Y t¨², m¨¢s
Si nos atenemos a la secuencia de los hechos, parece que fue un dirigente socialista quien abri¨® la caja de los truenos mediante la temeraria e insensata homologaci¨®n del ministro Eduardo Zaplana y el esperp¨¦ntico ex director general de la Guardia Civil, Luis Rold¨¢n. Un desahogo que, por desmedido, bien pudieron los populares encajarlo como una humorada, e incluso como un exponente del desarme dial¨¦ctico en que est¨¢ sumido el PSPV. Sin embargo, lejos de la moderaci¨®n con que a menudo nos aleccionan, han echado mano del arsenal para lavar la afrenta y aplicarle un correctivo a sus belicosos adversarios. Hasta da la impresi¨®n de que estaban esperando un pretexto para sacar a relucir algunos trapitos sucios de sus principales antagonistas y poner el ¨¦nfasis en lo que puede ser uno de los vectores de la campa?a electoral: la corrupci¨®n.
Mala marcha, pues ¨¦ste es un campo minado de imprevisibles consecuencias para cualquiera de las partes y, gen¨¦ricamente, demoledor para la clase pol¨ªtica. Adem¨¢s, la airada respuesta del PP no ha estado ilustrada con hechos o indicios verdaderamente relevantes. En este sentido, se nos antoja pueril evocar una circular con m¨¢s de cuatro lustros de antig¨¹edad mediante la que aquellos socialistas primerizos ped¨ªan el ¨®bolo a los adjudicatarios de la Administraci¨®n P¨²blica. Un alarde de desma?amiento comparado con la habilidad y discreci¨®n que despu¨¦s han cubierto estas operaciones recaudatorias. A la luz de estas rememoraciones piensa uno si no estar¨ªa pecando de corrupto cuando aceptaba un puro obsequiado por aquel secretario de finanzas del PSPV, el inefable y apaleado Manuel Rivas. Nader¨ªas.
Nader¨ªa se nos antoja asimismo el presunto pringue que el senador Esteban Gonz¨¢lez Pons -tu quoque, amici mi!- ha rescatado del carcaj de la memoria para poner en evidencia al candidato Joan Ignasi Pla por haber mediado en un empleo para un protegido. ?Pero de eso, tan liviano, hace diez a?os nada menos! ?Cree ¨¦l y los aguerridos mu?idores del Partido Popular que el electorado hila tan fino y tiene tal capacidad de remembranza cuando todav¨ªa arden trapisondas como Mercalicante, Aguas de Valencia, la opacidad en las contratas de obra p¨²blica o la graciosa concesi¨®n de las ITV, por solo citar algunos episodios que colean. Invectivas de m¨¢s enjundia habr¨¢ de disparar el equipo electoral del Gobierno para escandalizar a un vecindario curado de espanto.
No obstante, y al margen de que los populares se reserven golpes de efecto insospechados para los momentos oportunos, lo cierto es que nos han revelado la intenci¨®n de su estrategia, al menos en este tramo de la precampa?a. Y esa intenci¨®n no es otra que la de abrumar a los socialistas con la vitola de la corrupci¨®n. De ellos ha dicho Eduardo Zaplana estos d¨ªas que robar es una caracter¨ªstica de su gesti¨®n, y Francisco Camps ha remachado que la corrupci¨®n es el emblema de la ¨¦poca en que gobernaron. S¨®lo ha faltado mentar a las madres. Y no nos extra?ar¨ªa que llegaren a esos extremos cuando, desde la izquierda y centro, se les incrimine por belicistas y sacristanes en la santa cruzada yanqui por ocupaci¨®n de los filones petrol¨ªferos de Irak. Ese s¨ª es un chapapote del que no les exime gritar "y t¨², m¨¢s".
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