Paz
No se puede vivir en un lugar como Andaluc¨ªa en estos desasosegantes d¨ªas y hacerse el sordo, porque el ruido de los aviones de guerra es un efecto sonoro cierto y atemorizador en las madrugadas pac¨ªficas del mar de C¨¢diz. Seguramente me voy a repetir, pero no se puede pasar a otra cosa cuando lo que ocurre es cuesti¨®n de vida o muerte. Irak vive bajo el terror de Sadam Husein y ahora morir¨¢ bajo el terror de la guerra de Bush y sus entusiastas seguradores. Hablan ¨¦stos de la necesidad del aberrante "ataque preventivo" en defensa de los valores de la democracia, argumento de ¨²ltima hora ante el murmullo en crecida de las opiniones p¨²blicas de las democracias europeas que son, por cierto, quienes practican y defienden diariamente, pac¨ªficamente, sencillamente, esos valores sobre los que asientan su vida, libre y decentemente ganada.
Las democracias las defienden los ciudadanos, a veces incluso en contra de sus gobiernos. En contra de nuestro Gobierno, la mayor¨ªa de los ciudadanos decimos no a la guerra, aunque al menos en Andaluc¨ªa ya se oyen ruidos de guerra y seremos inocentes de ella si nos oponemos, pero no lo seremos si callamos y dejamos hacer a quienes nos est¨¢n poniendo al servicio de la guerra. Ayer en el Congreso, cuando el l¨ªder de IU, Gaspar Llamazares, dec¨ªa que en Rota y Mor¨®n hab¨ªa aviones dispuestos para la guerra, el ministro de Defensa negaba desde su esca?o; pero por mucho que niegue all¨ª el ministro, los aviones est¨¢n aqu¨ª, vienen de madrugada, como a escondidas, como furtivos, as¨ª se llaman por cierto, "furtivos", los ¨²ltimos en llegar a la base de Mor¨®n, 12 F-117-A, una escuadrilla de aviones tambi¨¦n llamados "invisibles" porque casi lo son completamente para los radares.
Est¨¢n llegando a Andaluc¨ªa convertida as¨ª en instrumento de guerra por un Gobierno que se ha puesto solo, sin contar con m¨¢s apoyo que el de su grupo pol¨ªtico y sin escuchar a la mayor¨ªa de los ciudadanos, incluida, por cierto, la mayor¨ªa de los que le han votado, al servicio de Bush y su aberrante idea de la necesidad y la legitimidad del ataque preventivo, nunca, nadie, hab¨ªa llegado tan lejos. Sin permiso del Gobierno, como esos desarrapados representantes del pac¨ªfico e imprescindible mundo del cine: la inmensa mayor¨ªa de los amenazados andaluces decimos: no a la guerra. Sin permiso del Gobierno, por supuesto.
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