Irak: Aznar, frente a los europeos
Los autores analizan las consecuencias de la guerra en Oriente Pr¨®ximo y se preguntan a qu¨¦ obedece el alineamiento incondicional del Gobierno con EE UU.
I. La invasi¨®n de Irak por parte de EE UU avanza inexorable. La decisi¨®n no es de ahora. La Administraci¨®n de Bush ten¨ªa colocado a Sadam Husein en el punto de mira desde las elecciones presidenciales del 2001. Nadie con un m¨ªnimo de objetividad puede sostener que Irak sea una amenaza inminente para EE UU o la humanidad en su conjunto, motivo que podr¨ªa legitimar una intervenci¨®n, seg¨²n la legalidad internacional. Tampoco est¨¢ demostrado, sino m¨¢s bien lo contrario, que el r¨¦gimen iraqu¨ª sea un protector de Al Qaeda. Por eso, la opini¨®n p¨²blica mundial, salvo quiz¨¢ la norteamericana, est¨¢ hoy en contra de esta guerra. Porque no est¨¢ justificada, es desproporcionada, la va a padecer un pueblo inocente, acrecentar¨¢ el terrorismo y el encono de los pueblos ¨¢rabes y existen otros medios para neutralizar a Sadam, que deben ser ensayados. Es falso, por ejemplo, que el trabajo de los inspectores en el pasado haya sido in¨²til. Como ha se?alado Kofi Annan, su labor contribuy¨® a destruir m¨¢s armas que las liquidadas durante la guerra del Golfo.
Es imperdonable que Aznar se enfrente al sentir de los ciudadanos de Espa?a y de Europa
El mundo demanda una Europa unida que pueda ser una potencia relevante y aut¨®noma
?Por qu¨¦, entonces, estas prisas por invadir Irak? Nosotros pensamos que la Administraci¨®n de Bush profundiza una l¨ªnea iniciada en la ¨¦poca de Reagan que consiste en transformar el orden internacional que surgi¨® de la II Guerra Mundial en beneficio exclusivo de una concepci¨®n del papel de EE UU en el mundo. Aquel escenario estaba basado en el equilibrio de poder, la distensi¨®n / contenci¨®n y el papel determinante de la ONU en el uso de la fuerza. Ahora Bush quiere sustituirlo por otro fundado en la hegemon¨ªa, la prevenci¨®n (guerra preventiva) y el unilateralismo. Esto es lo que se plasma en el famoso documento sobre Estrategia de Seguridad Nacional y, en los hechos, en esta guerra contra Irak. As¨ª, el final de la guerra fr¨ªa, con la victoria de EE UU y la desaparici¨®n de la URSS, no inaugura una era de paz basada en la cooperaci¨®n y el equilibrio multipolar, sino una ¨¦poca de pol¨ªtica imperial, donde una megapotencia no se somete a norma alguna -v¨¦ase el rechazo al Tribunal Penal Internacional, al Protocolo de Kioto, etc¨¦tera-, impone su ley al resto de la humanidad e impide que surjan competidores en el futuro (por ejemplo, la Uni¨®n Europea).
?sta es una estrategia peligrosa que debemos impedir entre todos y, en especial, los ciudadanos de Norteam¨¦rica. Porque hay que decir muy alto que ¨¦sta no es la pol¨ªtica de EE UU, sino de una determinada Administraci¨®n que tiene al frente a la extrema derecha del Partido Republicano. No fue, desde luego, la pol¨ªtica de Clinton, que estaba basada en la cooperaci¨®n con Europa, ni tan siquiera la de Bush padre, m¨¢s moderada. Por eso mismo es falso que Europa -Alemania y Francia- se haya alejado de EE UU. Por el contrario, ha sido la presidencia Bush-Cheney la que ha roto la tradicional relaci¨®n transatl¨¢ntica imponiendo nuevas reglas -o conmigo o contra m¨ª- que la Uni¨®n Europea no puede aceptar sin negarse a s¨ª misma y renunciar a su proyecto hist¨®rico de uni¨®n pol¨ªtica, que s¨®lo es viable desde la autonom¨ªa.
