La ¨¦tica es la clave
"No has escrito sobre el informe de Aldama", me dice el lector. Es verdad, y es un asunto de relevancia y de actualidad. De modo que... ah¨ª va un comentario r¨¢pido sobre el informe de la Comisi¨®n Especial para el Fomento de la Transparencia y la Seguridad en los Mercados Financieros y en las Sociedades Cotizadas, que ese es su nombre oficial.
Me parece que el informe en cuesti¨®n se?ala un punto muy importante, al que no se hac¨ªa menci¨®n en el informe del comit¨¦ de Olivencia: m¨¢s all¨¢ de lo que puedan decir la ley o los reglamentos de las empresas, la clave de los comportamientos en el gobierno de las organizaciones radica en las conductas de los consejeros y directivos. Si esas conductas son ¨¦ticamente correctas, las leyes y normas son menos necesarias; si no son moralmente aceptables, por mucho que se legisle sobre el asunto, el gobierno de las organizaciones dejar¨¢ mucho que desear. Los consejeros y directivos de las empresas salpicadas por los esc¨¢ndalos de los a?os recientes no se puede decir que no sab¨ªan qu¨¦ deb¨ªan hacer: m¨¢s bien no quisieron hacerlo por razones que tienen mucho que ver con la ¨¦tica.
En efecto, como dice el informe de Aldama, "la experiencia demuestra que ni las leyes m¨¢s exigentes ni los c¨®digos mejor elaborados resultan suficientes para garantizar el buen gobierno de las empresas. ?ste exige, adem¨¢s, competencia profesional y un buen comportamiento ¨¦tico por parte de los administradores y gestores, que impulse siempre a buscar el bien de la empresa a largo plazo, por encima de sus propios intereses a corto plazo".
El informe conf¨ªa mucho en la autorregulaci¨®n de las empresas, como corresponde al grado de libertad que exige una econom¨ªa de mercado. Pero -entiendo yo- eso es v¨¢lido s¨®lo bajo el supuesto de que consejeros y directivos est¨¢n dispuestos a comportarse de manera ¨¦ticamente correcta. En tal caso, la propuesta del comit¨¦ consiste en dejar que cada empresa elija qu¨¦ quiere decir para ella el buen gobierno, dentro de ese marco ¨¦tico de actuaci¨®n; que lo ponga por escrito, en forma de c¨®digos o reglamentos; que lo anuncie, y que se esfuerce por cumplirlo. Y luego, de acuerdo con el principio de transparencia, que vaya comunicando regularmente a sus accionistas, a los mercados financieros y a la sociedad en general, si lo cumple o no, y c¨®mo lo hace.
Me parece una buena estrategia. En materia de gobierno, hay unas pocas verdades incontrovertidas, y muchas opiniones m¨¢s o menos bien fundadas. Se pueden decir muchas cosas interesantes, a la hora de aconsejar a las empresas, pero hay que dejarles un amplio margen para que ellas elijan sus propias reglas. Por ejemplo, hay motivos para que el presidente del consejo de administraci¨®n sea una figura distinta de la del primer ejecutivo de la empresa, pero hay tambi¨¦n motivos para que ambos cargos coincidan en la misma persona, y habr¨¢ que tener en cuenta la historia, la composici¨®n del consejo, las personalidades implicadas y la experiencia de la empresa antes de pronunciarse por una soluci¨®n u otra. De modo que parece oportuno dejar que sea ella la que decida. Pero, en todo caso, deber¨¢ dar cuenta de esa decisi¨®n, y de las razones que le impulsan a tomarla.
Lo que el informe de Aldama no dice es c¨®mo conseguir que administradores y directivos se comporten ¨¦ticamente. No es eso lo que se les ped¨ªa. En todo caso, el informe apunta por d¨®nde deben buscarse las soluciones cuando dice que "las relaciones profesionales en toda empresa deben basarse en el respeto a las leyes, la dignidad de cada persona y los valores ¨¦ticos tradicionales indispensables para la convivencia humana, muy particularmente, el valor de la justicia".
Entiendo que las relaciones entre la ¨¦tica y el buen gobierno van en ambas direcciones. Por una parte, la ¨¦tica es el fundamento del buen gobierno. Por otra, el cumplimiento de las normas puede ser una ayuda para la creaci¨®n del talante ¨¦tico que toda empresa necesita.
En efecto, los consejeros y directivos que se esfuercen por cumplir las indicaciones del informe de Aldama no podr¨¢n dejar de preguntarse acerca del porqu¨¦ de lo que hacen. Por ejemplo, la comisi¨®n de auditor¨ªa que se esfuerce por explicar las observaciones de los auditores externos con palabras claras, no en confusas notas al pie de p¨¢gina, de modo que los accionistas puedan conocer con precisi¨®n la verdadera situaci¨®n de la empresa, ?por qu¨¦ lo hace? ?Por cumplir una norma? ?Por evitar una sanci¨®n? ?Para recibir la felicitaci¨®n de los accionistas en la junta general?
?O quiz¨¢ porque piensan que, si ellos fuesen peque?os accionistas, les gustar¨ªa que se les diese esa informaci¨®n de manera clara y abierta? Pues ya est¨¢n actuando de acuerdo con un principio ¨¦tico: trata a los dem¨¢s como quisieras que te tratasen a ti. No es el colmo de la moralidad, pero el que empez¨® actuando para evitar un castigo puede acabar haci¨¦ndolo porque eso es bueno. Y habremos conseguido que los directivos y administradores se comporten con aquel fondo moral que hemos se?alado como condici¨®n necesaria para que el buen gobierno sea una realidad.
Antonio Argando?a es profesor de econom¨ªa en el IESE.
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