Y no a la guerra
?Es que hoy se puede escribir de otra cosa? Supongo que s¨ª, pero no me da la gana. ?Es que se puede decir algo m¨¢s de lo que ya se ha dicho? Supongo que no, porque el largo rosario de argumentos y teor¨ªas comienza a producir hast¨ªo junto con una vaga sensaci¨®n de n¨¢usea. Llevamos cincuenta a?os, y bastante m¨¢s all¨¢, hablando de guerras justas, injustas, legales, preventivas, defensivas, fr¨ªas, calientes y templadas, soluci¨®n de conflictos, desarme, negociaci¨®n y valores. Lo sabemos todo y lo explicamos todo. La partida de ajedrez es tan complicada que se puede jugar hasta el infinito, pero si te pones a analizar la jugada, ahora, en este momento, te conviertes en un jugador m¨¢s. Por eso lleg¨® la hora de la intuici¨®n, de la reacci¨®n simple, sencilla, elemental, del sentimiento b¨¢sico que no puede equivocarse. No a la guerra. Y menos a ¨¦sta. M¨¢s adelante, ya metidos en faena, habr¨¢ que pensar y analizar, pero justo ahora no merece la pena. Sencillamente, no a la guerra.
Hace m¨¢s de treinta a?os se gritaba "Haz el amor y no la guerra". Despu¨¦s de tanto tiempo, s¨®lo nos queda la segunda parte. La primera nos la robaron con tanta pastilla, anuncio publicitario y turismo de fin de semana. El amor nos lo dan hecho, pero lo malo es que la guerra tambi¨¦n nos la dan, por lo visto, sin nada que hacer ni que decir por nuestra parte. Tenemos que defender ahora lo que nos queda de la antigua frase y no la guerra, antes de que nos roben m¨¢s palabras y s¨®lo sepamos pronunciar ?guerra! Si desaparecen la c¨®pula y la negaci¨®n, los t¨¦rminos m¨¢s b¨¢sicos tanto del afecto como de la l¨®gica, pronto nos veremos atados al odio y al resentimiento irracional.
Dicen que la Guerra del Golfo se cerr¨® en falso y ahora sufrimos las consecuencias. Me suena. Tambi¨¦n la primera mundial se cerr¨® en falso y por eso la segunda. ?Y qu¨¦ m¨¢s? Lo ¨²nico falso es que las guerras cierren algo, siempre abren, destrozan, empujan, desgarran para ir preparando la siguiente. Estar¨ªa dispuesto a admitirlas todas con tal de evitar la ¨²ltima. Ya sabemos que el vag¨®n de cola es el m¨¢s peligroso y habr¨ªa que eliminarlo para impedir los accidentes de tren. Pero como no se puede, es mejor conducir con prudencia y renunciar a las guerras de cierre definitivo, la est¨²pida y resabiada soluci¨®n final.
Mientras escuchamos hoy, por todas partes, el grito del no a la guerra, el ambiente preb¨¦lico se filtra por todas las rendijas y parece que la p¨¦rdida de sentido se vuelve habitual. Izquierda Unida se abraza con los arzobispos, el Senado en vez de C¨¢mara alta se convierte en una rec¨¢mara donde se apoyan leyes que ya se aprobaron all¨ª mismo, los pa¨ªses de ra¨ªz cat¨®lica se enfrentan al Papa y la Alemania reconstruida y reunificada vuelve a ser milagrosa frenando a los americanos. Y muchas m¨¢s cosas del ambiente diario que todos ustedes pueden a?adir durante este prefacio de los nuevos tiempos y el nuevo orden.
Cada uno que piense lo que quiera y, adem¨¢s, no a la guerra. Es la ¨²nica tabla de salvaci¨®n que nos queda y, de conseguirlo, ser¨ªa el ¨²ltimo milagro de los viejos tiempos. L¨¢stima que yo no crea en los milagros, pero nunca es tarde. Por eso me apunto a la manifestaci¨®n de hoy, para poder seguir sin creer y, adem¨¢s, sin guerra.
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