Toda una noche a la deriva
Nueve de la noche del mi¨¦rcoles 13. Ahora es el capit¨¢n Mangouras quien llama al centro de Finisterre: "Procedemos a dar remolque, pero necesitamos m¨¢s gente a bordo".
La petici¨®n del capit¨¢n griego se recibe con suspicacia. ?Ser¨¢ una maniobra m¨¢s para dilatar la operaci¨®n? En cualquier caso, se valora la posibilidad de buscar tripulantes. Hay tantas dudas al respecto que se pierde casi hora y media hasta que el centro de Finisterre comunica finalmente con el capit¨¢n del R¨ªa de Vigo, Antonio Lamp¨®n, y le pregunta si estar¨ªa dispuesto a enviar a alguno de sus hombres al Prestige para ayudar en las tareas de remolque. Lamp¨®n contesta que necesita a todo su personal a bordo.
Los otros remolcadores que han sido alertados est¨¢n todav¨ªa a cierta distancia del Prestige. El Ibaiz¨¢bal I, a unas tres horas; el Charuca Silveira, a cuatro, y el Sertosa 32, a seis.
'Cr¨®nica negra del Prestige'
Luis G¨®mez y Pablo Ordaz. Ediciones El Pa¨ªs, 2003
El 'Charuca Silveira' logra pegarse a la proa del 'Prestige' y lanzar una estacha que desde el petrolero pueden izar y enganchar. Es el primer amarre del 'Prestige' a las 8.30 del jueves 14
Son casi las doce de la noche. La situaci¨®n entre el Prestige y el R¨ªa de Vigo no ha mejorado en las ¨²ltimas tres horas. Los intentos de remolque fracasan uno tras otro: el R¨ªa de Vigo ha dado todas las sisgas de que dispon¨ªa excepto una, y ha gastado tres lanzacabos. S¨®lo le quedan a bordo una sisga y dos lanzacabos. Va a intentarlo de nuevo, pero solicita que sean embarcados tripulantes espa?oles en el petrolero.
La torre de control informa a ?ngel del Real, capit¨¢n mar¨ªtimo de A Coru?a, de lo que est¨¢ ocurriendo. Habla de falta de entendimiento entre el Prestige y el R¨ªa de Vigo. Y se hace eco de una petici¨®n del remolcador: sugiere enviar tripulantes espa?oles a bordo del petrolero, que sigue a la deriva.
Las gestiones se orientan en varias direcciones. Se piensa en volver a llevar al Prestige a algunos de los filipinos que descansan en el hotel Avenida. Se piensa tambi¨¦n en buscar espa?oles, para evitar problemas de entendimiento. La situaci¨®n se agrava por momentos: el barco sigue sin m¨¢quina y acerc¨¢ndose a la costa: ?ngel del Real se encarga personalmente de esta ¨²ltima gesti¨®n. Llama a Ricardo Lorenzo, director gerente de Sertosa Norte, la empresa propietaria del Ibaiz¨¢bal I y del Sertosa 32, y le pide un par de tripulantes:
-?ngel, ?te los busco en A Coru?a?
-No, quiero dos del Ibaiz¨¢bal I.
-Eso tienes que pregunt¨¢rselo a ellos. Ten en cuenta que yo no los puedo obligar. Es una acci¨®n muy arriesgada. Son sus vidas. Si ellos aceptan no tengo inconveniente.
