Hispanos en EE UU: una convivencia en peligro
Los hispanos forman en la actualidad la minor¨ªa m¨¢s numerosa de Estados Unidos. Seg¨²n los datos del censo m¨¢s reciente, en julio de 2002 sumaban ya unos 42,5 millones, incluyendo los cuatro millones que viven en el Estado asociado de Puerto Rico. Y los expertos predicen que esta tendencia se intensificar¨¢ en las pr¨®ximas d¨¦cadas. Como prueba, se?alan que los hispanos aumentan anualmente el 4,7%, mientras que la minor¨ªa afroamericana, hasta ahora la m¨¢s populosa, s¨®lo crece a un ritmo del 1,5% al a?o, y el incremento de la poblaci¨®n mayoritaria de raza blanca no pasa del 0,3%. Despu¨¦s de M¨¦xico, creo que Estados Unidos es hoy el pa¨ªs con la mayor comunidad hispana del planeta.
Antes de hacer unas reflexiones sobre este hist¨®rico acontecimiento demogr¨¢fico, quiero adelantar que mi perspectiva est¨¢ moldeada por la experiencia afortunada como inmigrante en Nueva York. Ciudad que me acogi¨® hace 35 a?os, cuando todav¨ªa era un joven m¨¦dico desconocido e inexperto que apenas chapurreaba el ingl¨¦s. Entonces, el n¨²mero de hispanos neoyorquinos no pasaba de 300.000. Hoy, de los ocho millones de habitantes que vivimos apretados en esta urbe universal, m¨¢s de dos millones nos consideramos hispanos o latinos. Hay que explicar que algunos intelectuales rechazan el calificativo de hispano por sus connotaciones hist¨®ricas desagradables que les recuerdan las atrocidades que cometieron muchos colonizadores espa?oles en las Am¨¦ricas.
Los hispanos o latinos estadounidenses forman una sociedad muy heterog¨¦nea, un mosaico multicultural deslumbrante. Provienen de todos los pueblos de Latinoam¨¦rica y de Espa?a. Los grupos m¨¢s cuantiosos proceden de M¨¦xico, Puerto Rico, Cuba, Colombia, la Rep¨²blica Dominicana y Centroam¨¦rica. El 80% se ha asentado en siete Estados, por este orden: California, Tejas, Nueva York, Florida, Illinois, Arizona y Nueva Jersey. Hay latinos de raza blanca y de raza negra, orientales, indios y mestizos. Cubren todas las profesiones, clases sociales y orientaciones pol¨ªticas. Y en cuanto a creencias religiosas, aunque la mayor¨ªa es cat¨®lica, los hay protestantes, jud¨ªos, musulmanes y ateos. Comparada con el resto de la poblaci¨®n, la comunidad hispana es m¨¢s joven, de inferior escolaridad, prefiere familias m¨¢s numerosas, se divorcia menos, goza de m¨¢s alta esperanza de vida, muere menos de ataques de coraz¨®n y m¨¢s de diabetes.
Los hispanos est¨¢n marcados por un hecho imborrable: haber abandonado, bien ellos o sus ascendientes, su tierra natal. Unos marcharon movidos por la curiosidad o la aventura, otros por aspiraciones a una vida mejor. No pocos dejaron descorazonados sus patrias en busca de libertad, de democracia, de paz o, sencillamente, del sustento cotidiano. Y no olvidemos a los desterrados y refugiados que emigraron en contra de su voluntad o huyeron de la persecuci¨®n y de las amenazas de muerte. No obstante, s¨®lo unos pocos hispanos se han convertido en expatriados permanentes o relegan sus ra¨ªces a la bruma del olvido. De hecho, cada d¨ªa son m¨¢s los que aprovechando la masificaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n y del transporte y la mayor porosidad de las fronteras, van y vienen constantemente. Son de aqu¨ª y de all¨ª. Viven a caballo entre sus pa¨ªses de origen y de adopci¨®n, a menudo sumergidos en ambos al mismo tiempo. En 2001, dato sorprendente, la tercera parte de los inmigrantes latinos que murieron en Estados Unidos fueron enterrados en su suelo natal.