Para Bush, desde una concepci¨®n imperial, el control de Irak puede tener beneficios. Es evidente que el dominio del petr¨®leo que se concentra en ese pa¨ªs y en otros de Oriente Medio es b¨¢sico para una potencia que quiere ejercer la hegemon¨ªa a escala planetaria. No se trata de que EE UU haga la guerra s¨®lo por el petr¨®leo. Es un elemento m¨¢s, pero central, de una estrategia de dominaci¨®n que en el medio plazo no traer¨¢ nada bueno para el pueblo americano.
II. Un efecto de lo anterior es que esta guerra ha partido en dos a la UE, justo en el momento en que se ampliaba e iniciaba el proceso -la Convenci¨®n- hacia la uni¨®n pol¨ªtica, es decir, se fortalec¨ªa. ?Qu¨¦ papel juegan en este momento Prodi, Solana, Patten o la presidencia griega? Casi ninguno. Los americanos han movilizado a sus "submarinos" -como dec¨ªa De Gaulle- y nos hemos d
do cuenta de que no s¨®lo hab¨ªa uno ya tradicional -Gran Breta?a-, sino que han crecido como enanos, y ah¨ª tenemos a Berlusconi, a Aznar y a los pa¨ªses del Este que han pasado de la esfera de influencia de la URSS a la de EE UU sin matices. Anta?o ten¨ªamos dividida a Europa por el tel¨®n de acero y hoga?o nos ha dividido la relaci¨®n transatl¨¢ntica. Ya sabemos que no es lo mismo y que la comparaci¨®n puede resultar odiosa. Pero, en el fondo, subyace la misma cuesti¨®n y es que Europa no se unir¨¢ de verdad hasta que, para todos los pa¨ªses que conforman la UE, lo prioritario sea el inter¨¦s de la Uni¨®n, la lealtad y solidaridad en la Uni¨®n y los diferentes pa¨ªses que la componen no sean satelizados por otra potencia. No se trata de construir Europa contra EE UU, pero es imposible construirla subordinada a EE UU. No se puede mantener una sociedad civil europea s¨®lida cuando hay Gobiernos que defienden ante todo los intereses y las concepciones del Gobierno norteamericano. Porque la concepci¨®n, e inter¨¦s, de Europa en el mundo no coincide, en temas importantes, con los de la Am¨¦rica de Bush. EE UU y Europa marcharon juntos cuando compart¨ªan valores democr¨¢ticos y humanistas. El Gobierno de Bush ha escogido el camino de la imposici¨®n y de la guerra. Europa no debe seguirle por esa senda, sino coincidir con los que en Am¨¦rica y en el mundo se oponen a estas aventuras radicales. No es cuesti¨®n de derechas o izquierdas -ah¨ª est¨¢n Chirac y Blair en posiciones diferentes-; es un problema de supervivencia como poderes independientes que desean la paz y el respeto a los derechos y libertades.
El mundo demanda una Europa unida que, por ello, pueda ser una potencia global relevante y aut¨®noma que coopere con EE UU desde esta autonom¨ªa para lograr dos objetivos b¨¢sicos: mundializar el bienestar, los derechos humanos y la democracia, y preservar la paz. Esto no se consigue con pol¨ªticas belicistas, que rompen la unidad continental e impiden el desarrollo de los pueblos.
