La silueta del encapuchado
Un monte lleno de pin¨¢culos y cuevas proyecta su misteriosa sombra sobre la vega del Taju?a, cerca de Morata
Al sur de Morata, en los cerros yes¨ªferos de la margen izquierda del Taju?a, la erosi¨®n ha originado un caos de paredones cortados a plomo, bloques agrietados, pin¨¢culos en equilibrio y, dominando toda esta ruinosa arquitectura, un cabezo que al atardecer proyecta sobre la vega la sombra de un monje encapuchado.
Una cueva excavada a pico y pala, dicen que por los ¨¢rabes, lo horada de lado a lado muy cerca de su c¨²spide, de tal forma que en los d¨ªas inmediatos al solsticio de verano, a eso de las siete de la tarde, el sol lo atraviesa dibujando el ojo luminoso que a la referida sombra le falta para que la ilusi¨®n del capuchino sea perfecta. Es el Ojo del Fraile.
El excursionista debe reconocer que esto ¨²ltimo del solsticio ¨¦l no lo ha visto con sus ojos, ni lo ver¨¢, pues el est¨ªo no le parece tiempo para andar por el sureste de Madrid, m¨¢xime no siendo uno amigo de esoterismos, de buscar arcanos calendarios donde no los hay y, en general, de teor¨ªas que tienen la misma base cient¨ªfica que la Sant¨ªsima Trinidad.
Sus m¨¢s viejos moradores, de 150 a?os, son cuatro pl¨¢tanos de sombra
S¨ª cree, empero, que el Ojo del Fraile es un paraje muy vistoso y una buena excusa para arrimarse al Taju?a en invierno: la tierra reci¨¦n arada, el zorzal bajo el olivo, escarcha en el camino.
Tal es la foto que ilustra en esta ¨¦poca el almanaque de la vega, el calendario que rige el mundo sin misterio ni artificio.
Buen punto de partida para acercarse al Ojo del Fraile, y otro lugar digno de verse, es el complejo Isla de Taray, que est¨¢ a tres kil¨®metros de Morata por la carretera de Perales.
Erigido en 1859 a caballo entre la orilla derecha del Taju?a y una isla que se forma en su cauce, este complejo ha sido papelera, f¨¢brica de borra, central hidroel¨¦ctrica y varias industrias m¨¢s antes de parar en residencia de ancianos.
Sus m¨¢s viejos moradores tienen la friolera de 150 a?os, y son cuatro pl¨¢tanos de sombra colosales, sobre todo el llamado ?rbol de la Amistad, que posee un tronco de 9,5 metros de circunferencia y una copa de casi 40 metros de alto por otros tantos de ancho.
Bordeando la tapia del complejo hacia la derecha, a la vera de una acequia asombrada por herc¨²leos nogales, enseguida se cruza el Taju?a por el puente de Valdelaosa y, tras pasar junto a una granja de ovejas, se alcanza una pista que permite avanzar llevando a mano izquierda los cerros yes¨ªferos, radiantes sus atochares bajo el sol invernizo, y a la diestra, la vega ajedrezada de huertos y maizales, olivares y vi?edos, imagen conmovedora del ¨²ltimo Madrid agr¨ªcola.
Tan conmovedora y preciosa como la ruina del palomar que se ve sobre el camino a una hora del inicio, la cual ser¨ªa un l¨¢stima que se perdiese del todo sin que nadie hiciese nada por evitarlo.
Poco m¨¢s adelante, la pista desemboca en la carreterilla de Morata a Valdelaguna y se prolonga, a unos 50 metros al norte, por otra se?alizada como v¨ªa pecuaria. Mucha atenci¨®n porque, en una bifurcaci¨®n que se presenta 500 metros despu¨¦s, no debe seguirse el ramal de la izquierda, que abandona el valle por el barranco de Valdepe?osilla, sino el de la derecha, que contin¨²a por el fondo de la vega hacia los cantiles y pin¨¢culos, ya reconocibles en lontananza, del Ojo del Fraile. All¨ª se llegar¨¢ cumplidas dos horas de marcha.
Al Ojo propiamente dicho se sube por un barranquillo lateral y luego por un vertiginoso paso en cornisa dif¨ªcil de rebasar por las buenas y m¨¢s a¨²n por las malas, pues los cavern¨ªcolas ¨¢rabes -o lo que fueran- lo defender¨ªan a lanza y pedrada. Aunque sea interesante visitar sus dos c¨¢maras comunicadas, una abierta al norte y otra a poniente, el riesgo quiz¨¢ no compense y, a decir verdad, la vega se ve igual de bien desde cualquiera de los cerros circundantes.El regreso se puede hacer por el mismo camino, disfrutando de la vega bajo otra luz. O, como variante de similar duraci¨®n, tirar a la izquierda por la carreterilla de Morata a Valdelaguna y, una vez en la primera poblaci¨®n, seguir el viejo trazado del ferrocarril del Taju?a-ahora, v¨ªa verde- hasta llegar la altura de la Isla de Taray.
Un paseo f¨¢cil para invierno
- D¨®nde. Morata de Taju?a dista 38 kil¨®metros de Madrid yendo por la carretera de Valencia (N-III) y desvi¨¢ndose por la M-506 tras pasar Rivas-Vaciamadrid. Una vez en Morata, hay que dirigirse hacia Perales por la M-302, en cuyo kil¨®metro 12,5 aparece se?alizado el desv¨ªo al complejo Isla de Taray, principio del recorrido a pie. Hay autobuses hasta Morata de la empresa La Veloz (tel.: 91-409 76 02), con salida en la avenida del Mediterr¨¢neo, 49.
- Cu¨¢ndo. El invierno, que es bastante suave en el sureste de Madrid, es la mejor ¨¦poca para hacer este camino de cuatro horas -seis kil¨®metros de ida y otros tantos de vuelta por el mismo camino-, completamente llano y con una dificultad baja, salvo el acceso a la cueva, que al efectuarse por una cornisa se desaconseja a personas con v¨¦rtigo.
- Qui¨¦n. Ram¨®n Mart¨ªnez Lominchar ha dirigido la gu¨ªa Rutas del Taju?a (Los Libros de la Catarata, tel.: 91-532 05 04), en la que se proponen ¨¦sta y otras excursiones por los entornos de Morata de Taju?a, Villaconejos, Titulcia, Colmenar de Oreja y Chinch¨®n.
- Y qu¨¦ m¨¢s. La vega est¨¢ llena de caminos agr¨ªcolas; para evitar despistes, conviene llevar el mapa 20-23 (Arganda) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o el 583 del Instituto Geogr¨¢fico Nacional.
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