Voluntarios para el 'Prestige'
A las doce de la noche, el centro de Finisterre comunica con el Ibaiz¨¢bal I y solicita dos voluntarios para embarcarse en el Prestige. El patr¨®n del barco es Rub¨¦n Castro Grande, al mando de una dotaci¨®n de seis tripulantes. A sus 30 a?os ha recorrido ya todos los mares del mundo a bordo de barcos pesqueros. Es un hombre delgado, no muy alto, pero de complexi¨®n atl¨¦tica; un gallego de Burela (Lugo) acostumbrado a la acci¨®n. Lleva dos a?os manejando remolcadores. Sin embargo, la petici¨®n no le hace mucha gracia. Piensa que, si pierde dos marineros, su barco quedar¨¢ inutilizado para las labores de remolque. Adem¨¢s acaba de llegar a las inmediaciones del Prestige: aprecia su fuerte escora y, sobre todo, un penetrante olor a fuel que lo envuelve todo. Quedarse con cuatro hombres le convierte en un testigo, impasible de lo que suceda. Un convidado de piedra que no podr¨¢ ayudar en el rescate y, por tanto, se perder¨¢ una buena prima, tan apetecible ahora que las navidades est¨¢n cerca. Rub¨¦n Castro insiste en hacer valer que si se queda sin dos de sus tripulantes ya no podr¨¢ dar remolque. Desde el centro de Finisterre le contestan que esa operaci¨®n s¨®lo la llevar¨¢ a cabo el R¨ªa de Vigo.
Todo el mundo sabe lo que eso significa. Ese negocio es para el R¨ªa de Vigo.
Rub¨¦n Castro consulta con su jefe en A Coru?a por el m¨®vil y recibe el visto bueno. S¨®lo hay dos marineros en el barco que puedan hacer bien esa labor. Son Antonio Ca¨ªnzos, de 50 a?os, casado, y C¨¦sar Collazo, de 30, soltero. Rub¨¦n Castro pregunta primero al m¨¢s veterano. Ca¨ªnzos acepta de buena gana, a pesar de que nunca se ha visto en una parecida. Le pide entonces que avise a Collazo.
Collazo se encuentra acostado en su camarote, intentando descansar. Una tarea no siempre f¨¢cil en alta mar. "Las olas son tan grandes que es como si estuvieras en una batidora. En el camarote tienes que sujetarte con correas a la cama. Las cosas tienes que hacerlas siempre con una sola mano; la otra, la usas para estar permanentemente agarrado. De manera que no puedes comer m¨¢s que bocadillos, porque los platos volar¨ªan. Duermes como se puede dormir en una monta?a rusa, entre baquetazos y ca¨ªdas de v¨¦rtigo; eso s¨ª, bien atado y pensando: bueno, que pase lo que sea. Ni cagar puedes, porque vas al ba?o y ya me dir¨¢s, sentado en la taza del v¨¢ter sales catapultado a la primera de cambio". As¨ª explica la vida a bordo en medio del temporal el capit¨¢n ?ngel Rielo, 46 a?os, patr¨®n del Charuca Silveira.
C¨¦sar trata de dormir de esa manera: agarrado con correas a la cama. Un sue?o muy ligero. Su compa?ero Antonio le despierta con una invitaci¨®n sorpresa.
-Oye, sube al puente, que vamos a saltar al petrolero.
C¨¦sar se vuelve y responde que no.
-?C¨®mo vamos a saltar? ?Ni de co?a!
Se levanta y sube al puente a hablar con el patr¨®n, que le da explicaciones:
-Nos han pedido dos tripulantes para subirse a ese petrolero en helic¨®ptero. S¨®lo pod¨¦is ir Antonio y t¨². La decisi¨®n es vuestra.
C¨¦sar no tiene ninguna duda. Dice que no. Jam¨¢s en su vida se ha montado en un helic¨®ptero, y adem¨¢s hay otro asunto que no le seduce en absoluto:
-Yo no salto a un barco abandonado.
El patr¨®n, que est¨¢ al corriente de las labores de rescate, le explica que el petrolero no est¨¢ abandonado.
-Hay tres hombres a bordo, un capit¨¢n, su primer oficial y el jefe de m¨¢quinas.
C¨¦sar se calma un poco. Piensa que si hay gente en el barco el peligro de hundimiento no debe de ser tan inminente. Termina aceptando. C¨¦sar s¨ª sabe lo que es saltar de un barco a otro con fuerte oleaje. Es delgado y fibroso, una aut¨¦ntica ardilla. No hace vida de atleta -"no hago deporte, s¨®lo trabajo, duermo la siesta o me voy de copas con los amigos"-, pero lo parece. La mar es su gimnasio: navega desde los 16 a?os. Se ha pasado una buena parte de su vida en los pesqueros del Gran Sol.
