El pecado de Ad¨¢n y Eva
Contra lo que la gente piensa, las Humanidades son muy ¨²tiles, a menudo m¨¢s ¨²tiles que los avances tecnol¨®gicos de ¨²ltima generaci¨®n. Tal vez por eso, los aparatos mec¨¢nicos tienen una vida media cada vez m¨¢s corta y uno termina avergonz¨¢ndose de su coche, que funciona perfectamente, pero que ya tiene diez a?os, o de su ordenador, cuyo sello comercial lleva tres nuevas versiones lanzadas al mercado sin que nos hayamos dignado cambiarlo porque, para lo que lo usamos, vale de sobra. En Humanidades no pasa esto; mis colegas de Ciencias se sorprenden de que podamos citar tan orgullosos art¨ªculos de hace veinte, cincuenta a?os, del siglo pasado incluso, cuando no nos liamos la manta a la cabeza y acudimos directamente a Arist¨®teles y a Plat¨®n. No es por pereza mental, se lo aseguro: es que lo que en estas obras se dice suele resultar todav¨ªa interesante, mientras que las propuestas de los padres fundadores de la F¨ªsica o de la Qu¨ªmica ya s¨®lo se recuerdan como testimonio hist¨®rico. ?Que no me creen? Hagamos la prueba. En la Edad Media estuvo de moda entre fil¨®sofos la llamada disputa de los universales, consistente en discutir si los conceptos que se aplican a varios individuos son cosas o son meros nombres. La consecuencia de adoptar la primera postura, llamada realista (!), era que las especies pertenecen al mismo plano que el individuo. Pues vaya rollo, dir¨¢n ustedes. En efecto, pero las consecuencias que de ello extra¨ªan aquellos sesudos fil¨®sofos no ten¨ªan desperdicio: como la culpa de Ad¨¢n y Eva se hace extensiva a todos los individuos de su especie, es decir, a los seres humanos en su conjunto, he aqu¨ª por donde se demuestra que el pecado original se transmite a todos sus descendientes y que, todos, deben solicitar su perd¨®n antes de entrar en el reino de los cielos.
?Bah!, antiguallas y formas de perder el tiempo. Lo primero, lo veremos en seguida; lo segundo, ni por asomo. ?No les ha sorprendido nunca que todos los alemanes del norte acabaran la guerra de los treinta a?os siendo protestantes y todos los del sur siendo cat¨®licos? La disputa de los universales tuvo la culpa: en realidad, los que se decantaron por una opci¨®n u otra no fueron los alemanes, sino sus pr¨ªncipes, y como los del norte formaban una alianza frente a los del sur, que formaban otra, cada uno opt¨® por una variante del cristianismo y la impuso a sus s¨²bditos. Igual que cuando echamos una gota de tinta a un vaso de agua y al poco tiempo queda toda ella coloreada: as¨ª se produjeron tambi¨¦n las conversiones en masa responsables de muchas adscripciones nacionales de tipo religioso, como la que permiti¨® introducir el budismo en la India, el islam en Persia o el catolicismo en la Espa?a visigoda.
Esto ahora no pasa o, mejor dicho, tal vez ocurra en pa¨ªses fan¨¢ticos del tercer mundo, pero no en Occidente, donde los ciudadanos no permitir¨ªan que en cuestiones de conciencia hablasen por ellos. ?Est¨¢n seguros? Vivimos una ¨¦poca en la que el sentimiento religioso est¨¢ en horas bajas. Pero, como responde a una ¨ªntima pulsi¨®n emocional humana, es inevitable que sea sustituido por religiones laicas. Entre ellas, muy se?aladamente, la religi¨®n nacional. Viene todo esto a cuenta del tema de nuestro tiempo, el ¨²nico del que se va a hablar en los pr¨®ximos meses, por desgracia: la guerra. Leemos estos d¨ªas que s¨®lo Espa?a, Bulgaria y el Reino Unido apoyan a EE UU en el Consejo de Seguridad con su postura inflexible respecto a Irak. Vayamos por partes. Yo no s¨¦ si esto es as¨ª en EE UU: es un pa¨ªs que conozco un tanto y las noticias que tengo son que sus mejores cabezas -l¨¦ase sus premios Nobel, sus escritores, sus artistas- est¨¢n contra la guerra. En cuanto al Reino Unido, todos los d¨ªas vemos a los diputados disputar acaloradamente en la C¨¢mara de los Comunes sobre el asunto, con partidarios y detractores de esa guerra en todos los bandos. Parecido encarnizamiento y divisi¨®n de opiniones me transmiten mis amigos b¨²lgaros de la situaci¨®n en su pa¨ªs.
O sea que s¨®lo Espa?a se muestra un¨¢nime al apoyar esta guerra (esta guerra, no la guerra: nadie, salvo los ide¨®logos del fascismo, ha apoyado nunca la guerra, y nadie con sentido com¨²n puede pretender que nunca est¨¢ justificado emprender la guerra). Pero, ?es Espa?a un¨¢nime de verdad? Espa?a no es una esencia sagrada (una unidad de destino en lo universal, dec¨ªan en tiempos de Franco), es un colectivo de ciudadanos que opinan individualmente y que han elegido a unos representantes para que les representen. A ellos, no a s¨ª mismos. Pues bien, cuando empezamos a diferenciar la especie del individuo las cosas se complican. Por lo pronto, todos los sondeos de opini¨®n ponen de manifiesto -y la calle lo har¨¢ todav¨ªa m¨¢s patente en breve- que los espa?oles estamos mayoritariamente en contra de esta guerra. Bueno, es la guerra de los electores del partido del gobierno. Lo dudo: si sus votantes fueron la mayor¨ªa, no puede ser que al mismo tiempo sean mayoritarios los que querr¨ªan dar m¨¢s tiempo a los inspectores de la ONU. De acuerdo, es la guerra de los militantes de ese partido. Lo vuelvo a dudar: no s¨®lo porque las consecuencias electorales derivadas de apoyarla son catastr¨®ficas para ¨¦l mismo, sino sobre todo porque conozco a muchas personas con carnet que simplemente callan por obediencia indebida. Aunque en el partido est¨¦n muy enfadados con la consejera de las Artes de la Comunidad de Madrid, es la demostraci¨®n viva de que, en realidad, sigue siendo un partido democr¨¢tico. Vale, a la tercera va la vencida: es la guerra del gobierno. Eso s¨ª, aunque de lo que estoy seguro es de que es la opci¨®n de su presidente, no pondr¨ªa la mano en el fuego por todos los dem¨¢s.
Yo no lo entiendo, tal vez haya motivos inconfesables que expliquen c¨®mo una persona que pod¨ªa haberse retirado honrosamente pasar¨¢ a la historia con una mancha imborrable, al tiempo que lleva a sus siglas al abismo, pero, en cualquier caso, ella sabr¨¢. Lo que no me hace gracia es que, por pecar uno, pequemos todos. Porque, que quede claro, ahora estoy con los de Ciencias y no puedo aceptar lo del pecado original. La pasi¨®n guerrera es su pecado, no el nuestro. No nos gustan las manzanas.
?ngel L¨®pez Garc¨ªa-Molins es catedr¨¢tico de Teor¨ªa de los Lenguajes de la Universidad de Valencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.