El apostador
Michael Jordan, el mejor jugador que ha pisado jam¨¢s una cancha de baloncesto y uno de los deportistas m¨¢s impactantes que han existido, cumple hoy los 40 a?os de edad.
Lo l¨®gico ser¨ªa que lo celebrase rodeado de su familia y sus amigos en una t¨ªpica fiesta. Una alegre reuni¨®n en la que, una vez terminados los canap¨¦s, se hace el silencio para que el homenajeado cuente aquel lanzamiento a canasta a falta de doce segundos en la final de la Liga universitaria que le dio su primer gran titular en los peri¨®dicos, rememore sus l¨¢grimas en Los Angeles abrazado a su primer trofeo de la NBA o vuelva a poner la carne de gallina a su rendido auditorio explicando los ¨²ltimos 42 segundos del sexto partido de la final Utah-Chicago de 1998, uno de los episodios m¨¢s ¨¦picos de la Liga profesional norteamericana.
Un cuerpo perfecto y una mente implacable que nunca ha dejado de plantear retos: a ¨¦l mismo, a sus rivales, al mundo
Pero la l¨®gica no va con Jordan. En vez del calor del hogar, del momento de pasar revista a una vida deportiva inigualable, se volver¨¢ a poner el ch¨¢ndal para disputar su en¨¦simo partido de la temporada regular ante el Toronto para verse cara a cara con Chris Carter, uno de los muchos jugadores que, en su momento, fue se?alado por los expertos como su posible sucesor. Y lo afrontar¨¢ de la misma manera que todos los anteriores: como una apuesta.
Jordan es un cuerpo perfecto para el deporte con una mente implacable preparada para la competici¨®n. Y todo ello, dotado de un alma de apostador. Desde que all¨¢ por lo inicios de los a?os 80 se coloc¨® en el firmamento deportivo, su vida no ha dejado de ser ni m¨¢s ni menos que una constante apuesta. Desde sus inicios en la NBA no ha parado ni un instante de proponer retos: a ¨¦l mismo, a sus rivales, al mundo entero. Casi todos los ha ganado. Quiz¨¢s lo ¨²nico que se le ha quedado en el tintero fue su devaneo con el b¨¦isbol, una apuesta ciertamente suicida y que afortunadamente sali¨® mal con dos reconfortantes consecuencias: nos lo devolvi¨® al baloncesto y demostr¨® que incluso Jordan tiene un l¨ªmite, haci¨¦ndolo humano cuando empez¨¢bamos a pensar que hab¨ªa llegado desde un planeta lejano a bordo de la nave de Star Trek.
Esta temporada vive su ¨²ltima apuesta, criticada por todos aqu¨¦llos que piensan que una pel¨ªcula con final perfecto como el de aquella tarde en Utah no merec¨ªa una segunda parte. Pero se olvidan que para los grandes apostadores, los que viven para apostar y apuestan para vivir, no hay apuestas grandes ni peque?as. S¨®lo existen para proponerlas y, por supuesto, para ganarlas. Y en eso est¨¢ Jordan cuando le toca cumplir los 40. Proponiendo a los Carter de turno que le demuestren en su propia cara si merecen la pena, poniendo en dificultades a todos los cr¨ªticos con su segunda vuelta a las canchas despu¨¦s de una noche de 45 puntos, haciendo dudar a los aficionados de si todo lo que pod¨ªan esperar de Jordan ya lo han visto.
Objetivos, retos, apuestas... Cuando eres como Jordan, nunca se acaban. Ni con todos los t¨ªtulos del mundo. La chimenea y las batallitas del abuelo deber¨¢n esperar al menos un a?o m¨¢s.
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