Discreto elogio del embuste
Ya s¨¦ que es redundante pero, como tema, la mentira es enga?osa. Quienes encuentran fascinante la personalidad del mentiroso y la emulan o la simulan (lo m¨¢s com¨²n) est¨¢n convencidos de que ¨¦ste posee la rara virtud de sobreponerse a su propia intenci¨®n inicua. Piensan que quienes no se atreven a mentir, o s¨®lo mienten cuando no tienen m¨¢s remedio, lo hacen por pobreza de esp¨ªritu o por impotencia; que vivimos en un mundo de falsedades para el que s¨®lo cabe una decisi¨®n, la de ser falso por vocaci¨®n o por audacia. A menudo, quienes m¨¢s se prodigan en declamaciones contra la falsedad o la mentira del mundo, suelen ser los m¨¢s embusteros de todos. Mucho nihilismo de pacotilla en torno al mal, la trasgresi¨®n y la mentira, infinidad de escritores mediocres que se reconocen mentirosos, y otros tantos mentirosos mediocres que proclaman su vocaci¨®n para el mal. Bla, bla, bla.
BREVE HISTORIA DE LA MENTIRA: DE ULISES A PINOCHO
Mar¨ªa Bettetini Traducci¨®n de Pepa Linares C¨¢tedra. Madrid, 2002 130 p¨¢ginas. 6,20 euros
En realidad, la mentira fascina
s¨®lo a quienes -est¨²pidamente- se consideran a salvo de sus efectos da?inos y, sin embargo, como demuestra este peque?o libro, a nadie que la haya considerado en serio se le ha ocurrido reivindicarla como regla de conducta, y menos a¨²n, como emblema de una contramoral. Y con raz¨®n, porque en el mentir hay algo muy trivial y t¨®pico, quiz¨¢ porque como recuerda Bettetini, ya Nietzsche observ¨® que la mentira pertenece a la esencia del lenguaje y la comunicaci¨®n, de modo que el embuste no interesa en su intenci¨®n sino porque est¨¢ imbricado en la miseria de la condici¨®n humana, en nuestros deseos m¨¢s peque?os y en nuestra debilidad frente al dolor. De modo pues que, ?qui¨¦n si no un tonto puede invocarla como regla?
Mar¨ªa Bettetini ha escrito un libro minucioso, casi un repertorio, sobre las representaciones occidentales de la mentira que, a la postre, no resultan ser muy variadas, porque en esto de mentir y de hacer el mal, los hombres son muy poco imaginativos. Los embusteros, por lo que parece, se mueven siempre por las mismas motivaciones, ahora como en los tiempos de Herodoto. Quiz¨¢ por eso mismo, y contra lo que se afirma en el t¨ªtulo, no es ¨¦sta una "historia", sino un conjunto m¨¢s o menos ordenado de referencias eruditas, citas y comentarios, principalmente antiguos y medievales, extra¨ªdos de muchas fuentes: tratados de moral y de teolog¨ªa, manuales de conducta pol¨ªtica, m¨¢ximas y obras de teatro o novelas cl¨¢sicas o f¨¢bulas muy conocidas, como la Alicia de Carroll o Pinocho de Collodi. La profusi¨®n de las referencias es enga?osa porque, en el fondo, todo lo que puede argumentarse sobre el embuste y la mentira como profesi¨®n de fe est¨¢ ya pensado, ponderado y sancionado por san Agust¨ªn. De modo que la secci¨®n m¨¢s sustanciosa del libro llega pues al final, cuando la autora ensaya una t¨ªmida o discreta reivindicaci¨®n del embuste, en clara consonancia con el esp¨ªritu moderno y posmoderno que, como sabemos, es muy tolerante con embustes y embusteros. Por fortuna, Bettetini no incurre en la f¨¢cil apolog¨ªa de lo ficticio, tan com¨²n en los escritores actuales, sobre todo cuando son malos, sino que la acompa?a de un elogio de la mentira gorgiana, la pieza central del artefacto, generadora de la dimensi¨®n est¨¦tica.
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