Viaje al refugio que se convirti¨® en tumba
Los vecinos de Al Ameriya a¨²n lloran el bombardeo 'inteligente' de hace 12 a?os
Las bombas inteligentes y la guerra limpia de las pantallas de ordenador que estren¨® la guerra del Golfo quedaron expuestas el 13 de febrero de 1991 en el refugio de Al Ameriya. Dos misiles que buscaban un supuesto laboratorio qu¨ªmico escondido en sus s¨®tanos acabaron con la vida de 408 civiles. Ayer, 12 a?os despu¨¦s, y con una nueva amenaza de guerra en el horizonte, algunos de sus familiares les rindieron un homenaje. El duelo oficial se ha retrasado hasta el domingo para que no coincida con la Fiesta del Sacrificio (Eid al Adha).
Mohamed Naser, de 60 a?os, acude cada d¨ªa a este "monumento contra la guerra", como lo define su directora, Intisar Ahmed al Samarrai. Perdi¨® a su mujer, Uafica; a su hija Zahar¨¢, de 11 a?os, y a su hijo Margu¨¢n, de seis. "A¨²n siento como si estuvieran vivos", dice en el mismo lugar en donde los dej¨® aquella fat¨ªdica noche del 12 al 13 de febrero. "Me fui a casa para asegurarme de que todo estaba bien", justifica. En un pa¨ªs en el que los ahorros se guardan debajo del colch¨®n es habitual que alguien se quede vigilando el hogar.
S¨®lo hubo 16 supervivientes. El hijo mayor de Mohamed fue uno de ellos. "Como ten¨ªa 16 a?os, estaba en la zona de los hombres, separado de su madre y sus hermanos peque?os", recuerda. "Al parecer sali¨® despedido por el impacto de la primera bomba, qued¨® inconsciente y, al despertar, se las arregl¨® para salir. Estaba contusionado y cubierto de sangre. Cuando llegu¨¦, no pod¨ªa reconocerle". Hoy, el joven Jaled se ha convertido en m¨¦dico, est¨¢ casado y tiene dos hijos.
"No siento miedo, sino odio hacia EE UU y el Reino Unido, hacia sus Gobiernos, no hacia su gente, porque no son ellos los que controlan la pol¨ªtica", declara Mohamed, mientras busca las fotos de su mujer y sus hijos entre los paneles que se est¨¢n montando para la celebraci¨®n oficial del aniversario. Pero el dolor de los familiares no puede esperar al duelo oficial. A primera hora de la ma?ana, antes de que abrieran el refugio, ya estaba esperando a la puerta Enam Ahmed, una mujer que perdi¨® a su hija Sally, de seis a?os, a la que hab¨ªa dejado al cuidado de su suegra. Enam no quiere entrar en cuestiones pol¨ªticas, pero se enfada ante la escasa presencia de familiares en el d¨ªa del aniversario. No comparte que haya que esperar a que est¨¦n instalados los metacrilatos con los que se cubren los restos que hab¨ªan permanecido ocultos bajo una alfombra.
"?ste es el ¨²nico recuerdo que me queda de mi familia, su cementerio. Cada vez que vengo aqu¨ª, tengo la sensaci¨®n de que a¨²n est¨¢n vivos, de que puedo hablar con ellos", explica Ahmed el Bayati ante el agujero con el que el primer misil horad¨® el refugio. Un segundo proyectil, de calor, elev¨® la temperatura del recinto hasta los 400 grados. "Los cuerpos se fundieron", dice Esam, un m¨¦dico que trabaja en la recuperaci¨®n de restos humanos que a¨²n permanecen adheridos a suelos y paredes.
Ahmed perdi¨® en Al Ameriya a sus padres y cinco de sus hermanos, de entre 1 y 15 a?os. Hoy, con 35 a?os, ha rehecho su vida, se ha casado y tiene tres hijos a los que ha dado los nombres de sus hermanos muertos. ?Llevar¨ªa a su familia a un refugio ahora si se produce un nuevo ataque estadounidense? Reflexiona un momento. "Morir est¨¢ en manos de Dios; nadie sabe el d¨®nde o el cu¨¢ndo", responde, sin asomo de grandilocuencia. Tiene motivos para creer que es as¨ª. Un sexto hermano, Mohamed, y ¨¦l mismo se libraron de morir en el refugio porque estaban en el Ej¨¦rcito, un destino en principio m¨¢s peligroso.
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