Todo ha sido muy r¨¢pido. La decisi¨®n se ha tomado en siete minutos.
A bordo del petrolero
Dos horas y cuarto despu¨¦s, Antonio Ca¨ªnzos y C¨¦sar Collazo est¨¢n a bordo del Prestige. Lo primero que les llama la atenci¨®n es el fuel derramado por todas partes. "Del olor ni me acuerdo", recuerda C¨¦sar, "cuando tienes miedo no est¨¢s para esas cosas". La superficie est¨¢ muy resbaladiza: el bote de estribor aparece destrozado por los golpes de mar y la fuerte escora. Las barandillas tambi¨¦n est¨¢n da?adas. Llevan un walkie con el que contactan con el R¨ªa de Vigo. El capit¨¢n Mangouras, el primer oficial y el jefe de m¨¢quinas los reciben con amabilidad. No perciben ning¨²n recelo hacia ellos. Es m¨¢s, Argyropoulos, el jefe de m¨¢quinas, los obsequia con algunas palabras en castellano. "Lo que m¨¢s nos sorprendi¨® fue encontrarnos con ellos y verlos tan tranquilos, como si no pasara nada. Eso nos relaj¨® bastante".
En el centro de control de Finisterre no todo el mundo est¨¢ de acuerdo con la decisi¨®n que se acaba de tomar. La noche se est¨¢ complicando m¨¢s de la cuenta y no parece muy atinado inutilizar precisamente al segundo remolcador m¨¢s pr¨®ximo al petrolero. Pod¨ªan haber elegido otro camino: tomar gente del Charuca Silveira o del Sertosa 32. O traerla desde A Coru?a. Ninguna de esas opciones hubiera supuesto una p¨¦rdida a?adida de tiempo. Si acaso, media hora m¨¢s de viaje en helic¨®ptero. "Y siempre te garantizas tener a mano al Ibaiz¨¢bal I, un remolcador que ha sido muy ¨²til en otras ocasiones aparentemente tan complicadas", piensan algunos cr¨ªticos en la torre de control.
Lo cierto es que las preferencias hacia los remolcadores de la empresa Remolcanosa vienen de atr¨¢s. No es nada nuevo. Si vuelve a fallar el R¨ªa de Vigo, el siguiente turno ser¨¢ entonces para el Charuca Silveira, otro barco de Remolcanosa. En el parte de asistencia del Ibaiz¨¢bal I, un documento que se elabora despu¨¦s de cada operaci¨®n donde se anotan todos los pormenores de cualquier servicio, quedar¨¢ constancia d¨ªas despu¨¦s de la explicaci¨®n recibida: "Salvamento Mar¨ªtimo comunica que s¨®lo el R¨ªa de Vigo dar¨ªa remolque". Ese parte de asistencia se entrega en el Juzgado Mar¨ªtimo n¨²mero 6 de Ferrol, donde se sustancian todas las reclamaciones relacionadas con el tr¨¢fico mar¨ªtimo. La empresa del Ibaiz¨¢bal I pretende que la justicia determine qui¨¦n le debe pagar su participaci¨®n en el rescate frustrado.
El tiempo pasa in¨²tilmente. A pesar de las olas y el viento, el escenario sigue siendo el mismo. A las tres de la madrugada, el petrolero sigue a la deriva. El mar de fondo contribuye a que las olas parezcan verdaderas monta?as. La primera operaci¨®n en la que intervienen C¨¦sar Collazo y Antonio Ca¨ªnzos fracasa. Se rompe de nuevo el virador de alambre. En ese intento colaboran los cinco tripulantes que ocupan en ese momento el Prestige. Mangouras y su gente regresan al puente de mando para descansar y cenar algo mientras se prepara la siguiente intentona. "El capit¨¢n nos trat¨® siempre de forma muy amable. Nuestros guantes se mancharon con el chapapote y nos proporcion¨® unos nuevos. Nos trajo caf¨¦. Nos ech¨® una mano en el primer intento y le fastidi¨® bastante que saliera mal. Pero, claro, no deja de ser una persona de 68 a?os. Y uno de los otros ten¨ªa tambi¨¦n m¨¢s de 60. Tampoco pod¨ªan hacer gran cosa", recuerda el marinero C¨¦sar Collazo.
