Ultrasur
La mirada es un lugar pantanoso que convierte la realidad en una materia flexible. Casi nunca se trata de ver, sino de llevar raz¨®n. Estoy acostumbrado a compartir con los forofos el juego de la victoria y la derrota en los campos de f¨²tbol. Aunque la falta se produzca fuera del ¨¢rea, siempre piden penalti. ?Es que no lo ha visto el ¨¢rbitro? ?Qu¨¦ cabr¨®n! Y mucho m¨¢s cabr¨®n cuando nuestro defensa derriba al contrario a medio cent¨ªmetro de la raya de gol. ?Ha sido fuera, ha sido fuera! Cuando el apasionado capricho de las miradas se complica con la violencia, estallan las bandas ultras, muy capaces de pasar de las palabras a los hechos. Algo parecido est¨¢ ocurriendo con los debates sobre el papel que los EE UU debe jugar en el mundo. Las razones que se utilizan para justificar cualquier decisi¨®n norteamericana ya no son propias de ciudadanos, ni siquiera de forofos dispuestos a defender con manga ancha sus intereses. Las posturas recuerdan el talante agresivo, irracional, prepotente, de los ultrasur. El Gobierno espa?ol ha convertido al pa¨ªs en una bander¨ªa desquiciada, que va en contra del buen nombre de su club. Los aviones que cruzan el cielo de Rota dejan en el viento un griter¨ªo de consignas de extrema derecha. Tal vez mi mala opini¨®n de la pol¨ªtica internacional norteamericana sea fruto de un sentimiento antiguo, rancio, secuela del pasado. Pero tal vez sea consecuencia de la memoria personal, que es un camino honrado para buscar la memoria hist¨®rica. La derecha utiliza los calificativos de su tradici¨®n rancia para desacreditar a los opositores. Y no s¨¦ por qu¨¦ las verdades del pasado se consideran m¨¢s peligrosas que las mentiras del presente. Las modas pol¨ªticas, si se toman como una coartada coyuntural, s¨®lo sirven para negar la historia.
Por mucho que insistan sus forofos, los EEUU no son un modelo de democracia. Una sociedad democr¨¢tica puede valorarse por algunos indicadores decisivos: el sistema electoral, la educaci¨®n, la sanidad y la justicia. Los ciudadanos espa?oles asistimos hace muy poco a la colecta caritativa que unos padres pusieron en marcha para salvar a su hijo de la pena de muerte. En cuanto consiguieron unos millones de d¨®lares para pagar a sus abogados, la silla el¨¦ctrica fue desplazada por una sentencia absolutoria. Quien no tiene dinero para costearse un buen seguro m¨¦dico puede morirse en la puerta de un hospital sin que nadie se preocupe por su agon¨ªa. La ense?anza p¨²blica norteamericana se pudre junto a los muros de los grandes colegios y universidades que preparan a las ¨¦lites del mundo. Y el sistema electoral ha conseguido que se abstenga la mayor¨ªa de la poblaci¨®n y que las campa?as electorales sean patrocinadas por empresas multinacionales que quieren controlar las decisiones pol¨ªticas. Este espect¨¢culo de verdadera liquidaci¨®n de la democracia es jaleado por sus forofos, que ahora se comportan como una banda de ultras. Est¨¢n dispuestos a destrozar las leyes internacionales y a linchar a cualquier ¨¢rbitro. No importa que la falta haya ocurrido fuera del ¨¢rea y que el delantero centro estuviese en fuera de juego. ?Alguien sabe cu¨¢ntos muertos hubo en Afganist¨¢n? ?Alguien se ha preocupado en explicar para qu¨¦ sirvieron aquellos bombardeos? Perd¨®nenme la ingenuidad.
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