Nada define o une m¨¢s a la poblaci¨®n hispana en Estados Unidos que el idioma espa?ol, como se llama aqu¨ª coloquialmente al castellano. Gracias a esta lengua com¨²n ning¨²n hispano es una isla. Cifras oficiales apuntan que el 40% de la tercera generaci¨®n contin¨²a utilizando el espa?ol como primera lengua. La gran mayor¨ªa habla espa?ol en casa y muchos tambi¨¦n lo utilizan en sus actividades de ocio. En el trabajo se suele conversar en ingl¨¦s, aunque entre hispanos recurrir a la lengua madre se considera una buena t¨¢ctica para templar una negociaci¨®n acalorada. Insertar en el di¨¢logo una o dos palabras en espa?ol es siempre un gesto de fraternidad, de aproximaci¨®n, de confianza. En los debates tensos tiene un efecto tranquilizador. En los altercados es la invitaci¨®n a encontrar una soluci¨®n pac¨ªfica.
No obstante, la lealtad absoluta al verbo materno a costa del ingl¨¦s, la lengua primordial, puede causar retrasos acad¨¦micos, limitar las oportunidades en el mercado laboral y reducir las posibilidades de participar e influir en los grandes temas que afectan al pa¨ªs. Hay estudios que han demostrado que los hispanos que se comunican con dificultad en ingl¨¦s tienden a ser percibidos por sus interlocutores como personas menos inteligentes de lo que realmente son. Y si tienen la desgracia de sufrir problemas emocionales, se exponen a recibir un diagn¨®stico equivocado por los especialistas de habla inglesa. Con todo, a medida que la influencia social y el poder adquisitivo de los hispanos aumentan, la clase profesional, pol¨ªtica y econ¨®mica trata de captar sus votos y recursos facilitando el acceso a los servicios y bienes privados y p¨²blicos en espa?ol. Esta estrategia ha revalorizado la cultura hispana y la identidad biling¨¹e de la naci¨®n.
El florecimiento espectacular de la comunidad latina en Estados Unidos es el resultado de un proceso arduo y apasionante de adaptaci¨®n de pueblos diversos unidos por una misma lengua. Pero no es un fen¨®meno ¨²nico. En verdad, constituye un ejemplo m¨¢s de integraci¨®n pac¨ªfica de millones de viajeros de m¨²ltiples or¨ªgenes en un pa¨ªs tradicionalmente abierto, hospitalario y generoso hacia los extranjeros. Desafortunadamente, una epidemia de demonizaci¨®n de los inmigrantes amenaza con manchar este expediente ejemplar.
A ra¨ªz de los espantosos sucesos del 11 de septiembre de 2001, los sentimientos generalizados de miedo, incertidumbre y vulnerabilidad que se instalaron dentro de Estados Unidos transformaron de golpe esta sociedad. Como consecuencia, se revitaliz¨® la exaltaci¨®n del orgullo nacional, se dispar¨® el esp¨ªritu patri¨®tico y se aviv¨® el ¨¢nimo de filiaci¨®n y de unidad. Mas, simult¨¢neamente, se foment¨® el apoyo ciego a pol¨ªticas autoritarias y represivas que en condiciones normales no hubieran sido toleradas. Casi sin oposici¨®n, los gobernantes nacionales han impuesto medidas hostiles y discriminatorias que recortan las libertades democr¨¢ticas y los derechos humanos de grupos for¨¢neos.
De esta forma, la terrible tragedia que supuso el 11-S fue pronto entrelazada con actitudes mezquinas, suspicaces y deshumanizantes hacia los inmigrantes, "los otros". Hoy, las minor¨ªas, incluida la hispana, corren el riesgo de servir de chivos expiatorios y convertirse en espejos en los que los l¨ªderes de la sociedad mayoritaria reflejen sus frustraciones, sus terrores y sus fobias sociales.
Cada d¨ªa somos m¨¢s los convencidos de que este brote xen¨®fobo que afrontamos representa un grave peligro para la armon¨ªa multicultural de Estados Unidos y la esperanzadora aventura de convivencia que significa la hispanidad en el pa¨ªs. Si bien tambi¨¦n es cierto que casi todos nos reconfortamos cuando antes de tratar de vislumbrar lo que nos aguarda miramos hacia atr¨¢s en la historia de esta joven naci¨®n, y comprobamos que, incluso en las ¨¦pocas m¨¢s escabrosas, la tolerancia y la ecuanimidad terminaron imponi¨¦ndose sobre el fanatismo y la sinraz¨®n.
Luis Rojas Marcos es psiquiatra y ex presidente del Sistema de Sanidad y Hospitales P¨²blicos de Nueva York.
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