus editoriales: "Adi¨®s, Porto Alegre". Lo cierto, sin embargo, es que la convicci¨®n de que "otro mundo" no es s¨®lo posible, sino imprescindible, se ha empecinado en desbaratar la predicci¨®n.
En apenas tres a?os, lo que naci¨® como un audaz pero t¨ªmido intento de dar una respuesta program¨¢tica a la convocatoria a luchar contra el "pensamiento ¨²nico" lanzada por Ignacio Ramonet desde las p¨¢ginas de Le Monde Diplomatique se ha convertido en uno de los acontecimientos pol¨ªticos m¨¢s consolidados y relevantes del nuevo siglo. Incluso para sus adversarios, Porto Alegre ha dejado de ser s¨®lo un testimonial y quejoso zumbido en los o¨ªdos de Davos. Y ha dejado de serlo en un lapso de tiempo incre¨ªblemente breve si se contempla en t¨¦rminos de procesos hist¨®ricos.
En 2001, el primer Foro Social Mundial se ocup¨® de elaborar un diagn¨®stico cr¨ªtico en torno al proceso de globalizaci¨®n neoliberal. Al a?o siguiente, se discutieron posibles alternativas para conjurar sus efectos m¨¢s perversos, sobre todo desde el punto de vista de la preservaci¨®n de los derechos elementales de las personas y los pueblos. Confirmadas en buena parte las razones de la protesta y de las propuestas, identificado el vampiro y debidamente dispuesta la ristra de ajo, el debate de este a?o decidi¨® centrarse en las estrategias. No por casualidad las conferencias de cierre del foro, a cargo del ling¨¹ista estadounidense Noam Chomsky y de la carism¨¢tica escritora india Arundhati Roy, transcurrieron al hilo de una preocupaci¨®n abierta, pero formulada sin ambages: ?c¨®mo enfrentar al imperio?
Los n¨²meros, fr¨ªos pero elocuentes, son una muestra clara de lo que ocurri¨® estos d¨ªas en calles, plazas, estadios y centros culturales de Porto Alegre. Fueron m¨¢s de 100.000 personas pertenecientes a organizaciones y movimientos sociales de 156 pa¨ªses del planeta. Campesinos y estudiantes, religiosos, sindicalistas, trabajadores y desempleados, m¨²sicos, educadores, pacifistas, representantes pol¨ªticos, ind¨ªgenas, cooperantes, feministas, ecologistas, activistas de derechos humanos y simples ciudadanos de a pie. Hubo casi 1.300 talleres de discusi¨®n y decenas de paneles, conferencias y manifestaciones callejeras que superaron con creces las cifras de ediciones anteriores. Algunas de las principales consignas, ampliamente compartidas a pesar de la heterogeneidad del movimiento, fueron la oposici¨®n radical a la guerra en Irak; el rechazo al ?rea de Libre Comercio para las Am¨¦ricas (ALCA), propiciada por el Gobierno de Estados Unidos; la condena al intento de golpe de Estado en Venezuela; el apoyo a Mercosur, y la defensa de la paz en Oriente Medio. Y como era de esperar, la fuerte expectativa, en ese contexto, generada por el triunfo electoral de Luiz In¨¢cio da Silva, Lula, el primer "tornero mec¨¢nico", como el mismo se encarg¨® de recordar, que alcanza la presidencia de un pa¨ªs como Brasil, en el que conviven de manera dram¨¢tica la potencialidad econ¨®mica y las enormes desigualdades sociales.
Naturalmente, Porto Alegre no constituye un espacio incontaminado ni una voz un¨¢nime y sin tensiones. Es s¨®lo uno de los muchos espejos de un "movimiento de movimientos" vivo y plural en el que, desde luego, persisten temas de constante y arduo debate, desde la relaci¨®n con las instituciones y los partidos pol¨ªticos, en el marco de democracias menguantes, de baja intensidad, hasta la discusi¨®n de las v¨ªas para garantizar, bajo la forma de derechos sociales, recursos como el agua potable, los alimentos o los medicamentos, hoy amenazados por la tendencia a convertirlos en simple mercanc¨ªas y privilegios al alcance de unos pocos, pasando por temas no menos complejos, como el papel de la resistencia no violenta y de la desobediencia civil, y la articulaci¨®n entre la participaci¨®n local y la global.
Ahora bien, si las visiones idealizadas no son de recibo, si los desaf¨ªos y las posibilidades de frustraci¨®n o de agotamiento no pueden descartarse, ?qu¨¦ clara, en cambio, la diferencia con las cada vez m¨¢s sombr¨ªas y l¨¢nguidas reuniones en Davos, que hace tiempo han abandonado su arrogante aire de global party! ?Qu¨¦ contraste entre el car¨¢cter p¨²blico y festivo de los foros de Florencia y Porto Alegre, y el rostro opaco y p¨¢lido de las cumbres de jefes de Gobierno y de Estado de los pa¨ªses ricos, celosamente amuralladas, rodeadas de polic¨ªa y temerosas de sus propios ciudadanos! ?Qu¨¦ solitaria la mezquina complicidad entre los se?ores de la guerra! ?Qu¨¦ masivo el clamor de quienes se niegan a consentir el sacrificio de vidas humanas por petr¨®leo!
Otro mundo, en efecto, sigue siendo posible y, adem¨¢s, urgente. La buena noticia es que no se trata de una vaga fantas¨ªa, del sue?o de un par de locos. Confrontando en muchos casos la barbarie y el miedo, se abre paso en miles de ciudades y calles de todo el mundo. Con el o¨ªdo puesto en Porto Alegre puede sentirse su latido, que en realidad es el latido de la dignidad en estos tiempos.
Lourdes R¨ªos y Gerardo Pisarello forman parte del Observatorio de Derechos Humanos (DES).
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