III. En este escenario, la actitud del Gobierno de Aznar no ha podido ser m¨¢s nefasta. Pero, adem¨¢s, hay algo claro en toda esta tr¨¢gica historia y es que la guerra en Irak tampoco aporta nada al inter¨¦s de Espa?a. Casi todas las ¨¢reas clave de nuestra pol¨ªtica exterior quedar¨ªan da?adas: el Mediterr¨¢neo, el norte de ?frica, Am¨¦rica Latina, Europa. Aznar ha contribuido como el que m¨¢s a resquebrajar la unidad europea sin que se comprenda qu¨¦ obtiene a cambio. Si se trata de que EE UU nos ayude en la lucha contra el terrorismo de ETA, hay que recordar que los americanos han pasado de este tema hasta el 11 de septiembre de 2001 y quien en realidad nos ha asistido con eficacia ha sido y es Francia. Si ha habido otro pa¨ªs que ha colaborado de forma decisiva a nuestra convergencia econ¨®mica con Europa ha sido Alemania. Pa¨ªses a los que ahora acusan de dividir la UE porque han pretendido no plegarse a las exigencias de Bush en nombre de una Europa pac¨ªfica -que no pacifista- que conecta con el sentir de la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos. Nunca en el pasado se hab¨ªa originado en la opini¨®n p¨²blica europea una mayor¨ªa tan aplastante ante un acontecimiento de tanta trascendencia como una guerra. Podr¨ªamos afirmar que se ha manifestado, quiz¨¢ por primera vez, la conciencia de un pueblo europeo que se opone a la imposici¨®n de una guerra injustificada y apuesta por dar una oportunidad a la paz. Es imperdonable que Aznar se enfrente de este modo al sentir de los ciudadanos de Espa?a y de Europa, haciendo un da?o considerable a la Uni¨®n Europea junto a los gobernantes menos europe¨ªstas, como Blair y Berlusconi. ?A qu¨¦ puede obedecer, entonces, la posici¨®n de Aznar? Nuestra opini¨®n es que el presidente espa?ol olvida el inter¨¦s nacional y de Europa en aras de una coincidencia profunda con la ideolog¨ªa ultraderechista que impera en la Administraci¨®n de Bush; con sus planteamientos militares, econ¨®micos, religiosos, culturales, que componen lo que se ha llamado la "revoluci¨®n conservadora". Ideolog¨ªa que conecta a la perfecci¨®n con una cierta derecha espa?ola que, en todo momento, ha estado m¨¢s cerca de los sectores reaccionarios de EE UU que de esa Europa laica y social que siempre ha contemplado con sospecha y prevenci¨®n. Es ¨¦sa la derecha espa?ola que prefiere el modelo americano a la vieja Europa con su modelo del Estado de bienestar y las "rigideces" del mercado laboral, etc¨¦tera.
Cuando a veces se dice que Europa tiene motivos para estar agradecida a EE UU por su papel en la II Guerra Mundial, pero que la situaci¨®n de Espa?a es diferente -pues aqu¨ª consolidaron la dictadura-, hay que a?adir que, si bien a los dem¨®cratas nos perjudic¨® el abrazo de Eisenhower a Franco bajo la atenta mirada de la CIA del general Walter, no es menos cierto que a una determinada derecha le benefici¨®, pues gobern¨® a su antojo durante 40 a?os. En el fondo, Aznar, y no todo el PP, es de alguna manera el heredero de esa derecha en las condiciones de la democracia.
Nuestro inter¨¦s como naci¨®n est¨¢, por lo tanto, en contribuir, junto con otro pa¨ªses, a encontrar una alternativa que signifique evitar la guerra, al tiempo que se neutraliza a Sadam y se le desarma, cumpliendo la resoluci¨®n 1.441, que no autoriza un ataque a Irak. Se puede reforzar en medios humanos y materiales la labor de los inspectores; se pueden complementar con otras medidas -aviones esp¨ªa, zonas de exclusi¨®n, etc¨¦tera- que imposibiliten a Sadam hacer da?o, sin necesidad de masacrar a un pueblo inocente.
Nos jugamos mucho en la soluci¨®n que encontremos a esta crisis. De entrada, que mueran o no decenas de miles de personas, que la ONU refuerce su papel como garante de la legalidad internacional o quede arrumbada en el envite; que Europa se haga o¨ªr y presente alternativas a las salidas belicistas o que el proyecto de la uni¨®n pol¨ªtica y su Constituci¨®n quede malogrado para mucho tiempo; en una palabra, que la humanidad vaya a resolver sus conflictos en el siglo XXI mediante el ordeno y mando de uno solo o por medio de la cooperaci¨®n de todos.
Nicol¨¢s Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundaci¨®n Alternativas. Diego L¨®pez Garrido es diputado socialista y portavoz en la Comisi¨®n Constitucional del Congreso.
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