Colin Powell: "Sadam sigue jugando sucio"
El secretario de Estado cree llegado el momento de las "serias consecuencias" previstas en la 1.441

Colin Powell se encontr¨® ayer en una posici¨®n inc¨®moda. El tiempo ya no parec¨ªa correr en contra del Gobierno de Irak, sino del estadounidense. Tres de los cinco miembros del Consejo de Seguridad con derecho de veto, Francia, Rusia y China, segu¨ªan apostando por las inspecciones y se negaban a considerar siquiera una resoluci¨®n que autorizara la guerra. Sadam manten¨ªa un cierto margen de maniobra. Powell, sin embargo, ten¨ªa prisa: se termina el invierno, la ¨¦poca m¨¢s propicia para una guerra, y crecen los movimientos populares contra el conflicto. El secretario de Estado no pudo ocultar su frustraci¨®n e ironiz¨® sobre los "avances" conseguidos por los inspectores. "Sadam sigue mintiendo, ocultando y jugando sucio con nosotros", dijo.
El informe presentado por Hans Blix (armas qu¨ªmicas y biol¨®gicas) y Mohamed el Baradei (armas nucleares) era susceptible de interpretaciones muy distintas. Lo que los propios inspectores y numerosos ministros del Consejo entendieron como progresos, insuficientes pero positivos, fue para EE UU una nueva demostraci¨®n del peligro encarnado por Sadam Husein.
Powell insisti¨® en que emergen "casi cada d¨ªa" nuevos indicios de la relaci¨®n entre Irak y Al Qaeda y mantuvo sus habituales preguntas: ?d¨®nde est¨¢ el ¨¢ntrax?, ?d¨®nde el gas VX?, ?d¨®nde las municiones con armas qu¨ªmicas? Todas esas armas prohibidas figuraban en la "zona gris" denunciada por los inspectores: las autoridades iraqu¨ªes dec¨ªan haberlas destruido, pero sin aportar pruebas de ello. El anuncio efectuado por Bagdad sobre el env¨ªo de una comisi¨®n a Sur¨¢frica para estudiar c¨®mo ese pa¨ªs destruy¨®, en cooperaci¨®n con la ONU, su programa nuclear, provoc¨® el sarcasmo del diplom¨¢tico estadounidense: "No hace falta tomar lecciones de Sur¨¢frica ni ser cirujano cerebral para saber c¨®mo se desarma uno", exclam¨®. Su conclusi¨®n fue que el Consejo deb¨ªa dar un paso hacia la guerra: "Esto no puede ser eterno", dijo, "es el momento de plantearse las serias consecuencias" a las que hac¨ªa referencia la resoluci¨®n 1.441.
En cuanto Powell concluy¨® su intervenci¨®n, la Casa Blanca intent¨® reforzar el mensaje. "El mundo sigue teniendo razones para preocuparse mucho sobre la posesi¨®n de armas de destrucci¨®n masiva por parte de Sadam Husein. Eso es lo que ha quedado claro en Nueva York", declar¨® Ari Fleischer, portavoz presidencial. El propio George W. Bush, que convers¨® telef¨®nicamente con los presidentes de Estonia y Pakist¨¢n (uno de los pa¨ªses miembros del Consejo de Seguridad) para tratar de convencerles de la necesidad de invadir Irak, se refiri¨® a la situaci¨®n durante el acto de presentaci¨®n de una oficina de coordinaci¨®n entre el FBI y la CIA: "Sadam Husein es un peligro y por eso ser¨¢ desarmado, de una forma o de otra", asever¨®.
Las prisas y la ansiedad estadounidenses estaban justificados. No s¨®lo porque el Pent¨¢gono ya ha desplegado m¨¢s de 150.000 soldados en los alrededores de Irak y quiere actuar pronto, antes de que lleguer el calor y sus tropas sufran deshidrataciones dentro de los trajes especiales contra los ataques qu¨ªmicos y biol¨®gicos. La opini¨®n p¨²blica, sobre todo en Europa pero tambi¨¦n en EE UU, sigue siendo esc¨¦ptica, o contraria, a una guerra. Una encuesta publicada ayer por The New York Times indica que casi el 75% de la poblaci¨®n estadounidense considera inevitable la invasi¨®n, y m¨¢s del 60% la apoya. Pero el 59%, una mayor¨ªa amplia, opina que Bush debe conceder a la ONU m¨¢s tiempo para intentar que Irak se desarme de forma pac¨ªfica. Un 63% dice que EE UU no debe atacar sin el apoyo de sus aliados tradicionales, y un 56% prefiere que Bush espere hasta disponer del respaldo de la ONU.
Esas indicaciones coinciden con la lenta pero continua erosi¨®n de la popularidad de Bush, que un mes atr¨¢s se manten¨ªa en el 64% y ayer hab¨ªa descendido ya hasta el 54%. Son se?ales inquietantes para la Administraci¨®n republicana. Puede darse por seguro que el inicio de una guerra producir¨¢ un instant¨¢neo respaldo popular al presidente, pero puede contarse tambi¨¦n con que ese respaldo no ser¨¢ lo bastante s¨®lido como para mantenerse en caso de que el conflicto cause bajas abundantes entre los estadounidenses, se prolongue m¨¢s de seis u ocho semanas o desemboque, como en el caso de Afganist¨¢n, en una ocupaci¨®n precaria y de porvenir incierto.

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