Solos en la noche
La noche avanza. Falla un segundo intento. Y un tercero. De pronto, los dos espa?oles se encuentran solos en la proa. Las olas saltan por la cubierta. "Nos empezaban a comer el fr¨ªo y el miedo". Deciden darse una tregua. Informan por walkie al R¨ªa de Vigo de que se dirigen al puente para descansar un rato. El capit¨¢n Mangouras les ofrece galletas y refrescos. C¨¦sar se dirige a la cocina para buscar algo mejor que llevarse a la boca, pero no encuentra nada. Descubre que los filipinos, en su huida apresurada, se dejaron puesta una olla con carne asada que ya lleva muchas horas cociendo. La carne est¨¢ quemada. Apagan el fuego. No encuentran comida. Piensa que en un barco hay muchos sitios donde guardar los alimentos y no va a perder tiempo en buscarlos. A¨²n no saben que, horas despu¨¦s, el Helimer Cant¨¢brico tendr¨¢ que llevar v¨ªveres al Prestige. ?D¨®nde estaba la comida en el petrolero?
C¨¦sar y Antonio regresan a proa para un nuevo intento de fijar el remolque. El fracaso es total. Se vuelve a partir el cable.
Queda claro que dos hombres no son suficientes para una tarea as¨ª. Lo viene diciendo el capit¨¢n del Prestige, pero no terminan de hacerle caso. Ahora, con la madrugada del jueves tan avanzada, los responsables del centro de Finisterre empiezan a valorar la idea de que quiz¨¢ Mangouras tenga raz¨®n. Se ha perdido demasiado tiempo y se ha inutilizado un remolcador. Definitivamente, hay que llevar m¨¢s gente al Prestige.
Son casi las seis y media de la ma?ana. Tres especialistas de la empresa Tecnosub, socia de la holandesa Smit Salvage, se encaminan hacia el aeropuerto coru?¨¦s de Alvedro. La torre de control solicita por fin a Finisterre Agencia Mar¨ªtima, la consignataria del armador, que reclute a una parte de la tripulaci¨®n del Prestige que fue evacuada al hotel Avenida de A Coru?a. Ante el fracaso reiterado de los intentos de remolque se valora la posibilidad de arrancar los motores. El centro de Finisterre pregunta a Maloto, el jefe de m¨¢quinas: "?Cu¨¢nto personal necesitar¨ªa para intentar arrancar la m¨¢quina?".
El filipino contesta: "Tres oficiales, dos engrasadores, un electricista y tres o cuatro de cubierta". En total, nueve o diez hombres m¨¢s. Sin embargo, Finisterre Agencia Mar¨ªtima s¨®lo ha podido reclutar a cuatro voluntarios entre los asustados filipinos que descansan en el hotel. As¨ª pues, apenas son siete los operarios disponibles: los tres espa?oles de Tecnosub y cuatro filipinos. El capit¨¢n del Prestige es informado. Responde que, aun as¨ª, intentar¨¢n arrancar.
"El capit¨¢n siempre nos dio la sensaci¨®n de que sab¨ªa lo que ten¨ªa que hacer. Supongo que estar¨ªa nervioso por dentro, pero aparentaba tranquilidad. Era consciente de que nos est¨¢bamos aproximando a la costa, pero lo ten¨ªa muy claro: cuando llegara a los 200 metros soltar¨ªa las dos anclas para fondear el buque", recuerda C¨¦sar Collazo.
