Fealdad
Cuenta Mar¨ªa Jos¨¦ L¨®pez D¨ªaz en su cr¨®nica sobre la visita de Botella a Almer¨ªa que una de las cosas que m¨¢s la sorprendi¨® de su paseo por Roquetas de Mar fue cierto centro comercial, una inmensa mole construida sin licencia de la Junta, que a la candidata a concejala del Ayuntamiento de Madrid le pareci¨® la inequ¨ªvoca prueba de la prosperidad roquete?a. "Ya no s¨¦ si es posible progresar m¨¢s, porque he visto un centro comercial, ah¨ª, al entrar, que hac¨ªa tiempo que no lo ve¨ªa tan grande", fueron sus palabras exactas.
Hablar de progreso en la Carretera de Alic¨²n es como hablar de calidad de vida en las monta?as de Afganist¨¢n. Pocos espect¨¢culos m¨¢s agresivos para la vista, pocas estampas m¨¢s desoladoras que recorrer esta carretera kilom¨¦trica. Desorden urban¨ªstico, crecimiento ca¨®tico, suciedad, especulaci¨®n inmobiliaria, y no progreso, son las palabras que se me ocurren a m¨ª. Cuando bajo por esta carretera compruebo los l¨ªmites de degradaci¨®n est¨¦tica a los que puede llegar un municipio que confunde el progreso con la voracidad constructora y el beneficio de los promotores. Roquetas ha crecido desordenadamente, a la buena de Dios, sin otro criterio est¨¦tico que el de poner el mayor n¨²mero de ladrillos en el menor espacio posible. Pisos, chalets adosados, concesionarios de coches, descampados con basura, pabellones multiusos, centros comerciales, edificios de los m¨¢s diversos estilos y calidades se suceden unidos por el mal gusto a lo largo de esta carretera. Fealdad, esa es la palabra. No es de extra?ar que esta mujer, Botella, quedara fascinada por todo ello.
Apropiarse del discurso feminista quien convierte su condici¨®n de madre y esposa en cargo institucional; ?c¨®mo definir este comportamiento? Hacerse pasar por ¨¢ngel exterminador de los abusos a las mujeres quien trata con casposa benevolencia a cierto alcalde de Ponferrada que adem¨¢s de la condena en un papel llevaba escrita en la fisonom¨ªa la naturaleza de su delito; ?c¨®mo referirse a este fen¨®meno? Fotografiarse con los negritos del ?frica tropical quien acaba de relacionar malignamente la inmigraci¨®n con la delincuencia; ?c¨®mo calificar esta actitud? Disfrazarse de chica moderna quien hace depender de las tendencias sexuales el disfrute de los derechos civiles; ?c¨®mo llamar a todo esto? Fealdad, esa es la palabra.
Pero est¨¢ bien que la fealdad visite Almer¨ªa, porque la fealdad tambi¨¦n estimula. La contemplamos y notamos renacer un entusiasmo revolucionario que ya cre¨ªamos extinguido. La irrupci¨®n de la fealdad en el mundo -Bush en Estados Unidos, Berlusconi en Italia, Putin en Rusia, Blair en el Reino Unido y Jos¨¦ Mar¨ªa en Espa?a- est¨¢ teniendo para la mayor¨ªa de nosotros el formidable efecto de una viagra ideol¨®gica. Siempre he pensado que antes o despu¨¦s la fealdad acabar¨ªa dejando paso a la belleza y que nos despertar¨ªa del letargo en el que andamos sumidos desde hace d¨¦cadas. El s¨¢bado pasado los diferentes husos horarios convirtieron las sucesivas manifestaciones del planeta en una sola marcha perpetua y universal. Una bella sincronizaci¨®n que no s¨¦ si los feos ser¨¢n capaces de apreciar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.