Por fin se hace de d¨ªa. La luz ilumina el escenario. Aparece la Costa da Morte. Desde Mux¨ªa se puede observar el petrolero. A las ocho y media, el R¨ªa de Vigo informa de que le ha vuelto a fallar el virador del remolque.
Cerca de Mux¨ªa
Mux¨ªa tiene 5.300 habitantes y una de las lonjas m¨¢s importantes de la comarca. Los vecinos se sorprenden al ver tan cerca al Prestige, sobre todo porque los informativos de la ma?ana ven¨ªan anunciando que ya estaba siendo remolcado mar adentro. La gente de este pueblo de la Costa da Morte empieza a vivir una sensaci¨®n muy extra?a que durar¨¢ mientras el Prestige siga a flote. Lo que ven sus ojos no casa con la verdad oficial. "Era curioso", recuerda Francisco Lindes S¨¢nchez, un marinero jubilado de 66 a?os, "los telediarios nos dijeron despu¨¦s que el petrolero ni estaba cerca ni perd¨ªa combustible, pero nosotros lo hab¨ªamos visto ah¨ª enfrente durante toda la ma?ana, con los remolcadores al lado, sin poder moverlo, puede ser que sin conseguir engancharlo".
Efectivamente, no hay tal remolque y el barco se sigue acercando a la costa, pero a¨²n no cunde el temor. La gente de la Costa da Morte est¨¢ acostumbrada a tener de vecino al peligro. Y no hay que remontarse a la noche de los tiempos.
No ha pasado ni un a?o desde la ¨²ltima vez. Fue el 25 de enero de 2001. El Randame Abane, un gasero argelino con 55.000 toneladas de gas licuado, viaj¨® a la deriva durante 12 horas frente a las costas de Mux¨ªa. Aquello fue un rescate ag¨®nico. Algunos vecinos se reunieron en la costa para observar con prism¨¢ticos la marcha de las operaciones. El barco represent¨® durante horas una bomba de relojer¨ªa que pudo haber desembocado en una explosi¨®n sin precedentes en Galicia. "Una operaci¨®n al l¨ªmite evita que un enorme gasero se estrelle en Mux¨ªa", titul¨® al d¨ªa siguiente el diario La Voz de Galicia. Aquel susto, como tantos otros, qued¨® en el olvido.
Testigos de aquella operaci¨®n fueron tambi¨¦n los remolcadores R¨ªa de Vigo e Ibaiz¨¢bal I. Y como en este caso, los mismos puntos oscuros: el comportamiento de Sasemar, la presunta preferencia hacia Remolcanosa, los negocios encubiertos para hacerse con el negocio de un remolque, la falta de coordinaci¨®n entre Salvamento Mar¨ªtimo y la Capitan¨ªa Mar¨ªtima de A Coru?a.
Aquel 25 de enero, al remolcador Ibaiz¨¢bal I le avisaron demasiado tarde. A las cinco de la madrugada, 13 horas despu¨¦s de que el Randame Abane sufriera un fallo en sus m¨¢quinas. Navegaba a la deriva desde las seis de la tarde. En aquella ocasi¨®n, como en ¨¦sta, el R¨ªa de Vigo tuvo problemas para hacerse con el remolque. Y tambi¨¦n en aquella ocasi¨®n hubo un cruce de faxes para negociar contrato, seg¨²n la versi¨®n del armador que posteriormente neg¨® Remolcanosa. "Y en todas estas peripecias, de sobra conocidas por el sector, Sasemar siempre mira para otro lado", dice un funcionario de la Capitan¨ªa Mar¨ªtima de A Coru?a. Aquello suscit¨® que Fomento abriera un expediente, de cuya resoluci¨®n nunca se supo nada oficialmente.
Un d¨ªa despu¨¦s, el 26 de enero de 2001, el Randame Abane pudo restablecer la situaci¨®n. El Ibaiz¨¢bal I hizo el remolque y hubo tiempo para volver a poner en marcha las m¨¢quinas.
Dos sucesos parecidos con dos finales bien diferentes. Cara y cruz.
Junto al Prestige, los intentos del R¨ªa de Vigo siguen fracasando. Es el turno de un segundo remolcador. Es el Charuca Silveira, propiedad tambi¨¦n de Remolcanosa. Un modelo nuevo. M¨¢s peque?o y maniobrable. Empez¨® a prestar servicio en julio de 2001. Desplaza 260 TRB, con dos motores Carterpilar, 3.600 HP de potencia. Tiene 27 metros de eslora y 9 metros de manga, 4 de calado.
Primer amarre
El Charuca Silveira logra pegarse a la proa del Prestige y lanzar a su cubierta una estacha de alta resistencia que desde el petrolero pueden izar y enganchar. Es el primer amarre del Prestige, a las 8.30 del jueves 14. Nada m¨¢s y nada menos que 16 horas despu¨¦s del accidente, 16 horas a la deriva. Pero a¨²n no est¨¢ todo conseguido. Antonio Rielo, el capit¨¢n del Charuca, explica: "Este remolcador no tiene potencia suficiente para arrastrar un petrolero de ese tama?o. Tirando de ¨¦l a toda m¨¢quina nos limit¨¢bamos a contenerlo en su deriva hacia la costa". La estacha de alta resistencia que amarra ambas embarcaciones es de propileno, con los hilos trenzados; tiene 65 metros de larga y 90 mil¨ªmetros de di¨¢metro. Tras aguantar la tensi¨®n durante una hora, se rompe, y el Prestige vuelve a quedar al pairo. "No fue mucho tiempo, una media hora", estima el capit¨¢n Rielo.
Queda otra opci¨®n. Acaba de llegar tambi¨¦n el Sertosa 32, al mando de Jes¨²s Calvo Figueroa, un patr¨®n de 44 a?os con nueve de experiencia en estas lides. Es un gallego de Corme, alto, delgado, de pelo canoso. Un hombre que gusta de tener el barco limpio como la patena. Le agrada que la gente diga: "Da gusto ir en el Sertosa 32". "Fuimos la ¨²ltima carta de la baraja", recuerda.
La situaci¨®n en tierra empieza a ser desesperada. As¨ª lo parece por la cantidad de llamadas telef¨®nicas que suenan en el centro de Finisterre. Alguien se ha enfadado por la marcha de los acontecimientos, piensa un funcionario cuando escucha que el delegado del Gobierno, Arsenio Fern¨¢ndez de Mesa, ordena que se ponga un helic¨®ptero a su disposici¨®n "para llevar cuatro guardias civiles a la zona". Es la segunda vez que piensan en recurrir a la Guardia Civil. Simult¨¢neamente, otro helic¨®ptero, el Helimer Cant¨¢brico, vuela hacia el Prestige con cuatro filipinos a bordo y un inspector de la Capitan¨ªa Mar¨ªtima.
Ni media hora despu¨¦s llega la primera buena noticia. El Sertosa 32 ha tenido ¨¦xito y ha logrado detener la deriva del petrolero. Es un remolcador peque?o y maniobrable, de esos que son capaces de pegarse literalmente a cualquier barco. Consigue aguantar el buque durante dos horas y media, hasta que, por fin, el R¨ªa de Vigo consigue hacer firme el remolque.
Se cancela entonces el transporte de los guardias civiles. El R¨ªa de Vigo tira del Prestige con rumbo 330 y una velocidad de 2,5 nudos. Son las 13.40.
Una hora despu¨¦s, la torre de Finisterre moviliza al helic¨®ptero Helimer Galicia para que acuda a la posici¨®n del Prestige. Sus ¨®rdenes son claras: "Debe coger alimentos en el R¨ªa de Vigo y entreg¨¢rselos al personal que est¨¢ ya bordo del Prestige. Un vez all¨ª, debe recoger a los dos tripulantes del Ibaiz¨¢bal I y reintegrarlos a su barco. Tambi¨¦n debe hacer una inspecci¨®n de la contaminaci¨®n existente en la zona".
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